Recuerdo algunos comentarios de la gente cuando se acercaba algún proceso electoral y máxime si era el cambio de presidente de la República, uno de ellos, Juan Solís mi maestro de Ciencias Sociales oriundo del municipio de Jalpa: decía que el Partido Comunista Mexicano algún día gobernaría a México y pondría en práctica un programa de gobierno en beneficio de la clase proletaria, otros sostenían que lo correcto era seguir apoyando a los candidatos emanados de la Revolución Mexicana.
Antes había interés de la gente en comprender la ideología del partido político, sus propuestas y la calidad de sus candidatos, pero eso ya no existe. La teoría marxista sobre los partidos políticos sostiene que estos no son otra cosa que la conciencia organizada de una clase social que lucha por la conquista del poder para lograr convertir en programa de gobierno los intereses políticos, económicos y sociales a la cual representa.
Esta teoría fue desechada hace mucho por teóricos, politólogos y dirigentes de partidos, con ella se tenía la ventaja que obligaba a definir a su militancia política, trataba de reflejar en sus programas con la mayor fidelidad posible los intereses generales de dicha clientela y a procurar cierta consecuencia mínima en la elección de sus representantes. Siendo así, se veía en campañas a lo mejorcito de cada partido político y en muchas de las veces alguna obra producto de esas promesas se hacían realidad.
Ahora todo está ocurriendo de otra manera, ya no importa la ideología, ni formación ni experiencia, es particularmente ilustrativa en ese sentido la selección de candidatos para los puestos de elección popular que están llevando a cabo los distintos institutos en la cual, lo que menos priva es la congruencia entre los intereses que se dicen representar y la naturaleza social, económica e ideológica de los candidatos.
Hoy ya no se trata de concientizar a la gente, de hacerla reflexionar seriamente sobre el programa, sobre los planteamientos de fondo del partido, de hacerla reconocerse, mediante un esfuerzo intelectual inducido por el propio instituto y sus candidatos, se trata, más bien, de deslumbrarla, de manipularla mediante la selección de personajes de la farándula, artistas o deportistas que atraigan el voto de ciudadanos mediante mecanismos subliminales que nada tienen que ver con la honradez y la congruencia política.
Así el acto más trascendente en la vida de un ciudadano se convierte en un espectáculo barato de ingeniosidades, yéndose por cosas superficiales y de mala calidad, por eso el sistema usa a “Kiko”, a “Paquita la del Barrio”, a “luchadores” y artistas que pretenden llegar algún puesto en la próxima elección olvidando a qué clase social aspira a representar y se ha desatado una verdadera competencia por atraer clientela electoral al precio que sea.
Pero eso no es todo, hace unos días el presidente López Obrador al ver que las vacunas no tendrán el efecto esperado para los candidatos de Morena por la poca población inoculada anunció que el apoyo a la tercera edad sería al doble a partir del mes de julio y bajar la edad de 68 a 65 años. Estos programas que son pagados de los impuestos de todos los mexicanos se están convirtiendo en los sacos de pepenadores de votos en beneficio de los candidatos de la 4T lo que evidencia su carácter inviable, demagógico y clientelar.
Por eso, invito a mis posibles lectores de Zacatecas a analizar el historial de los aspirantes y a votar por los candidatos antorchistas como Osvaldo Avila Tizcareño, candidato a presidente municipal de Guadalupe que tiene trabajando 16 años con la gente, así mismo por César Ortiz, quien busca dar continuidad a los proyectos que emprendió como alcalde y con los que rescató a Trancoso de viejos cacicazgos que lo sumieron en el atraso de al menos unos 20 años y dar la espalda a los de Morena que no ofrecen nada nuevo, más que el repartir dinero y nada dicen de crear obra pública nueva y mejorar servicios públicos que es lo que genera desarrollo entre la gente.
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