Hace algunos años me consideraba una feminista, pues desde esos tiempos para acá es casi inevitable relacionarte con el término, aceptarlo, apropiarte de él y sentirte parte del movimiento feminista que existe en casi todo el mundo. Aunque para ser sincera no entendía exactamente para dónde nos llevaría esa postura. En el camino encontré muchas variantes del feminismo: desde quienes entienden que el machismo es una manera natural, hasta aquellas mujeres que viven asustadas bajo la sombra de los hombres, considerando que son nuestros peores enemigos.
Me bastó leer una explicación muy concreta del problema y luego estudiar en las salas del Movimiento Antorchista, para saber que las mujeres y los hombres hemos nacido iguales, pero hemos sido separados por la propiedad privada.
Ojalá el respetable Federico Engels, me disculpe el arrebato de mi explicación, misma que es de una novata en proceso de educación. Pero quiero alzar la voz, haciendo uso de mi derecho, y con el compromiso que ocasiona, conocer una verdad. Misma que no puedo reservar solo para mí.
En la sociedad primitiva, misma que se caracteriza por ser nómada, vivir de la caza, y por la ausencia total de la propiedad privada y las clases sociales, es decir todo era de todos, lo que los situaba en condiciones de igualdad; las mujeres eran un ser humano valioso e indispensable, pues eran quienes concebían, alimentaban y cuidaban de los niños, hasta que podían valerse por sí mismos y cooperar con la tribu. Por tanto, su persona era respetada y valorada, y nadie se atrevía por ningún motivo a hacerle daño, por el contario se les protegía de todo mal, como a una joya valiosa.
Cuando los hombres se establecieron en un lugar fijo, dando paso al sedentarismo y hubo herramientas para producir, y más adelante producir en exceso, entonces existió la “propiedad privada”, la sociedad se segmentó y cada quien empezó a valerse por sí mismo, nació el concepto de “familia”, y dentro de esa pequeña célula nació la necesidad de engendrar más hijos que significaban más manos para trabajar las tierras y producir cada vez más. El hombre como el jefe y dirigente del trabajo, gana poder y autoridad sobre todo lo que le pertenezca, y en ese paquete incluye a la mujer elegida.
Allí es, donde empezaría el tormento de nuestro género, como un mal que al paso de los años se volvería atroz.
El papel de la mujer se vio reducido a una criada de la casa, una esclava que debía sujetarse a todo lo que dijera su dueño y amo, el hombre de la casa. Su único lugar para habitar era la casa, considerando un agravio salir de ella.
Muchos años más tarde logró salir de la esclavitud, pudo salir de casa y emplearse. Más tarde hacer valer su voz y poco a poco ir rompiendo cadenas. Sin embargo, su salida de casa, se sebe no al reconocimiento pleno de sus habilidades, sino a la falta que hacía en una sociedad capitalista, a la que solo le importa producir y producir. Fue así que logró insertarse en el campo laboral, pero siempre con discriminación en distintos niveles.
Hoy en día, revisando la historia podemos determinar que el género femenino ha logrado ganar muchas batallas, para ganarse el reconocimiento de sus opuestos y de sus iguales. Ahora las mujeres somos respetadas y valoradas hasta cierto punto, y dependiendo de la ideología predominante en cada país, pero falta mucho por hacer para llegar a la paridad en todos los contextos donde nos desarrollamos.
Pero creo que las luchas actuales por conseguirlo, no están considerando el problema de raíz, de donde proviene el machismo, los abusos de poder, los feminicidios y todo lo que conocemos hasta ahora. Marx y Engels lo dijeron sabiamente así: “la evolución de una época histórica está determinada por la relación entre el progreso de la mujer y la libertad, pues de las relaciones entre el hombre y la mujer, entre lo débil y lo fuerte, se desprende claramente el triunfo de la naturaleza humana sobre la bestialidad. El grado de emancipación femenina determina naturalmente la emancipación general”.
Es decir, el problema de raíz es estar sometidos a un sistema capitalista que determina un modelo económico rapaz, que arrastra todo a su paso, y nos envuelve en una inevitable lucha de clases, el rico que todo lo tiene en exceso y el pobre que casi nada tiene. La manera de producir actualmente es lo que determina los roles de hombres y mujeres y ambos son sometidos de manera casi imperceptible. En ese sentido, no es la lucha de géneros lo que debe acontecer en nuestra sociedad, sino la lucha de clases que donde sea se manifiesta si ponemos especial atención. No es en géneros en lo que estamos divididos, sino en clases sociales, y solo en dos: en ricos y pobres
Los hombres y las mujeres no somos enemigos naturales, sino complemento, los creadores de la humanidad. Al restar el binomio, la humanidad está condenada a desaparecer. Nos necesitamos, y nos necesitamos unidos en uno solo, para identificar al verdadero enemigo.
Cuando identifiquemos con claridad el problema, entonces daremos un gran paso hacia la igualdad. Los hombres son machos porque así han sido educados, las mujeres son sometidas porque así las han educado, y no es casualidad, sino una necesidad del sistema, un requisito del sistema capitalista.
Queridas y empoderadas mujeres las invito humildemente a analizar con la lente de la ciencia este fenómeno social que nos aqueja duramente, porque solo de esta manera encontraremos las causas y juntos podremos encontrar respuestas. No caigamos más en las múltiples artimañas del sistema que nos domina, no hay en el hombre maldad natural, sino personalidades creadas.
Los hombres y mujeres nos debemos unir en una sola lucha, la lucha de los sometidos contra nuestros verdaderos verdugos!
0 Comentarios:
Dejar un Comentario