Las maquiladoras y sus gigantescas instalaciones con miles de obreros, se distribuyen a lo largo de la frontera entre México y Estados Unidos y llevan en su seno uno de los más temidos focos de contagio por el coronavirus. Solamente en Ciudad Juárez hay unas 320 de estas plantas industriales que emplean a cerca de 300,000 personas. Muchas de ellas ya han optado por apagar sus líneas de producción, pero un puñado aún se resiste. Con tanta resistencia como su poder económico se los permite, permanecen en operaciones, pero van cerrando, se dice, "a golpe de muertes".
El pasado 20 de abril, al menos 13 obreros fabriles en Ciudad Juárez habían muerto por covid-19, según datos de las autoridades locales. Sin embargo, en la actualización oficial de la cifra de muertos por la pandemia dada a conocer el miércoles 29 de abril, las autoridades informaron que nada más en Juárez, las víctimas fatales totalizan 64. Al respecto, existen estimaciones del propio Sistema Estatal de Salud, en el sentido de que la mitad de ellos, es decir, unos 32 fallecidos, son obreros de las maquiladoras.
Uno de estos primeros casos registrados fue un verdadero escándalo que exhibió a los capitalistas como insensibles al sufrimiento y a la muerte de sus propios asalariados. Empleados de la empresa Lear Corporation, planta Río Bravo en Ciudad Juárez, dieron a conocer la muerte de seis trabajadores compañeros suyos, que resultaron positivos al covid-19, el 9 de abril pasado. Ellos hicieron un paro laboral para exigir que la empresa tomara medidas de protección.
También el 9 de abril, y a grito abierto, los trabajadores de Foxconn se amotinaron en la planta de Juárez, en paro indefinido hasta que la empresa les resolviera si iba a cumplir con descansarlos con goce de sueldo. Ellos ya no querían seguir amontonados, exponiéndose al contagio.
También en Ciudad Juárez, obreros de seis maquiladoras, entre ellas Regal Beloit, TPI Composites, Norma Group, Electrocomponentes, Syncreon y Honeywell, suspendieron actividades en los turnos vespertino del miércoles 15 de abril y matutino del jueves 16, para exigir a los patrones que cerraran las instalaciones, porque que varios de sus compañeros habían contraído el Coronavirus y el resto corría (corre todavía) el riesgo de contagiarse e incluso de morir.
20 de abril. Empleados de Electrocomponentes de México, protestaron afuera de las instalaciones porque la empresa cerró por una semana y decidió pagar a los trabajadores solamente el 50% del salario y, por lo tanto, canceló de facto los bonos de puntualidad, de productividad y la prima dominical. Y mientras que no se sabe con precisión cuántos empleados contagiados de coronavirus hay en esta empresa, un obrero que pidió el anonimato dijo que "probablemente dos o tres personas" hayan caído en la infección, pero que sí hay más con síntomas similares.
En esa misma semana también, obreros se manifestaron afuera de las instalaciones de la maquiladora Edumex, en una protesta para demandar derechos laborales y el pago de salarios a trabajadores durante la pandemia.
El 21 de abril, falleció víctima del contagio, Gregoria, de 56 años, obrera de Electrolux, una maquiladora de capital estadounidense que no ha cesado su actividad a pesar del decreto de emergencia dictado por el Gobierno de México.
23 de abril, un puñado de trabajadoras se cubría del sol con un paraguas, mientras que la plantilla de obreros inconformes realizaba una protesta en Electrocomponentes, plantas 1 y 2. Si la empresa hubiera abierto ese día, ellas estarían trabajando a menos de un metro las unas de las otras. Apenas hace unos días les habían dado las endebles mascarillas que llevan, nada de guantes, y se van pasando de una en otra los arneses que fabrican, en estrecha cadena humana.
Pero la pregunta obligada es si los dueños de estas empresas industriales han pecado de insensibles, si han privilegiado el afán de seguir produciendo y ganando, en contra de la norma oficial que ordenó la suspensión de actividades no esenciales por la Secretaría de Salud y en detrimento de la salud y de la vida de sus empleados. "Se ordena la suspensión inmediata desde el 30 de marzo hasta el 30 de abril de actividades no esenciales en los sectores público, privado y social", dijo el comunicado oficial. Las actividades que continuarán en funcionamiento serán las laborales y administrativas del sector salud, público y privado, y las involucradas en la seguridad pública y la protección ciudadana, la producción y distribución de alimentos, de combustibles y de medicamentos y equipo médico. Las maquiladoras no se encuentran en estos supuestos.
Ah, pero hay presiones desde muy arriba y desde muy afuera: Estados Unidos presionó el martes 21 de abril a México, para reabrir sus plantas maquiladoras de la frontera, ya que "son parte fundamental de la cadena de suministro" estadounidense, incluidos contratistas de Defensa, a medida que más empleados organizaron huelgas y protestas en las instalaciones por temores sobre el coronavirus. Christopher Landau, embajador de Estados Unidos en México, fue el encargado de esta sucia labor en favor de las gigantescas corporaciones ligadas al armamentismo que invade países a lo largo y ancho del mundo. El señor diplomático lanzó una campaña en Twitter pidiendo medidas para mantener intactas las cadenas de suministro. Al respecto, el presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE) en Chihuahua, Francisco Santini, indicó que la industria maquiladora es considerada como una de las actividades esenciales en Estados Unidos, y puso como ejemplo, el producto aeroespacial que requiere el Departamento de Defensa del país vecino. Recordó que en Chihuahua se elaboran diferentes equipos del área aeroespacial, como los arneses de los aviones, los interiores y los sistemas de seguridad que se usan para armar aviones, ya sea para el Ejército o para la Armada de Estados Unidos.
¿Así o más inhumano e injusto, así o más egoísta? Ya quedó en evidencia que el capital sólo procura su reproducción y engrandecimiento, a costa de lo que sea. A costa incluso de las vidas de los obreros y del bienestar de sus familias, que para ellos son igual de desechables que el papel sanitario. La única opción que la queda a la clase obrera es perder el miedo histórico que en México le ha impedido pasar a la etapa en la que supera el dominio del sindicalismo charro y entreguista. Ahora sigue la etapa de constituir sindicatos revolucionarios y organizaciones que los representen en toda la extensión de la palabra y que, junto con todo el pueblo trabajador, se decidan a tomar el poder político de la nación.
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