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Nobel de economía, salarios y lucha de clases

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El premio nobel de economía de este año ha despertado muchísimo más interés entre la población que en años anteriores.  La razón es clara: la investigación de los galardonados se centra en el mercado de trabajo. Desempleo y salario son temas inmediatamente relevantes para la mayoría de la población; mucho más que  el diseño de subastas o la teoría de contratos. En particular, la investigación de David Card, Joshua Angrist y Guido Imbens ha contribuido a responder a la pregunta de cómo aumentos en el salario afectan el nivel de empleo. En el comunicado oficial se afirma su investigación “desafío la sabiduría convencional” acerca de los mercados de trabajo. 

¿A qué sabiduría convencional se refiere? Simplemente a la teoría “mainstream” o “neoclásica” del mercado de trabajo, que afirma que el salario real se determina por la intersección entre la oferta y demanda de trabajo. En este enfoque, el desempleo involuntario solo es posible cuando el salario real es distinto del salario de equilibrio. La respuesta a la pregunta planteada al inicio es inequívoca: aumentar el salario mínimo (por encima del salario de equilibrio) reduce la demanda de trabajo y aumenta el desempleo involuntario. La consecuencia es que la demanda de los trabajadores por salarios más elevados va en contra de sus propios intereses. Esta idea, más o menos refinada o modernizada, sigue siendo la moneda de cambio de la clase empresarial ante de la demanda de salarios más elevados.

El trabajo de los nobel desafía esta idea al estudiar de forma empírica cómo responde el mercado de trabajo a diversos “choques”.  La idea puede resumirse de la siguiente forma: supongamos que una nueva ley determina el aumento un 20% en un lugar (país, estado, ciudad, etc.). ¿Cómo saber el efecto de este aumento sobre el empleo? Comparar el nivel de empleo antes y después del aumento no es adecuado, puesto que muchos otros factores además del salario afectan el nivel de empleo. La respuesta exacta solo se podría saber comparando el empleo en el mismo lugar cuando aumenta el salario y cuando no lo hace: pero esto es imposible, porque ese contrafactual no existe. Los galardonados desarrollaron metodología de los llamados “experimentos naturales” que consiste, básicamente, en encontrar a ese contrafactual que te permite comparar de forma consistente a grupos que se vieron afectados por el cambio (en este caso un aumento del salario) y aquéllos que no para estimar el efecto “causal” de una variable sobre otra. 

El trabajo de Card & Krueger (1994), que en gran medida inauguró este nuevo enfoque hacia los estudios del mercado de trabajo, analizó el efecto de un aumento del 19% en el salario mínimo en el estado de New Jersey. Para estudiar el efecto de esta política, los autores compararon la evolución del empleo en restaurantes de comida rápida antes y después del aumento en establecimientos de comida rápida de New Jersey (grupo de tratamiento) y el vecino de estado Pensilvania (grupo de control). La idea es que, dada la cercanía geográfica y similitudes económicas, la única diferencia entre los establecimientos de Pensilvania y los de New Jersey es que en estos últimos sí aumentó el salario mínimo, mientras que en los primeros, no. El estudio arrojó resultados sumamente robustos: el aumento en el salario mínimo no aumentó el desempleo en New Jersey en relación con lo sucedido en Pensilvannia. Desde entonces, miles de estudios han seguido enfoques similares y han encontrado más resultados que desmienten el modelo neoclásico y sus implicaciones con respecto al salario mínimo, al efecto de los sindicatos, del seguro de desempleo, entre otros. Podríamos decir que, desde entonces, el rechazo al simple modelo de oferta y demanda de trabajo se ha generalizado en el mainstream de la economía (aunque no así en los medios de comunicación dominantes). 

Hasta este punto, el carácter revolucionario del trabajo de los galardonados parecería estar fuera de discusión. En este punto, vale la pena hacerse las dos siguientes preguntas: ¿eran indispensables estos sofisticados métodos estadísticos para cuestionar efectivamente el modelo neoclásico del mercado de trabajo? Segundo, si su falsedad ha sido “demostrada” por esta ola de trabajos, ¿por qué eso no se ha traducido en políticas más favorables a la clase trabajadora? El mainstream de la economía responde con un sí rotundo a la primera pregunta, mientras que los economistas llamados “heterodoxos” lo hacen negativamente: desde muchísimo antes de estos trabajos se habían producido teorías alternativas y contradictorias del modelo neoclásico del mercado de trabajo. La idea según la cual subidas súbitas del salario necesariamente genera desempleo o inflación fue blanco de las críticas de Keynes en la Teoría General y de Marx en su clásico trabajo “Salario, precio y ganancia”, solo por mencionar dos de los más conocidos. 

La segunda pregunta es, por el contrario, mucho menos discutido por el mainstream de la economía. Algunos afirmarán que los avances de las últimas tres décadas de investigación aún no han sido asimilados por los llamados “tomadores de decisiones” (policymakers en inglés) y élites políticas, quienes siguen atrapadas en la ideología ochentera sobre la perfección de los mercados, incluido el de trabajo. Y aunque esto puede tener algo de cierto, no es la razón central. Para entender lo que está de fondo, vale la pena citar las palabras iniciales del texto de Carlos Marx mencionado previamente. En esta conferencia, Marx derriba lógicamente la afirmación de que la lucha de los obreros por mejores salarios va contra sus propios intereses. Como afirma el economista Julio Huato, en este trabajo Marx se adelanta a argumentos que serían desarrollados décadas más tarde. El desarrollo de los hechos tras la reducción de la jornada laboral y el aumento de los salarios confirmó los puntos fundamentales hechos por Marx. Pero más allá de su contenido económico, vale la pena analizar el objetivo de este trabajo, que queda claro en las primeras palabras del mismo:

“En el continente reina ahora una verdadera epidemia de huelgas y se alza un clamor general pidiendo aumento de salarios. El problema ha de plantearse en nuestro Congreso. Vosotros, como dirigentes de la Asociación Internacional, debéis tener un criterio firme ante este problema fundamental. Por eso, me he creído en el deber de tratar a fondo la cuestión, aun a trueque de someter vuestra paciencia a una dura prueba” (Marx, énfasis añadido)

Marx da la conferencia a los líderes de la Asociación Internacional de los Trabajadores, es decir, su trabajo va dirigido directamente a la clase obrera. Los esfuerzos de Marx no iban dedicados a convencer a las clases dominantes y a las élites políticas a su servicio, pues sabía que ellas nunca irían contra sus propios intereses. Si se habrían de conquistar mejores condiciones de vida para la clase obrera, sería obra de la clase obrera misma, y por eso ella debía entender conscientemente la falsedad de los argumentos en contra de su lucha inmediata y de largo plazo. 

Con esto, podemos esbozar una respuesta a la segunda pregunta y concluir este artículo. Allí donde los salarios y condiciones de los trabajadores empeoran o al menos siguen estancados, no es porque los “tomadores de decisiones” no hayan comprendido los más recientes descubrimientos acerca del funcionamiento del mercado de trabajo: es porque en el terreno de la lucha de clases, los trabajadores están siendo derrotados en todos los frentes por la clase dominante. Por lo tanto, aunque los estudios de los ganadores del nobel y los que les han seguido son bienvenidos en tanto nos ayudan a entender mejor el funcionamiento del mercado de trabajo, se vuelven estériles en tanto no cambie la correlación de fuerzas entre las clases sociales. Y esa sigue siendo la tarea principal. 

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