MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La pluma como espada y escudo

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Cuando se dice que la pluma en manos de una persona de ideas e ideales progresistas se convierte en espada, no es una simple forma literaria de expresión; es ante todo una clara realidad que está respaldada por pruebas históricas.

Para no perderme en el vasto campo de la historia de la humanidad, voy a referirme solamente a esa parte que conocemos como historia moderna y concretamente al periodo comprendido en el marco de lo que se conoce como el modo de producción capitalista.

En este espacio de tiempo vemos a muchos hombres y mujeres de brillantes ideas y pensamiento progresista; no habré de nombrar a todos para no dejar fuera a alguno. Únicamente me referiré a dos grandes personajes que son ejemplos históricos de cómo la pluma en manos de mentes iluminadas se transforma en arma de lucha.

La pluma en manos del maestro Aquiles no solamente se ha convertido en espada sino también en un formidable escudo que sin exageraciones nos ha permitido seguir con vida como organización.

El primer ejemplo es el de Carlos Marx, quien desde sus años juveniles mostró una gran capacidad intelectual, alimentada en el estudio de la filosofía de la antigüedad y contemporánea, así como en la obra intelectual de los economistas clásicos y de los pensadores que ya hablaban de un cambio social para superar los males que trajo consigo el capitalismo.

Desde sus años de estudiante universitario, Marx empezó a escribir con una clara inclinación hacia las ideas progresistas y científicas. Así que, a los 24 años de edad, provisto ya de un amplio bagaje teórico, empezó a escribir en la 

Gaceta Renana, un periódico de tendencia radical donde redactó artículos para defender la libertad de expresión o libertad de prensa, la libertad de comercio; criticó la política rapaz de algunos gobiernos de Europa y también lanzó críticas demoledoras contra algunos miembros del movimiento socialista, cuyas ideas le parecían equívocas y contrarias al verdadero socialismo.

Es importante decir que Carlos Marx no solamente se dedicó al estudio y a la redacción literaria, también participó activamente en la práctica revolucionaria al lado de la clase trabajadora y en contra siempre de la clase explotadora. Así lo vemos participar como uno de los principales dirigentes y organizadores de la primera gran organización de los proletarios, conocida con el nombre de la “Primera Internacional”.

La obra literaria de Marx es muy amplia y de gran utilidad para quienes han venido luchando por construir una sociedad justa donde no exista la explotación, pero sin lugar a dudas la obra cumbre de este gran luchador y pensador fue El Capital, cuya elaboración le llevó alrededor de 20 años de estudio e investigación. Ardua labor que lo obligó a vivir en la pobreza y asediado por las enfermedades.

Es sabido que gracias al apoyo incondicional de su gran amigo y compañero de lucha, Federico Engels, Carlos Marx pudo concluir la elaboración de esa obra cumbre que después de más de un siglo sigue siendo vigente por su firme estructura científica.

Y fue precisamente Engels quien, después de la muerte de Marx, sacó a la luz el segundo y el tercer tomos de El Capital, que es hasta la fecha, como ya mencioné, un faro que alumbra el camino para los que luchan por la instauración del socialismo, paso obligado para llegar al comunismo científico.

El otro ejemplo de cómo la pluma se convierte en espada en manos de una persona iluminada de pensamiento progresista es el de Vladímir Ílich Uliánov, conocido con su nombre de batalla como Lenin, quien, como es sabido, dirigió la primera revolución socialista exitosa en su natal Rusia.

También Lenin, desde sus años juveniles de estudiante universitario, mostró una gran capacidad intelectual y disciplina en su formación intelectual e igual que Marx, entendió que la actividad intelectual, para no ser estéril, debía ser acompañada con la práctica para lograr un cambio social en su país.

Por esa razón, al ingresar a la universidad, se integró al movimiento estudiantil y en el primer año escolar fue expulsado de la escuela por su activa participación en una manifestación de estudiantes y obligado por la policía a permanecer bajo arresto domiciliario.

Cabe decir que el tiempo que duró su castigo lo aprovechó para continuar sus estudios tanto universitarios como de su formación política. Cuando logró reincorporarse a la universidad, siguió participando en los círculos donde ya se estudiaba marxismo.

Tras un breve paso por las filas del populismo, entendió que esa corriente política no era el camino correcto para un cambio social en Rusia. Y fue Lenin, sin lugar a dudas, quien mejor entendió la teoría marxista y quien con mayor celo y muchas veces en contra de sus propios correligionarios la puso en práctica, al grado que hoy se le considera como el continuador de la teoría de Marx, teoría que, andando el tiempo, se llegó a nombrar como marxismo-leninismo.

