Haría bien el pueblo mexicano al recordar que, en campaña, el ahora presidente Andrés Manuel López Obrador prometió poner en marcha un sistema de salud de primer mundo, como el de Noruega o Dinamarca, donde los servicios de salud son de altísima calidad y totalmente gratuitos.
Todavía en los primeros meses de su gobierno, López Obrador lo repetía constantemente, aunque hoy ya no quiera hablar de ello. Haría bien el pueblo de México en recordarlo, sostengo, para compararlo con lo que realmente está ofreciendo el mandatario.
Primero, con el manoseado argumento del imaginario combate a la corrupción, se eliminó el Seguro Popular y, de un solo golpe, se dejó sin atención médica ni medicinas a más de 30 millones de ciudadanos humildes que no cuentan con seguridad social. Son 3.5 millones en el caso de Veracruz, según cifras del Coneval, de 2020; gente que ahora debe atenderse, si es que puede, en las farmacias que ofrecen servicios médicos a bajo costo o con los curanderos locales.
Luego, López Obrador prometió que pondría en marcha el Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), que contemplaría la construcción masiva de clínicas, hospitales y centros de salud y que garantizaría la atención médica integral y medicinas gratuitas para todos. Como en Noruega o Dinamarca, pues.
Ahora, tres años después, es claro que todo fue mentira. Sin la asignación presupuestaria necesaria y con muchos problemas López Obrador no ha logrado poner en pie ni una sola clínica del Insabi.
Los logros más insignes del Insabi, fueron destruir el sistema de adquisición de medicamentos desarrollado por años y también destruir todo el sistema de vacunación. Lo primero provocó la mayor crisis de desabasto de medicinas en la historia moderna del país y cuyas víctimas más graves, no las únicas, son las personas afectadas por enfermedades crónicas, como los niños con cáncer, por ejemplo. Lo segundo también afectó principalmente a los infantes, a quienes el Gobierno federal no les suministró vacunas básicas como las que previenen la poliomielitis o la tuberculosis.
La salud de los mexicanos pobres nunca ha sido prioridad de este gobierno y solo la ha mantenido como un elemento meramente discursivo porque a todos nos consta como, ni siquiera en medio de la pandemia el Gobierno federal reaccionó con seriedad y madurez. López Obrador minimizó el problema, y no se aplicaron pruebas masivas para detectar los casos a tiempo, como se recomendó mundialmente. Miles de vidas pudieron salvarse a tiempo, pero no se actuó con apego a la ciencia sino con base en los caprichos políticos del presidente López Obrador.
Ahora, se nos promete otra vez que con la creación del IMSS-Bienestar se resolverán, ahora sí, los problemas de la atención médica de los más vulnerables. Nuevas mentiras. El servicio ampliado del IMSS para las personas que no tienen un empleo formal, que no cotizan en el sistema de seguridad social, existe desde 1977 con el nombre de IMSS-Coplamar (Coordinación Nacional de Zonas Deprimidas y Grupos Vulnerables), opera en 14 entidades del país y solo brinda atención de primer y segundo nivel.
Lo que se pretende ahora es extenderlo a todos los estados del país, absorbiendo y centralizando los servicios de salud prestados por los gobiernos estatales. Se ha prometido que habrá una inversión de más de 200 mil millones de pesos para lograr la cobertura total, que pretende lograrse para 2024. No haríamos mal en dudar de que esto realmente ocurra y mucha razón tendríamos si creyéramos que se trata de una nueva promesa para mantener la esperanza de México a puro golpe de pecho y saliva.
No, para Morena no es prioridad la salud de los mexicanos; su prioridad es mantenerse en el poder a como dé lugar. Solo cuando llegue al poder un gobierno realmente progresista y que represente los intereses de los trabajadores y de los humildes del país se podrá construir un sistema de salud de primer mundo para que nadie se quede sin atención médica y sin medicamentos.
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