MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Opinión de Omar Carreón: En defensa del deporte, en defensa del hombre

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Se lleva a cabo la décima edición del Campeonato Nacional de Basquetbol que organiza el Movimiento Antorchista en la ciudad de Morelia, la convocatoria para el sábado 26 y el domingo 27 de septiembre, la firman, el Maestro Aquiles Córdova Morán, quien es el Secretario General y el Diputado Juan Manuel Celis Aguirre, quien es el Presidente de la Comisión Nacional Cultural y Deportiva de la organización. El evento es anual pero tiene más de 25 años de realizarse pues, anteriormente, los equipos sólo se confrontaban durante las Espartaqueadas nacionales cada dos años y, ahora, además, de esa justa bianual en Tecomatlán, cada año se celebra la competencia en la hermosa ciudad de Morelia. Más de 25 años sin ninguna suspensión merece por lo menos una mención honorífica a la constancia para los laboriosos organizadores, más aún, si tenemos presente que el Movimiento Antorchista no recibe para existir y trabajar ni un solo centavo de los contribuyentes.

El deporte, como todas las actividades humanas que no se consideran trabajo, se originó precisamente en el trabajo. Fueron las actividades laborales las que hicieron del hombre un corredor, o bien, el hombre pudo trabajar y subsistir, porque era un corredor. Las largas caminatas en busca de comida, contribuyeron al desarrollo de características decisivas en el sistema de desplazamiento, las piernas más largas que, por ejemplo, las de los chimpancés y, de enfriamiento, mejor que el de otros mamíferos ya que el sudor mantiene la piel fresca, características únicas que hicieron posible la práctica de un desplazamiento más rápido y eficaz que, realizado al calor del mediodía y luego de varias horas de persecución, podía hacer caer exhausto a un animal sin esas cualidades físicas para controlar su temperatura y respirar: la carrera. El hombre primitivo era lento pero podía correr grandes distancias a una velocidad moderada, es el mejor corredor de largas distancias de todos los mamíferos existentes.

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Tenemos testimonios muy fiables de que los juegos (el deporte antiguo) se llevaban a cabo por razones ceremoniales, un homenaje a las cualidades y habilidades físicas que históricamente estaban ligadas al trabajo y, por tanto, a la sobrevivencia. Es común acordarse de que a la muerte de Patroclo y en su honor, en la Ilíada se cuenta que se llevaron a cabo juegos a cuyos vencedores se otorgaron valiosos premios; hubo carrera de carros, pugilato, lanzamiento de peso, tiro con arco y lanzamiento de la jabalina, "con la maña sábelo bien -aconsejó el viejo Néstor a un competidor- gana más el leñador que con la fuerza".

El esfuerzo físico y su sublimación, el juego y el deporte, son el hombre mismo. El deporte moderno prepara, alista, acondiciona al hombre para el trabajo y para la vida. Le enseña a esforzarse ¿qué se consigue sin esfuerzo?; le enseña a enfrentar problemas ¿cuántos conflictos y golpes durante la vida?; le recuerda que el trabajo en equipo está en sus orígenes, que el hombre no existiría sin una cooperación muy estrecha en la que la vida de unos depende de la vida de los demás; le desarrolla, le lanza hacia adelante su inteligencia y la velocidad de su pensamiento, lo mantiene sano y alerta y es belleza ¿a dónde podríamos ir que no encontráramos belleza? Todo eso y mucho más que mi torpeza no vea o no conozca, es el deporte.

Pero el mundo moderno, el modo de producir en vigor que es lo que le imprime en última instancia sus características al mundo moderno, lo ha convertido en un negocio, en una mercancía, en un artículo de lujo y en un despreciable instrumento de manipulación. Ese sistema es una especie de Rey Midas al revés. Empresas inmensas tienen ganancias más inmensas todavía vendiendo entretenimiento y haciendo trampa para vender mucho y rápido, como la Volkswagen que engañó a once millones de clientes diciéndoles que sus vehículos contaminaban mucho menos de lo que realmente contaminaban. Y no estamos teorizando acerca de los tongos: apenas un árbitro de futbol de la primera división de México que se llama Erim Ramírez, le dijo al diario Reforma que "en la Liga hay indicaciones ocultas para cuidar a algunos clubes o jugadores... si el interés que tú te refieres es por el lado de lo tendencioso, de que gana tal o cual equipo, pues yo creo que sí lo hay, pero no lo hacen tan abiertamente… poco a poco el aficionado se va a dar cuenta de que este espectáculo no es más que eso, una telenovela, con guiones escritos y todo". Más claro, ni el agua.

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Para que esas empresas funcionen, como para que funcionen todas las empresas del capitalismo, es necesario que las cualidades físicas, la determinación, la inteligencia y el talento se compren y se vendan. El deportista es una mercancía -hay "draft de piernas" se dice en nuestro país- se le cuida y mima, se le protege y hasta se le engrandece hasta enloquecerlo mediante la propaganda, pero, claro, mientras es joven y no tiene lesiones, mientras sirve y rinde ganancias, luego se le deshecha y abandona ¿cuántos grandes deportistas han muerto en la pobreza y la soledad? ¿Alguien se acuerda de Scottie Pippen que no es de los peores casos, la estrella de los Chicago Bulls, aquél basketbolista moreno que tenía cara larga? "Es una historia un poco triste porque acaba jugando en Escandinavia -escribe apenas el diario El País- una gira de cuatro partidos que incluye dos con el Torpan Pojat finlandés y dos con el Sundvall sueco, donde cumple pero no destaca… lo que queda de Scottie es el aura de leyenda que nadie le podrá quitar, bastantes deudas por negocios mal gestionados, unos cuantos hijos y el cargo de embajador honorífico de los Bulls".

Como todo lo que existe en el capitalismo, el deporte aparece como lo que no es. ¿Y cómo no? Si en la base, en el centro, en lo fundamental de la producción capitalista, hay un engaño monumental escondido: el hecho de que el obrero produce muchísimo más de lo que cobra por trabajar y esa riqueza inmensa se queda siempre en manos privadas. Y en manos privadas se han quedado también el deportista, el espectáculo y el espectador, han perdido lo que es suyo, lo que siempre, desde el origen del hombre fue producto del trabajo. Así como se agota a la tierra para servir al negocio, así se acaba y se destruye al hombre amputándole sus actividades vitales. Se impone, pues, rescatar al deporte como patrimonio del pueblo trabajador, regresarle lo que es, lo que siempre ha sido suyo. Eso es precisamente lo que está haciendo el Movimiento Antorchista.

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