MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Lo que puede hacer el pueblo mexicano ante las contingencias

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Todos los mexicanos, en particular me dirijo a mis compañeros antorchistas de Campeche y de todo el país, debemos aprender de las tragedias que nos ocurren. No solo lamentar o dolernos de la tragedia propia o ajena, sino revisar a detalle y aprender, como experiencia para tomar nuestras prevenciones en el futuro.

Los desastres naturales, tales como las sequías, inundaciones, terremotos o como el huracán John que azotó en días pasados con saña al pueblo de Guerrero y dejó a su paso quién sabe cuántas víctimas fatales (se reconocen oficialmente veintinueve, hasta el momento), no se pueden controlar, mucho menos evitar.

Antes, al contrario, todo parece corroborar que, debido a la acción del hombre que ha perturbado a la naturaleza, los desastres naturales atípicos, anormales, serán cada vez más frecuentes, mayores y más desastrosos.

Los trabajadores somos 100 millones de los 130 que conforman nuestro pueblo; esa fuerza es descomunal y, si nos unimos, seremos capaces de hacer mucho más para prevenir, salvar vidas y reconstruir.

Por lo pronto, así sucedió el año pasado con el huracán “Otis” que fue el primero en la historia conocida que evolucionó en menos de doce horas de tormenta tropical al poderoso y mortal categoría cinco que era cuando golpeó a Guerrero. “John” también evolucionó en pocas horas a categoría tres, además de casi estacionarse en su paso, como “queriendo” hacer más daño, y arremeter dos veces al continente, provocando, además de los daños directos por la fuerza de los vientos, el veinticuatro de septiembre y los siguientes días, muchos otros daños con la crecida de ríos, inundaciones, deslaves, etcétera.

Lo mismo se puede decir de todos los meteoros que causan severos daños a las cosas, salud y vida de los mexicanos: no podemos evitarlos ni reducir su fuerza, modificar su trayectoria o fecha de aparición, ni nada de eso; nadie tiene la culpa de que sucedan y hagan daño.

Lo que sí podemos hacer, cualquiera lo entiende, es solamente vigilar antes de que suceda con el apoyo de la ciencia y la tecnología, prevenir, advertir a quienes se deba, tomar medidas para salvar cosas y vidas y, después del fenómeno, atender la salud y vida de quienes hayan resultado afectados y ayudar a todos a recuperar la normalidad.

Puesto que esto es todo lo que los humanos podemos hacer, ya son muchos años de experiencia en los que se han creado estructuras y establecido protocolos para antes, durante y después de las probables contingencias; nada se debe “adivinar” en ese sentido, y nadie puede decir que no sabía o que lo agarraron durmiendo, por lo que, aquí sí, se puede y debe revisar en dónde se está fallando, qué omisiones o acciones insuficientes se están tomando para corregir. 

No se trata de buscar culpables, sino de encontrar fallas para corregir. Estamos hablando no de cuestiones políticas, ni de encuestas o elecciones, sino de salvar vidas.

Además, todo protocolo y sistema se puede constantemente mejorar, afinar, poner al día y hacer, así, que esos desastres naturales nos afecten lo menos posible y nos recuperemos pronto de sus efectos negativos. Todos los antorchistas y todos los mexicanos humildes lo podemos y debemos entender.

Pero hay que detenernos a pensar mejor. Es mucho lo que se tiene que revisar y corregir, en TODOS los aspectos del problema (en todos en los que sí podríamos intervenir y modificar), de manera que en este espacio no se puede agotar, yo solamente quiero enfocar UN aspecto del problema.

La importancia de la fuerza del colectivo del pueblo trabajador.

Todos sabemos, pues todos de un modo lo hemos vivido en carne propia, o nos hemos enterado en los medios de comunicación, la importancia y trascendencia de la participación activa, fraterna y colectiva de los mexicanos en las tragedias que han azotado a una parte de nuestros hermanos, así sean del otro lado del país, y hasta en otras naciones.

Los ejemplos son innumerables, y por mencionar algunos, van desde la acción masiva de la gente para remover escombros y rescatar personas, hasta el acopio de víveres, agua, medicamentos y demás consumibles para llevar a las gentes en desgracia.

De eso es claro y tradicional ejemplo el pueblo mexicano, claro, con sus infaltables excepciones de personas egoístas que no ayudan y hasta consideran una debilidad la solidaridad y el decoro, pero también con notables ejemplos de fraternidad y hasta heroísmo.

Los trabajadores somos 100 millones de los 130 que conforman nuestro pueblo, esa fuerza es descomunal y, si no hemos hecho más, a pesar del gran esfuerzo de quienes con decoro creemos en la fraternidad, es porque seguimos desunidos, desorganizados y ayunos de nuestros derechos, de la fuerza que tenemos y de lo que podemos y debemos hacer.

De todos modos, en los momentos de necesidad, sólo los humildes sabemos dar la mano con solidaridad a quienes nos necesitan, porque sabemos que algún día los vamos a necesitar.

Ahora, piensen ustedes, compañeros antorchistas y amigos, lo que seremos capaces de hacer si nos unimos en acción y fuerza no sólo para ayudar, sino para prevenir y corregir, para usar la ciencia y la técnica, y hacer que estos desastres cada vez nos agarren menos inadvertidos, más capaces de prevenir, salvar vidas, rescatar personas, levantar a los pueblos, reconstruir carreteras, puentes, redes de electricidad, llevar agua, etcétera.

Pero también podemos hacer que nuestra gente tenga mejores viviendas, mejor construidas, que no se caigan por falta de cimientos, por estar en las faldas de los cerros, en cinturones de miseria o aplastadas por un árbol; que haya suficientes refugios y la seguridad y vigilancia para que haya también la confianza de abandonar el hogar propio temporalmente para salvar la vida. Podemos buscar que haya suficientes instalaciones, instrumentos y personal de salud, medicamentos para que TODOS tengamos acceso a la salud de calidad y la gente no se muera a las puertas de los hospitales o porque en el hospital central no hay catéteres, ni sangre para transfusión, ni ambulancias para llevar a los hospitales de especialidades.

Asimismo, podemos asegurarnos de que existan los recursos para levantar las ciudades y los servicios, ayudar a los más necesitados y urgidos, sin importar nada más que su tragedia y nuestro deber de ayudarles, y que esos recursos estén disponibles y no dependan de la buena (o mala) voluntad de tal o cual político, etcétera.

Pues todo esto, compañero y amigo, no es un sueño o una alucinación de quienes no tienen nada que hacer, sino que es posible. Y no sólo es posible, sino que es urgente y tan lo es que es la razón de existencia de nuestra organización, nuestra verdadera misión.

Para lograrlo se deben cumplir dos requisitos: que el pueblo trabajador esté real y permanentemente organizado y unido; y que tenga en sus manos el poder de la nación para hacer con los recursos humanos, institucionales, técnicos y financieros del poder público lo que quienes hoy lo tienen no han podido o no han querido hacer bien.

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