En lo que va de este año, peligrosos e impresionantes incendios forestales y urbanos en el norte del país han puesto en riesgo la vida, seguridad y el patrimonio de los habitantes de amplias áreas devastadas, sobre todo, como siempre, la de los más humildes, que son quienes terminan pagando los platos rotos. Aunque parezca que los efectos de los incidentes ecológicos afectan a todos por igual, no es así. Veamos.
Hoy estamos viviendo, por ejemplo, las consecuencias del deterioro ambiental: el cambio climático, la extrema sequía e intensos calores, los cuales, según pronósticos, alcanzarán récords históricos en el país este año.
Las condiciones no son las mismas aunque habitemos la misma zona, pues la ubicación da características ventajosas o desfavorables según el caso, y más aún la infraestructura con la que cuentan, como la urbanización, los servicios o la proximidad de fuentes contaminantes.
La inmensa mayoría padece las desgracias porque esa mayoría pertenece a la misma clase social, es decir, al pueblo, a los pobres, a los trabajadores, los cuales vivimos casi siempre en la periferia de los centros poblacionales, donde se carece hasta de lo más elemental, como los servicios públicos básicos de agua y luz, los medios de transporte o la presencia de un médico al cual recurrir en caso de emergencia, por lo que se ceban sobre nosotros todos los males de la miseria.
Hoy estamos viviendo, por ejemplo, las consecuencias del deterioro ambiental: el cambio climático, la extrema sequía e intensos calores, los cuales, según pronósticos, alcanzarán récords históricos en el país este año. Nos hace víctimas porque no tenemos agua suficiente, ni siquiera muchas veces en cantidad mínima para cubrir necesidades elementales, ni tampoco sistemas de enfriamiento o la posibilidad de pasarnos la temporada fuera de las zonas afectadas.
“¿Y qué esperaban?”, dirán los encargados de manejar los recursos públicos por pagos de impuestos o por los recursos naturales propiedad de los mexicanos, es decir, el gobierno.
“Si el agua no es un recurso renovable y la temperatura atmosférica no se restringe a un país”. Sin embargo, algo se debería estar haciendo para prevenir y corregir la inminente catástrofe que se nos viene encima.
Por ejemplo, la puesta en marcha de un plan hídrico de envergadura y trascendencia nacional que abarque, para empezar, una región completa, para lo cual debieran servir el PEF, de tal suerte que se evite el desperdicio y se garantice la optimización del recurso, su captación y aprovechamiento. Pero, en vez de eso, tenemos cosas como la desaparición del Fonden y la cada vez más raquítica inversión en educación, investigación científica y tecnológica, que de mucha utilidad serían para intentar resolver de manera científica el problema, así como en obra pública y servicios para la población.
Todo para fortalecer los programas clientelares de apoyo directo, como las becas de cualquier tipo, cuyo efecto demagógico y electorero es imposible de ocultar.
Vea usted si no. Ahora resulta que hasta los brigadistas combatientes de incendios forestales, trabajadores de la Semarnat, tienen que protestar públicamente frente a la dependencia para que les den el equipo necesario por parte de la Conafor.
Esto asemeja, como dos gotas de agua, lo acontecido en el sector salud, en el cual no hay medicinas, ni insumos, ni condiciones para los trabajadores de esa área y que hace agua por todos lados, al igual que el de los bomberos, quienes exhiben constantemente el abandono en que los mantienen las autoridades, a pesar de la gran importancia social de su labor.
El gobierno de la 4T, por lo que se ve, no cuenta siquiera con una estrategia verdadera para combatir en serio el problema. No hay alguna aportación significativa a nivel regional o nacional, mucho menos de calado en el concierto de las naciones. Y no es que antes sí lo hubiera, sino que el problema crece y es más grave porque quienes pelearon tanto y tan ferozmente por estar al frente del gobierno dijeron que ellos sí acabarían con los problemas y sacarían al toro de la barranca, pero todo se ha venido agravando.
Ahora está claro que engañaron al pueblo, el cual, si quiere corregir el rumbo y comenzar a construir una sociedad mejor para todos, debe escarmentar y despertar de la ilusión en el mesías. El pueblo se revoluciona a sí mismo, construye su propia organización y se lanza con inteligencia y conciencia a conquistar el poder político, arribando por su propio impulso a la auténtica democracia como la mayoría que representa, o seguirá siendo víctima de sus propias ilusiones.
Tener la lumbre tan cerca debiera despertarle su conciencia de clase pobre y trabajadora, creadora de la riqueza social, la cual sigue esperando por una distribución más justa y equitativa, a la que tenemos derecho todos los mexicanos sin excepción.
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