En una de las gasolineras del sur de esta ciudad. Dos menores, uno de 8 o 9 años y una niña como de 4 se acercaban a pedir dinero o comida a los automovilistas que surtían de gasolina a su vehículo. Su aspecto era de miseria, ya que iban vestidos con harapos y calzando unos tenis sucios y rotos. Su complexión delgada nos daba cuenta de su estado de desnutrición. Juntando sus manitas como rezando se dirigían a los choferes pidiendo limosna, quienes mostraban indiferencia. Pedían y suplicaban a los dueños de los carros su atención y auxilio, pero no los escuchaban y mucho menos les brindaban algún apoyo, cansados probablemente de pedir sin recibir respuesta y con el semblante triste; se fueron a sentar bajo la sombra de un arbusto, yo que me encontraba en ese lugar, vi que el niño lloraba tapándose el rostro con sus manitas sucias y llenas de costras; y me acerqué hacía ellos, quienes me miraban en forma hosca y retadora, sobre todo el pequeño, y pensé cuanto decoro de estas almas tiernas que aún en medio de su desgracia, tienen una gran capacidad de rebeldía en contra de lo mal que viven. Traía unas monedas y les dije que, si no querían comer algo, que los invitaba, y aceptaron.
Los llevé a comer unos tacos de harina que vendían cerca de la estación de servicio y comieron con mucha avidez, atragantándose, muestra de que no habían probado bocado alguno ese día. Ya saciando un poco su hambre les pregunté por sus padres y me dijeron que sólo tenían mamá que trabajaba de doméstica y que llegaba hasta por la noche a su domicilio, que trabajaba casi todo el día, y sólo hasta que llegaba les daba de comer. Esta es sólo una imagen de lo que viven y sufren miles de familias potosinas que no saben que comerán el día de mañana; cómo atenderán su salud, que vestirán; llevar a los niños a la escuela o ponerlos a trabajar por lo mal que vivimos por los efectos de la pandemia, el desempleo, la crisis económica, la inflación, etcétera. Pero una situación grave que viven y padecen cientos de miles de los potosinos, es la falta de alimentos o acceso a la canasta básica para tener los nutrientes mínimos y garantizar la sobrevivencia de un ser humano.
A nivel nacional respecto a la capacidad económica que tienen los mexicanos para llevar el pan a casa en los últimos años, se tuvo una reducción de 1.3 puntos porcentuales del 2008 al 2018. En San Luis Potosí fue del 3.5%, y ocupamos uno de los últimos lugares en la capacidad de satisfactores para obtener una adecuada alimentación, nos ubicamos en el número 24 de las 32 entidades del país. Datos del Informe de Pobreza y Evaluación del Coneval.
Otro dato más del Coneval. De los 520, 300 potosinos que nos mantenemos en la línea de pobreza registrada en los últimos años, 194, 000 se encuentran en las cifras de Inseguridad Alimentaria Severa. En estos registros de pobreza y alimentación uno más, el Observatorio Indígena detalla que 423, 900 niños indígenas potosinos tienen algún grado de desnutrición y afecta a su desarrollo.
En medio de esta situación de pobreza y falta de apoyo para que los mexicanos y también los potosinos tengan una alimentación adecuada; el gobierno federal cerró los comedores comunitarios a donde acudían familias en situación de vulnerabilidad para llevarse un bocado diario, igual, recientemente se cancelaron las Escuelas de Tiempo Completo en todo el país, lugares donde más de 3 millones de niños se les proporcionaba un desayuno o comida, y que para muchos de ellos era su único alimento del día por la situación de pobreza de su familia.
La pobreza, el desempleo, la inflación (del 2.28% según datos del INEGI) generada por el incremento a los productos de la canasta básica y a las gasolinas, están llevando a los sectores sociales más depauperados de nuestra sociedad a una mayor miseria y hambre, como hace décadas no se presentaba en nuestro país. Y se ve con más claridad que los programas y becas del Bienestar Social del gobierno federal, nada aportan para que la gente salga de su situación de pobreza y que tenga garantizado el alimento diario en casa.
Ya se escuchan los gritos de los estómagos vacíos en todo el país y en la entidad, gritos de inconformidad y rebeldía, y espero que sea para bien, para que los marginados se hagan escuchar y luchen por lo que por derecho les corresponde. El hambre y necesidad también es revolucionaria.
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