MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

¡Que el arte antorchista siga iluminando el camino de México!

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Cuando alguno de ustedes escucha hablar del Movimiento Antorchista Nacional o “Antorcha Campesina” —como se llamó en un inicio nuestra organización—, por lo general, se imagina marchas, mítines, cadenas humanas, obras sociales y una larga lista de las más diversas formas que ha tomado nuestra lucha social.

Sin embargo, casi a la par de su nacimiento, el antorchismo ha impulsado el arte, la cultura y el deporte como disciplinas que forjan hombres y mujeres sensibles, más humanos y muy disciplinados.

 

El teatro que promueve el antorchismo trasciende la simple representación escénica y se convierte en una plataforma para visibilizar los sueños, dolores y luchas de los pueblos marginados.

 

Por eso, en esta ocasión escribo sobre un evento que quizá ya hayan escuchado, porque se ha dado a conocer en redes sociales, medios de comunicación, pintas, volantes, etcétera. Me refiero a la edición número XXIII del Encuentro Nacional de Teatro, que es importante no sólo por el hecho de fomentar el teatro, sino porque además, por una parte, es casi único al reunir a asistentes, actores y actrices provenientes de las capas populares, es decir, que da foro al pueblo de México en un lugar emblemático como es el Teatro de La Paz en San Luis Potosí.

Por otra parte, porque esta justa teatral tiene como finalidad despertar conciencias, movilizar comunidades y cuestionar las estructuras de poder, tarea que se ha echado a cuestas el Movimiento Antorchista Nacional, ya que nuestro país está profundamente marcado por la desigualdad.

En uno de sus mensajes del año 2015, nuestro secretario general, el maestro Aquiles Córdova Morán, refería que “cuando la obra es buena, es seguro que se refleja la vida y los problemas profundos y trascendentales del hombre y no los problemas más superficiales que plantea el teatro moderno. El teatro siembra inquietudes y da a conocer los problemas, y así cada hombre se hará una idea de la solución; basta con que el teatro siembre inquietud para educar a la gente y se proponga soluciones”.

Por ello, en el Encuentro Nacional de Teatro 2024, a través de la representación de obras de dramaturgos clásicos como Shakespeare, Antón Chéjov, Sófocles, entre otros, se están exponiendo las problemáticas que atraviesan nuestra sociedad: pobreza, desigualdad, explotación laboral y opresión, que buscan más allá de presentarse en el escenario, resonar en el espectador, invitándolo a cuestionar y actuar en su vida diaria.

De acuerdo con un informe de la Unesco, las artes escénicas fortalecen el tejido social y fomentan un sentido de identidad colectiva, un objetivo que el Movimiento Antorchista Nacional ha abrazado con éxito. Y nuestro bello Oaxaca, tratando de abordar y ahondar en un tema vigente en nuestros días, presentará la obra Bajo el cielo de Gaza de Luis Matilla, que retrata el conflicto palestino-israelí. 

En la franja de Gaza, un maestro israelí llamado “Adriano” enseña teatro a un grupo de niños árabes. El conflicto está servido en los rasgos y vivencias del protagonista. La tensión es evidente desde el comienzo porque, para llevar a cabo su proyecto, “Adriano” debe enfrentar la incomprensión de sus compatriotas por su posicionamiento ante el conflicto y el recelo de la comunidad árabe que no acaba de confiar en la genuina entrega que parece poseer el protagonista.

Todo ello es observado por “Emily”, una cooperante estadounidense recién llegada que se encontrará con una realidad que desconoce y que le cambiará la vida. Además, tendrá que enfrentarse a situaciones extremas, unas trágicas y otras de ternura. “Emily” materializa dentro de la obra el posicionamiento habitual del que partimos los espectadores externos ante el conflicto de Gaza.

