El seis de junio, el Movimiento Antorchista Nacional tiene estipulado como el Día de los Mártires Antorchistas, nombre con el que designamos a todos los hombres y mujeres que han entregado su vida en la lucha por la emancipación de los pobres de México. Aquellos que dieron hasta el último aliento para defender la causa de nuestra organización, y que hoy, nosotros, seguimos luchando.
Los que murieron por Antorcha siguen vivos en cada antorchista que se niega a vivir bajo este sistema de explotación.
Nuestros mártires, los de los pobres de esta patria, nos han enseñado que aún falta mucho por hacer y que es tarea de todos los que seguimos en pie continuar esta labor: concientizando, educando y organizando al pueblo mexicano para que, en su momento, llegue al poder y desde ahí transforme el modelo económico que impera, así como las condiciones paupérrimas en las que vive.
A lo largo de estos 50 años de vida, Antorcha ha entregado a la lucha del proletariado luchadores que defendieron con su vida el proyecto de una nueva sociedad. Hoy, los antorchistas mantenemos su legado como una bandera en alto, honrando su memoria no sólo con el recuerdo, sino siguiendo su ejemplo y contribuyendo para que esta lucha alcance su meta.
En estas cinco décadas, no sólo hemos transformado colonias, sino también las mentes de hombres dispuestos a encabezar la batalla por un cambio de modelo económico, ya obsoleto, hacia uno justo y equitativo que garantice una vida plena para todos.
En esta trayectoria, muchos hermanos han caído, y este 8 de junio los recordaremos como los imprescindibles, a quienes nunca olvidaremos y honraremos con nuestro trabajo y abnegación.
Nosotros, los antorchistas conscientes, hemos entendido que no basta sólo con recordar; es más grato y honesto trabajar en el proyecto que ellos se plantearon y que hemos compartido toda una vida.
Para nosotros, es indispensable mantener vivo su legado en cada colonia, pueblo o ciudad, contribuyendo a su ejecución y glorificando su recuerdo con más trabajo y lucha. Así demostraremos que su muerte no fue en vano y que hoy viven en cada uno de nuestros corazones, que su sacrificio mantiene encendida la llama de esperanza y de la lucha que hemos llamado Antorcha.
Los nuestros, los que murieron por Antorcha, siguen vivos en cada antorchista que se niega a vivir bajo este sistema de explotación, en quienes nos rebelamos contra las injusticias de este y otros gobiernos que sólo ven en el pueblo un voto. Por eso, hoy es motivo de aliento, coraje y lucha el reforzar nuestra entrega por una vida justa, por una nueva sociedad, por la que soñaron nuestros hermanos y por la que, estoy seguro, todos seguiremos luchando.
Recordemos a nuestros hermanos caídos con nuestro trabajo, con nuestra firmeza en la lucha y con la convicción de que una vida mejor es posible y necesaria. Así lo hubieran querido ellos; estoy seguro.
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