El empobrecimiento paulatino de millones de trabajadores mexicanos, según cifras oficiales, es de 46.8 millones y más de 9 millones padecen pobreza alimentaria; por otra parte, una aguda concentración de la riqueza en manos de un pequeño grupo de 14 multimillonarios es una realidad innegable en nuestro país. Son dos extremos de un mismo fenómeno social, donde su desarrollo se polariza irreconciliablemente.
Algunos burgueses, son: Carlos Slim con Telmex, Ricardo Salinas Pliego con TV Azteca, Germán Larrea con Ferrocarriles de México y Roberto Hernández en el sector bancario; en el otro extremo, están más de 100 millones de compatriotas que padecen algún tipo de pobreza; 33 millones de empleos informales, 23 millones de mexicanos que padecen hambre todos los días y 14 millones de familias que no tienen vivienda. La concentración de la riqueza y sus terribles consecuencias se han convertido en una realidad ofensiva e innegable que está a la vista de todos.
La mayoría de estas enormes fortunas guardan una estrecha relación con el poder político, por la complicidad durante décadas hasta cierto punto descarada y sin rubor de los gobiernos, mismos que han renunciado a regular su acumulación de poder e influencia, dejándose comprar, corromper y manipular, provocando bestiales consecuencias que hoy nos devoran.
Las autoridades de gobiernos anteriores y los de ahora, han permitido y facilitado que algunos multimillonarios se beneficien directamente, tanto de la privatización de empresas estatales en el pasado, como de concesiones para la explotación, uso y aprovechamiento de bienes públicos en el largo plazo, aprovechando al máximo estas favorables condiciones para llevarse carretadas de dinero a sus bolsillos. Para frenar y terminar con este abuso desenfrenado de los explotadores, con actos que lastiman a millones de mexicanos todos los días, para ello no basta con tener la razón, sino además se necesita una condición insustituible que es la fuerza social.
La escandalosa y humillante concentración de la riqueza en México se acelera , la fortuna total de los 14 multimillonarios mexicanos que poseen más de mil millones de dólares de riqueza, concentran 8.18 pesos de cada 100 pesos de riqueza privada nacional, ésta, aumentó rápidamente hasta duplicarse en los últimos cuatro años, para los ricos han sido tiempos de bonanza, obteniendo elevadas utilidades en todos sus macronegocios mineros, medios de comunicación, grandes comercios, empresas ferrocarrileras, etc.
En particular, Carlos Slim, es hoy el hombre más rico de toda América Latina, acumula 4.48 pesos de cada 100 pesos de la riqueza privada que se genera en México, con una fortuna mayor a los 100 mil millones de dólares; y, Germán Larrea de 28.2 mil millones de dólares. La fortuna de ambos creció en 70 % durante los últimos cuatro años, hasta representar casi seis de cada 100 pesos de la riqueza privada del país. La riqueza de ambos representa la de 334 millones de personas más pobres, equivalente a la mitad de la población más pobre de América Latina y el Caribe.
Los potentados que acumulan fortunas de más de un millón de dólares en México, representan un pequeño grupo de no poco más de 294 mil personas, equivalente a la población de Pachuca, los cuales representan a una persona de cada 500 en el país; concentrando en sus bolsillos 60 de cada 100 pesos de la riqueza privada. OXFAM.
Aquí haciéndose presente la ley de la concentración del capital, dando una bofetada a todos aquellos que dicen haber acabado con el neoliberalismo.
Las grandes empresas con poder monopólico tienen la capacidad de fijar los precios en los principales sectores de la economía nacional, en detrimento de los bolsillos del resto de la población, aumentando los pírricos salarios y al mismo tiempo, aumentando los precios de los productos a su antojo; así el trabajador, hasta cuando gana pierde.
Las ganancias de las empresas capturaron el 60 % del incremento en precios de la economía mexicana de septiembre de 2021 a septiembre de 2022, el período con el mayor aumento en el costo de vida en las últimas dos décadas. Hermosillo, Sonora, al 27 de enero del 2024. Cada día que asistimos a las compras diarias nos damos cuenta de cómo las grandes empresas manejan los precios a su antojo y en muchas ocasiones, especulando con los precios de los productos de la canasta básica. Ante esto, el estado se ha convertido en un cómplice que no ve, oye, ni escucha y mucho menos, actúa.
Claro, estamos gobernados por un estado flojo, débil y corrupto. Porque, hay una relación de conveniencia entre el poder económico y político, donde los adinerados han aprovechado descaradamente este vínculo durante décadas. Por una parte, el gobierno es cómplice y apoyador de los ricos y, por otra parte, negador al pueblo cuando este pide alimentos de calidad, vivienda digna, servicios básicos eficientes, educación y salud efectivos; ni emprende acciones que reduzcan la pobreza y marginación. Aquí se concreta con ejemplos concretos que el poder económico guarda una estrecha relación con el poder político, una lección para aquellos que son apáticos a la política.
El grave problema imperante que afecta a decenas de millones, es la pobreza, resultado del desigual e injusto reparto de la riqueza; para resolverlo, no solo se necesita tener la razón, necesariamente se requiere una fuerza ciudadana que sea capaz de provocar ese cambio; misión que solo pueden y deben realizar las mayorías desposeídas materialmente, dirigidas por una vanguardia que tenga la claridad teórica de cómo resolver el problema, ya que las masas están manipuladas en su conciencia con basura ideológica, que las ha vuelto sumisas, conformistas y apáticas, en muchas casos los ha convertido en defensores empedernidos de sus opresores. No es capaz de ver que el poder económico se traduce en poder político, que el enfermo e ineficiente sistema económico actual es resultado de una serie de decisiones políticas en favor de una minoría.
Es momento de romper la relación de conveniencia entre el poder económico y el poder político, este último debe cambiar las reglas de operatividad, para repartir más equitativamente la riqueza. De lo contario, los desastres sociales y naturales, los éxodos migratorios, la inseguridad, las guerras de rapiña y la pobreza extrema nos devoraran a todos y nadie se salvará. Esta tarea titánica pero necesaria, solo la pueden hacer las mayorías educadas y organizadas en un partido político deferente a los tradicionales.
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