Desde el arribo de Morena y la “Cuarta Transformación” al poder, con López Obrador y sus seguidores, las promesas de hacer de México un mejor país para vivir fueron solo un cuento de la megalomanía del hoy expresidente.
Uno de los temas más apremiantes para los mexicanos, que me obliga a hacer una reflexión, es, sin duda, la salud pública, un derecho establecido en nuestra Constitución y en las leyes que de ella emanan.
Desde el arribo de Morena al poder, 15 millones de personas más han quedado sin acceso a la salud, reflejando el fracaso del sistema sanitario que prometió ser como el de Dinamarca.
En un país donde el acceso a la salud debería ser inalienable, la realidad es otra. Usted recordará que, a pesar de que el gobierno federal anunciaba cada año, con bombo y platillo, que nuestro sistema sería igual o mejor que el de Dinamarca, esa promesa nunca se cumplió.
De acuerdo con el Coneval, las carencias de salud afectan a 36 millones de mexicanos, lo que representa un aumento considerable si consideramos que en 2018 eran 21 millones los que sufrían la falta de acceso a servicios médicos.
Es decir, desde el arribo de Morena, 15 millones de personas más han quedado sin cobertura de salud. Los datos son duros, pero reales: el programa de salud “insignia” de la 4T fracasó.
Según la Organización Mundial de la Salud, el exceso de mortalidad en México en 2020 y 2021 fue de alrededor del 55 %, derivado del covid-19 y de la mala gestión de la pandemia. Esta situación no solo pone en riesgo la vida de millones de personas, sino que también expone las fallas de un sistema que se dice comprometido con el “bienestar”, pero cuya realidad es otra: el acceso a la salud en México es limitado, insuficiente y, además, enfrenta un grave desabasto de medicamentos.
Millones de mexicanos sufren las consecuencias de un sistema fallido y un gobierno ineficiente, que ha dejado a la población lidiando con la falta de infraestructura adecuada, escasez de personal médico y, ahora más que nunca, una alarmante falta de medicamentos esenciales.
Las consecuencias de esta crisis son devastadoras. Pacientes con enfermedades como diabetes, hipertensión, cáncer o VIH quedan en una situación extrema de vulnerabilidad, pues no sólo se agrava su salud, sino que también se pone en riesgo su vida.
Entonces, ¿tenemos en México un sistema de salud como el de Dinamarca? ¿Es un derecho garantizado para todos o un lujo accesible solo para unos pocos? Señora presidenta Claudia Sheinbaum, no crea que usted no tiene responsabilidad en esto, pues ahora, con la fallida fusión del IMSS-Bienestar, la situación se agrava aún más.
Hace unas semanas, medios locales de Atlixco informaron sobre el caso de un hombre conocido como Chayanne, quien acudió a un hospital del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y murió en la vía pública poco después de que se le negara atención especializada. Su cuerpo fue llevado a un anfiteatro de la región. Sí, así como lo lee.
Este lamentable caso, como muchos otros que ha documentado la prensa, causó indignación en la sociedad. Es doloroso e inaceptable que, por no estar afiliado al IMSS, te nieguen el derecho a la salud. No cabe duda de que la cruel y fría realidad está muy lejos del discurso de “Primero los pobres”.
La falta de acceso a la salud y la escasez de medicamentos en México son problemas que demandan atención urgente y soluciones efectivas. No se trata de un simple eslogan ni se resuelve con la entrega de tarjetas o con demagogia barata.
El derecho a la salud no es un lujo, sino un derecho constitucional que nos pertenece a todos. Desde aquí, hago un llamado enérgico a la presidenta Claudia Sheinbaum para garantizar el acceso estricto y sin distinciones a la salud.
Si no actuamos para transformar nuestra realidad, seguiremos tropezando con la misma piedra. Organicémonos y luchemos por la vida sana y digna que los mexicanos merecemos. Es ahora o nunca.
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