El pasado viernes 3 de marzo, nuestro país entró en el centro del huracán mediático por el secuestro de cuatro turistas estadounidenses en Matamoros, Tamaulipas, al saberse esto rápidamente se movilizaron autoridades nacionales motivadas por la condena inmediata de la Casa Blanca, movilización que también involucró al FBI y una recompensa de 50 mil dólares de por medio; cuatro días después dieron con su paradero, lamentablemente dos de ellos ya habían muerto y uno de ellos estaba herido de tres disparos en en una de sus piernas. La condena, que de por sí se perfilaba a ser generalizada, ha tomado dimensiones diferentes, entre las que se encuentran serias amenazas a la soberanía de nuestro país por parte del imperio norteamericano, mientras que la 4T permanece somnolienta ante el amago y la brutal violencia que azota a México día a día.
Tamaulipas se ha convertido en uno de los estados más inseguros del país, hecho que no ha empeorado con la administración morenista del gobernador Américo Villarreal, hecho que se demuestra en los terribles actos de violencia que cada semana se reportan en los medios; no hace mucho -el 26 de febrero- se reportaba que cinco jóvenes fueron asesinados por elementos del Ejército Mexicano sin que hasta el momento haya una versión clara de si se trataban de delincuentes o no. El mismo día del secuestro de los estadounidenses, una mujer totalmente inocente fue asesinada por quedar en medio del fuego cruzado de una riña entre cárteles rivales, estos y muchos más incidentes no son más que una pequeña porción de todo lo que viven los matamorenses y tamaulipecos día a día mientras son ignorados por el gobierno estatal y federal. No obstante, el problema no fue de relevancia hasta la advertencia de Estados Unidos, quienes, dicho sea de paso, no están interesados por la seguridad de sus ciudadanos o de los mexicanos.
Aunque los hechos de los últimos días aún no son del todo claros, como el objetivo del viaje de los estadounidenses y el por qué del ataque, las reacciones no se han hecho esperar; el 9 de marzo, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden “colocó en la cancha del Congreso, en especial de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes, la pelota de la lucha contra el fentanilo procedente de México, con una petición presupuestal de 345 millones de dólares en equipo de detección y nuevas tecnologías para la detención en drogas sintéticas en la frontera sur” (milenio.com, 9 de marzo de 2023), esta declaración parte de una estrategia para culpar a otros países de la fabricación y distribución de esta droga -como lo hacen con China- e ignorar a los verdaderos beneficiados de este fenómeno, las farmacéuticas y élites de EE. UU. quienes ve una mina de oro en el control del mercado de los opiáceos y olvidan también que los principales proveedores de armas del narcotráfico también son de origen norteamericano .
Por su parte, “senadores republicanos de los Estados Unidos anunciaron este miércoles que presentarán un proyecto de ley que promueve declarar a esos cárteles del narcotráfico en México como organizaciones terroristas… De acuerdo con los legisladores Lindsey Graham y John Neely Kennedy, el objetivo de esta propuesta es poder activar más mecanismos contra ellos, como autorizar que el Ejército de EEUU pueda intervenir y combatir a los grupos del narco, incluso en territorio mexicano.” (infobae.com, 8 de marzo de 2023), añadieron además, que el punto de inflexión es la crisis del fentanilo, que le quitó la vida a más de 71 mil estadounidenses el año pasado. Esta declaración también destaca por Graham, que es fanático de intervenciones militares como la de Siria y sus propuestas rabiosas contra Rusia.
La respuesta por parte del lado mexicano se ha dividido en dos, los que abrazan abiertamente la idea de una “ayuda extranjera”, representado el sector más conservador y rancio conservador de la derecha. “El presidente de la American Society of Mexico, Larry Rubin, aseguró que México ha necesitado la ayuda de Estados Unidos desde hace mucho tiempo para combatir a los cárteles del crimen organizado. Y advirtió que más allá de la política, se trata de un tema de supervivencia. «Si Estados Unidos está dispuesto a ayudar a México, pues qué mejor que tener esta ayuda que muchos otros países quisieran tener»”. Al parecer para Rubin es envidiable la “ayuda” recibida en países como Siria, Libia, Afganistán o Irak, que aún después de décadas siguen sin poder recuperarse, sumidos en la miseria y la inestabilidad política y social, carentes de soberanía y libertad para sus habitantes.
El otro sector se ubica entre los que rechazan la intervención, destacando la libertad y soberanía mexicana; entre ellos dice estar el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), que hizo uno de sus espectáculos recurrentes en la mañanera del 9 de marzo; contestó que México “no es un protectorado de Estados Unidos ni una colonia de Estados Unidos. México es un país libre, independiente, soberano. No recibimos órdenes de nadie”. Lo que algunos de ellos se olvidan es que México vive de facto la dominación imperialista, no militar, si no a través de un dominio económico, ideológico, comercial y financiero, que nos ata y somete a nuestro vecino del norte, por lo que las declaraciones del presidente no son más que una pantomima para ponerse como defensor y héroe del país, mientras usa al ejército y la Guardia Nacional como muro anti inmigrantes y deja que México se desangre con una estrategia de seguridad carente de sentido.
La defensa de la soberanía sí se tiene que hacer, pero no con declaraciones vacías de un gobierno sumiso, se deben de hacer por parte del pueblo, que defienda con uñas y dientes su libertad y su patria, un proyecto de verdadera raigambre popular con una unidad indisoluble que debe preservarse y acrecentarse a toda costa, que no sólamente detenga una intervención armada, sino que garantice su libertad económica, ideológica, comercial y financiera. Está en manos del pueblo
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