MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Neoliberalismo changarrista

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He leído entre los economistas dominantes y entre los intelectuales orgánicos del sistema que el capitalismo mexicano no está lo suficientemente desarrollado. También he escuchado esta idea entre el pueblo que a veces, acríticamente, repite la expresión. Pero, ¿qué de verdad hay en esto?

En este breve texto quiero cambiar un poco la perspectiva dominante y argumentar que el capitalismo en su forma neoliberal ya dio lo que tenía quedar. En otras palabras, el neoliberalismo más rapaz en México ya alcanzó el grado de madurez que debió alcanzar históricamente, considerando todas las restricciones internas y externas. Me atrevo a hacer esta afirmación porque sé que el neoliberalismo aún puede ser profundizado en mayor grado, pero los efectos no serán diferentes. En una definición que se atribuye al físico Albert Einstein, estupidez es seguir haciendo lo mismo y esperar resultados distintos.

Marx elaboró en su obra cumbre, El Capital, una poderosa teoría del modo de producción capitalista. Está teoría se concibió para entender el proceso de desarrollo de las contradicciones capitalistas principalmente en Inglaterra, el centro del capitalismo mundial de la época, y quizá para el caso de los países de Europa Occidental. Sin embargo, este marco teórico, aunque sirve para explicar en términos muy generales otros contextos en ciertos momentos, hay especifidades en algunos lugares y regiones que no atrapa y para las que tenemos que relajar algunos de los supuestos más fuertes que se hacen en El Capital. Veamos el caso mexicano.

En El Capital se asume una relación solo entre trabajador asalariado y dueño de los medios de producción. También se asume que el salario del trabajador es el prevalente en el mercado. Sin embargo, en el contexto mexicano, el 23 por ciento de la población ocupada no recibe una remuneración por su trabajo de acuerdo a datos de Inegi. La población ocupada en el sector informal, es decir, aquel sector que no cumple con las regulaciones laborales es de 56.2%. Además, aun asumiendo cierto grado de centralización y concentración de capitales en la economía, es difícil ignorar que el 95 por ciento de las unidades económicas son microchangarros, es decir, que emplean a menos de 10 trabajadores, según datos de los Censos Económicos 2019. En estas unidades se encuentra ocupado al menos un tercio de los trabajadores. Todos vemos en nuestras ciudades y pueblos, calles repletas de tianguis y puestos en las calles que permanecen igual así pasen 5 o 10 años. Es decir, aun considerando que hay acumulación de capital en la economía, hay reproducción del “changarrismo”.

¿Significa esto que México no es un país capitalista o que el capitalismo no está lo suficientemente desarrollado? Para nada, mi tesis es que México es un país capitalista, porque la lógica de producción por la ganancia es la dominante, pero no es la única lógica. Para millones de personas, la lógica es sobrevivir, llevar el pan a la mesa sin importar el medio o la vía. Eso explica la reproducción no solo de las actividades de subsistencia, sino también, la reproducción de la violencia y la delincuencia como mecanismos de sobrevivencia.

Es claro que el capitalismo mexicano no es el del libro de texto. Más bien es un neoliberalismo que, como lo han descrito recientemente algunos teóricos de países pobres, racional o irracionalmente combina, por un lado, industrias altamente tecnificadas y conectadas con el resto del mundo y por el otro, reproduce un sector de subsistencia que apenas y sobrevive. Al final de cuentas el capitalismo periférico es el dominante en el mundo. Los capitalismos “sin changarros” son los menos; solo los podemos encontrar si acaso en Norteamérica, en Europa y algunos países de Asia en un mar de neoliberalismos de changarro, capitalismos incapaces de crear empleo para su población, ya no digamos explotarlos. Ya incluso la ONU alertó de los peligros de la informalidad laboral como desafío en el siglo XXI. Una población excedente sin empleo ni medios de subsistencia representa una amenaza para las clases privilegiadas.

Para entender mejor nuestra realidad, quizá sirva apoyarnos en otros desarrollos teóricos a partir de la teoría marxista en países del mundo pobre. En India, donde el sector informal representa al 80 por ciento de la población no agrícola, se han venido retomando los conceptos de producción capitalista y no capitalista. La primera opera bajo la lógica de la ganancia y la acumulación y la segunda, bajo una lógica de subsistencia.