En Bajo el cielo de Gaza, hasta su último suspiro, “Adriano”, hombre sencillo y honesto, se enfrentó al desafío de defender la cultura, el arte, la educación, la palabra y la solidaridad, contra la guerra, la miseria, el miedo y la injusticia. Se trata, pues, de una pacífica apuesta revolucionaria por la humanidad, contra la incomprensión y el fundamentalismo de unos y otros.

Además, se enfatizan los efectos del conflicto militar en la vida y la psicología de los infantes árabes, así como el marcado viraje en la vida de la cooperante “Emily”, provocado por sus vivencias en el territorio palestino.

Esta puesta en escena ya fue representada por la compañía estatal de Teatro del Movimiento Antorchista en Oaxaca, conformada por alumnos y maestros de las instituciones antorchistas, la Preparatoria General “Lázaro Cárdenas del Río” y el Centro Universitario Tlacaélel campus Oaxaca, quienes desde hace semanas se estuvieron preparando para transmitirle al pueblo mexicano el mensaje de su obra Bajo el cielo de Gaza.

A todos ellos, el antorchismo y los oaxaqueños les enviamos un gran reconocimiento por haber triunfado en la etapa regional que se realizó en el estado de Puebla, donde obtuvieron el primer lugar que fue su pase a la fase nacional, y les deseamos éxito en la justa nacional.

Pero mi reconocimiento va más allá, pues siendo jóvenes provenientes de las capas populares, no contaron con el apoyo de las instancias de gobierno y, por tanto, su esfuerzo es financiado de manera independiente, con decenas de colectas públicas y actividades económicas, muchas de ellas únicamente respaldadas por el activismo de Antorcha.

La tarea que han tomado los jóvenes y Antorcha es realmente titánica porque, aunque nuestro país es gobernado por los impulsores de la “transformación”, estos, en los hechos, no apoyan ni atienden las problemáticas a las que nos enfrentamos, como son la ola de inseguridad, pobreza y desempleo.

Tampoco apoyan las iniciativas culturales. Esto es realmente reprobable porque, en México, más del 40 % de la población vive en pobreza, según cifras del Inegi, y los índices de desigualdad están entre los más altos de América Latina. El desinterés de los de la 4T se observa en el presupuesto a la cultura en México, pues para 2025 se prevé un recorte de 30 %, el más bajo desde la creación de la institución.

Con este panorama gris, el esfuerzo cultural de Antorcha adquiere más relevancia en un entorno político y económico que ha marginado al sector artístico, pues hay que recordar que, desde 2018, el presupuesto federal para cultura ha sufrido recortes significativos, reflejando un desprecio por el arte como motor de cambio social.

Sin embargo, lejos de resignarse, el Movimiento Antorchista ha respondido con más vigor, demostrando que la verdadera transformación no depende exclusivamente de recursos gubernamentales, sino de la voluntad y el compromiso colectivo.

El teatro que promueve el antorchismo, como otras ramas de las bellas artes, dentro de las que destacan la poesía, la música, el baile folclórico y demás, trasciende la simple representación escénica y se convierte en una plataforma para visibilizar los sueños, dolores y luchas de los pueblos y comunidades marginadas.

Esta plataforma se enmarca en nada menos que en la visión marxista-leninista que sostiene que un mundo mejor es posible si la riqueza se distribuye de manera equitativa y, para alcanzar este objetivo, es necesario un pueblo educado, organizado y consciente.

Por eso, es necesario que iniciativas como el Encuentro Nacional de Teatro muestren a los mexicanos que el cambio no es sólo una posibilidad, sino una necesidad, y estoy segura de que, en cada representación, se cimientan los ideales de justicia y equidad. Se demuestra que el arte popular puede ser una chispa que encienda la transformación social.

¡Que vivan, pues, los encuentros nacionales culturales del Movimiento Antorchista! Y que regresen las obras a cada uno de sus estados con la iniciativa de presentarse en las comunidades y municipios, para que sigan iluminando el camino de los mexicanos hacia una sociedad más justa!

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