Lejos de que la jornada de trabajo de ocho horas beneficiara a los trabajadores tanto económicamente como en salud y recreación –como fue la idea original de la necesidad de que el trabajador tuviera: ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso y ocho horas de recreación–, ahora son ellos mismos quienes solicitan más horas laborables a fin de completar los recursos económicos que deben llevar a sus familias para satisfacer sus necesidades materiales mínimas.
La jornada de ocho horas fue el fruto de décadas de lucha y sacrificio, pero hoy millones de trabajadores en México siguen laborando más de 56 horas por semana sin que el gobierno haga absolutamente nada para impedirlo.
La jornada de trabajo de ocho horas ha sido el mayor triunfo de la lucha sindical mundial; cierto que en el mundo se estableció hace más de cien años, pero las condiciones de vida de los trabajadores prácticamente no han cambiado: sobre todo los trabajadores de México, siguen siendo tan pobres como antes y tal vez sufren más carencias que antes.
No obstante, cada Primero de mayo los gobiernos que se autodefinen como “progresistas y demócratas” celebran el día por todo lo alto, no solo como un reconocimiento de las luchas obreras que desembocaron en establecer la jornada de ocho horas, sino como un “compromiso” para “seguir luchando” por mejores condiciones de vida de los trabajadores, lo cual debemos poner en tela de juicio porque los beneficios no se ven por ningún lado.
El establecimiento de la jornada de ocho horas no fue un fenómeno que se instaurara el mismo día y a la misma hora en todo el mundo: en Estados Unidos fue en 1867; en Rusia, en 1917, igual que en México, y en Francia en 1919, solo por poner algunos ejemplos.
No obstante que la legislación mexicana estableció desde 1917 la jornada laboral en ocho horas –que en una semana laboral suma 48 horas–, la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) 2022 reveló que ocho millones de personas en el país trabajan más de 56 horas por semana, lo cual significa que excede lo oficialmente permitido. Al respecto, ¿qué hace el gobierno federal, a través de su Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), para poner orden? Nada, absolutamente nada. Incluso vimos que la secretaria del Trabajo de ese entonces, Luisa María Alcalde –hoy flamante presidenta nacional de Morena– no se inmutó con ese dato, no le causó ninguna molestia ni inconformidad, a pesar de que milita en el partido que dice defender a los trabajadores y a los más pobres del país.
En 2023 los legisladores de la Cámara de Diputados propusieron modificar el artículo 123 de la Ley Federal del Trabajo (LFT) para que la jornada laboral no exceda las 40 horas semanales y que se disfruten, cuando menos, dos días de descanso.
La propuesta hecha en 2023 en los hechos ha sido rechazada hasta por el propio gobierno morenista, al grado que el pasado 1 de mayo, la mismísima presidenta Claudia Sheinbaum informó que: “… se abrirán mesas de trabajo para que, por consenso, con las y los trabajadores, con el sector empresarial y los sindicatos, se implemente, de manera gradual, la semana laboral de 40 horas” (En el Día del Trabajo, Presidenta Claudia Sheinbaum anuncia mesas de diálogo para implementar, por consenso, la semana laboral de 40 horas; portal del Gobierno de México, 1 de mayo de 2025).
¿Es en serio, Sheinbaum? ¿Pretendes que tanto trabajadores como sindicatos y empresarios se pongan de acuerdo para aplicar la jornada de 40 horas en México? Para mí que es un planteamiento aberrante e imposible de lograr, porque cada uno de esos entes sociales defiende intereses absolutamente diferentes, toda vez que son grupos que comparten y defienden propósitos distintos: a los trabajadores les interesa trabajar menos horas y ganar más; a los sindicatos hacer como que defienden esos intereses, pero que, como todos sabemos, han encontrado en la lucha sindical su modus vivendi, porque a través de la presión que ejercen en contra de los patrones, negocian y sacan provecho económico de estos sin importarles que los intereses obreros queden a un lado; y el único interés que tienen los patronos es la ganancia, el dinero contante y sonante, el cual se incrementa día a día gracias a la energía, sudor y vida en general que los obreros transfieren cada segundo a los productos que hacen con sus manos, pero que, cuando se venden, los patrones se quedan con las ganancias.
O sea, la propuesta de la presidenta Sheinbaum es una mentira más de la 4T, su segundo piso, y de Morena, partido manipulador y engañoso.
Pasar de las jornadas laborales de quince, dieciséis y hasta dieciocho horas que se aplicaban tanto a adultos como a mujeres y niños en los inicios de la Revolución Industrial, a la jornada de doce horas, después a la de diez y, finalmente, a la de ocho horas, obligó a la clase trabajadora de Inglaterra, primero, y luego del mundo, a desplegar toda su energía en protestas públicas, huelgas y manifestaciones, las cuales muchas veces tuvieron consecuencias fatales como, por ejemplo, el muy conocido asesinato de ocho sindicalistas y anarquistas, los mártires de Chicago, quienes fueron condenados a muerte y ejecutados en 1887 por su participación en las protestas obreras de 1886 en Chicago; protestas que buscaban la jornada laboral de ocho horas y que culminaron en la llamada Revuelta de Haymarket, donde una bomba fue lanzada a la Policía.
Los mártires de Chicago fueron condenados por su supuesta participación en la explosión; nunca se probó su culpabilidad, pero realmente los asesinaron por haber enarbolado una demanda sentidísima por los obreros del mundo, la cual fue la instauración en Estados Unidos de la jornada de ocho horas, la cual se instauró en 1887.
Los obreros saben que una cosa es la que dice la Ley Federal del Trabajo y los contratos colectivos y otra cosa es lo que sucede en realidad. Saben que, pese a que por vía democrática los obreros ganen el contrato colectivo, los patrones no van a reconocer al sindicato ganador si es que este no es del agrado y de la confianza de los dueños de la fábrica, pues estos prefieren trabajar con sindicatos charros que traicionan a los obreros y favorecen a los patrones; también saben que, aunque un Tribunal de Conciliación y Arbitraje dictamine la reinstalación de un trabajador despedido injustificadamente, esa reinstalación no se va a llevar a cabo nunca porque así lo disponen los patrones y su sindicato. Eso y muchas cosas más las saben los trabajadores de México, quienes prefieren quedarse callados ante el peso y las represalias que pueden ejercer tanto los patrones como el gobierno federal.
Para conseguir que la clase trabajadora mexicana realmente tenga mejores condiciones de trabajo y de vida; para que tenga mejores salarios, una casa digna, educación de calidad para sus hijos y un verdadero sistema de salud que atienda sus enfermedades, sobre todo las graves, la única alternativa que tiene la clase obrera mexicana es organizarse y luchar unida y conscientemente para tomar el poder político del país y, desde ahí, tomar medidas que realmente mejoren la suerte de los trabajadores de México, quienes con su trabajo no sólo aportan los impuestos con los que funcionan los gobiernos federal, estatales y municipales, sino que también incrementan día a día la riqueza de los grandes millonarios y multimillonarios, riqueza que debería destinarse a pagar mejores salarios y generar la infraestructura para dar una vida digna a todos.
Organízate y lucha conscientemente, es la consigna que los trabajadores mexicanos deben tatuarse en la mente para conquistar el poder político y conseguir mejores condiciones de vida.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario