MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La revolución nos debe agarrar al cien, al millón

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La revolución debe encontrarnos preparados, porque a los que ya la intentaron en México los tomó, si no desprevenidos, sí faltos de claridad.

De los episodios más importantes de la era de los tiros en la Revolución mexicana, es aquella cuando Villa y Zapata, los dos hombres de más renombre entre la clase trabajadora,se sentaron en la silla presidencial y dijeron: “esto no es para nosotros, esto es para los chupatintas” o “esto no es para nosotros, es para devorahojas”.

Quién sabe exactamente qué dijeron, ya pasó mucho y la versión a través de los labios se deformó. Esa escena fue el punto en donde la clase trabajadora no pudo consumar su cometido, porque sus hombres más valientes no tenían tal vez la suficiente claridad sobre la importancia del poder político.

En 2023, ¿quién tiene las armas? El Ejército. ¿Quién tiene el poder económico? La burguesía. ¿Quién tiene el poder político? El estado morenista. En 1910, ¿quién tenía las armas? El Ejército. ¿Quién tenía el poder económico? La nueva y poderosa burguesía. ¿Quién tenía el poder político? El Estado, dirigido primero por Porfirio Díaz y los que sucedieron en las etapas de la Revolución. En 2023, ¿qué tiene el pueblo trabajador? Su número. En 1910, ¿qué tenía el pueblo trabajador? Su número.

Una revolución no la gana quien la compone sino quien la dirige, pero la cabeza sin el cuerpo sería una cosa fea con lengua echando teorías inútiles, porque el pueblo es quien pone la sangre.

Es casi axiomática la máxima histórica de que una revolución no la gana quien la compone sino quien la dirige y, a pesar de esto, de todos modos, la cabeza sin el cuerpo sería una cosa fea con lengua echando teorías inútiles, porque el pueblo es quien pone la sangre.

Pero esa cabeza dirigente de la revolución debe ser muy muy inteligente y sensible para afrontar el reto que se ponga en frente. Recordemos los episodios de 100 años antes de la Revolución, cuando el cura Miguel Hidalgo, ya en las puertas de la Ciudad de México y listo para entrar y tomar el poder político (que es de lo que trato de hablar) se echó para atrás, o el mismo Madero, que firmó en 1911 el tratado de Ciudad Juárez; un suicidio político.

Es cierto que ni los dirigentes, mucho menos la clase trabajadora tenían una unidad política, organizativa ni de acción sólida, pero ahora ya pasaron 213 años del primer ejemplo, y 113 de los otros dos. El más visible, el del segundo párrafo.

La clase trabajadora y sus mejores hijos, los revolucionarios de tiempo completo, deben entender la importancia del poder político. Debemos educarnos mutuamente, porque se acerca la hora de tomarlo, y ni modo que nos agarre de nuevo incautos. El pueblo y sus dirigentes, con unidad organizativa, política y de acción para que ninguno cometa errores que nos cuesten otros siglos de desprecio.

¡Vivan los héroes de la Revolución! ¡Viva el pueblo de la Revolución! Celebremos lo mejor de su obra y reflexionemos sobre los errores de ella.

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