En esta concepción, que también puede encontrarse en el mismo Marx una vez que relajamos los supuestos más fuertes, el capitalismo reproduce no solo a las actividades de acumulación o que buscan la ganancia sino tambien a las actividades de subsistencia. Las reproduce al reproducir una población excedente que no haya cabida en las empresas capitalistas, pero aquí no solo me refiero al ejército industrial de reserva sino tambien a una población sobrante que no es funcional al propio capital, mas bien representa un amenaza para su estabilidad.

Acumulación y subsistencia son dos caras de la misma moneda, de la misma realidad. Estas categorías no son rígidas, es decir, una persona o empresa puede operar bajo una lógica de búsqueda de ganancia y en otro periodo de tiempo puede caer en la economía de subsistencia, acorde con las cambiantes condiciones del mercado. O puede permanecer durante toda su vida en la economía de la subsistencia, como muchos campesinos o vendedores ambulantes, a quienes la muerte encuentra primero antes que un empleo formal en una empresa capitalista. El capitalismo reproduce la producción de subsistencia por dos vías muy generales. Una, por medio de la continua desposesión de la población de sus medios de trabajo, es decir, la apropiación legal o no de tierra, recursos naturales, recursos monetarios, etc. Y por otro lado, por la provisión de programas sociales como transferencias monetarias y, en general, la redistribución que el estado hace hacia las capas más empobrecidas. Marx habló en El Capital de la acumulación primitiva como condición necesaria para el surgimiento del capitalismo en Inglaterra. En esta nueva concepción, la acumulación primitiva no es cosa del pasado, sino que sigue ocurriendo a día de hoy, pues el capitalismo no se concibe sin el despojo continuo de poblaciones enteras. Lo trágico es que el capitalismo sigue separando a los productores directos de sus medios de trabajo, pero no les ofrece trabajo a cambio, generando una población excedente que tiene que arreglárselas para sobrevivir.

Las administraciones neoliberales, incluida la de Andrés Manuel López Obrador, han operado y operan bajo está lógica de querer acelerar el desarrollo capitalista, pero la historia ha comprobado que el capitalismo neoliberal ya dio lo que tenía que dar. El modelo neoliberal se implanta en México en la década de los ochenta. A partir de ahí se viene ola tras ola de las llamadas reformas estructurales, liberalizando la economía, abriendo la competencia a prácticamente todos los sectores, firmando tratados comerciales con cuanto país existe en el mundo. Todo esto para llegar a la nueva conclusión de que se requieren aún más reformas estructurales, aún más competencia, aún más apertura con el mundo, y así ad infinitum. Algún observador crítico alguna vez dijo que, si el libre mercado hacía rico a los países, México debería ser un país rico pues tiene firmados tratados comerciales con 50 países en el mundo y es reconocido como una de las economías más abiertas del planeta. El geógrafo Jamie Peck lo resume así: el neoliberalismo fracasa hacia adelante, es decir, con más liberalización, con más flexibilización, en suma, con más capitalismo.

Lo cierto es que el desarrollo histórico de los países no es unilineal. Esto es, hay muchas vías de desarrollo capitalistas y no capitalistas. Trotsky desarrolló una teoría muy influyente de desarrollo desigual que trataba de explicar las diferencias en el “progreso” que tomaban los distintos países en su ruta por la historia. Hoy contamos con la experiencia soviética, que nos muestra que no tenemos que pasar necesariamente por ciertas etapas para alcanzar el tan anhelado desarrollo económico. Ellos pasaron de un “protocapitalismo” a un socialismo avanzado económicamente en cuestión de generaciones. No estoy afirmando que repitamos la experiencia sovietica, sino más bien que hay muchos caminos al futuro y que no hay nada que esperar, más que prepararnos intelectualmente y conocer la realidad lo mejor posible. Al final de cuentas, es el pueblo consciente política y científicamente el que debe tomar en sus manos la construcción de su propio destino.

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