A los 24 años de edad, en 1894, su formación marxista ya era evidente, y bajo esa óptica teórica empezó a escribir algunas de sus obras, que hasta la fecha son imprescindibles para entender el funcionamiento del capitalismo y las tareas que les corresponden a los luchadores por el socialismo. 

De ese año es su libro titulado Acerca de la llamada cuestión de los mercados, y en el plano de la lucha teórica contra las ideas de los populistas escribe Quiénes son los amigos del pueblo y cómo luchan contra los socialdemócratas.

La obra teórica de Lenin, igual que la de Marx, es muy amplia y prácticamente toda sigue estando vigente hoy después de un siglo de haber sido escrita. Gracias a su actividad teórica y práctica, Lenin pudo consolidar la organización, el partido político que llevó a cabo la grandiosa epopeya que fue la Revolución rusa de 1917, con la cual se derrotó no solamente a la autocracia zarista sino también al ya para ese tiempo naciente imperialismo capitalista, surgiendo así el primer estado proletario del mundo, es decir, el primer país gobernado por la clase trabajadora.

Le faltó vida a Lenin para poder consolidar el socialismo, pero aun así el ejemplo de que la clase trabajadora puede dirigir y construir un sistema social más justo está en pie hasta el día de hoy.

Pero la existencia de mentalidades brillantes que han convertido la pluma en espada no es exclusiva de países que están al otro lado del mundo. También en nuestro continente y específicamente en nuestro país, han existido a lo largo de su historia mujeres y hombres de pensamiento lúcido que han hecho uso de la pluma para combatir por sus ideales. 

Tampoco habré de mencionarlos a todos, solamente me quiero referir a un ejemplo de esto que a mí me consta por haberlo conocido personalmente.

En mi etapa de estudiante universitario decidí integrarme al entonces todavía vivo movimiento estudiantil y empecé apoyando las huelgas promovidas por los maestros y trabajadores de la universidad.

Después, junto con algunos de mis compañeros estudiantes, decidimos integrar un grupo para publicar una revista que pretendía ser de corte político-literario. Por esos días, varios de los integrantes de este grupo fuimos invitados a participar en círculos de estudio que dirigían otros estudiantes de grados más avanzados que nosotros.

Una tarde, en un pasillo de la escuela, un profesor de filiación trotskista me encaró airadamente y me dijo: ¿cómo está eso, Mario, de que ya eres aquilino? Yo no pude responder nada porque nada entendí. El profesor continuó su camino y jamás volvió a dirigirme la palabra.

Meses después, los integrantes de mi círculo de estudios fuimos invitados para acudir a una conferencia donde se hablaría sobre el movimiento estudiantil del 68. 

Cuando llegamos al auditorio de aquella universidad hermana, uno de los compañeros que me invitó, sentándose a mi lado, me dijo casi al oído, en ese tono que tiene el lenguaje estudiantil inteligente y entusiasta: “ese es nuestro Lenin mexicano”, señalando hacia el lugar donde ya se encontraba el conferenciante.

Esa conferencia y otras disertaciones magistrales que posteriormente le escuché, me decidieron a integrar definitivamente la corriente política que él representaba. 

Era un personaje dotado de una brillante oratoria. Me sorprendió su capacidad para pronunciar emotivos discursos y cátedras sobre distintos temas sin hacer uso de ninguna nota escrita, apoyándose únicamente en su sorprendente memoria.

Dicho personaje afortunadamente todavía existe entre nosotros y su nombre es Aquiles Córdova Morán, a quien llamamos maestro Aquiles. Cuando escuché su nombre en aquella primera conferencia a la que asistí, entendí por qué el profesor de mi escuela me había llamado “aquilino”.

Unos meses más adelante fui invitado para integrarme a una organización que ya no era propiamente estudiantil y que estaba naciendo en la región de la mixteca poblana, la cual había adoptado el nombre de “Antorcha Campesina”, misma que en poco tiempo pasó de ser una organización local y al abarcar gran parte del país adquirió el nombre de Movimiento Antorchista Nacional.

Es ampliamente conocido que dicha organización la ha forjado durante cinco décadas de lucha el maestro Aquiles Córdova Morán. Lo que ya no es muy conocido es que, desde sus primeros años de nacimiento hasta el día de hoy, nuestra organización ha sido víctima de una terrible persecución para exterminarla. 

Y esta persecución no ha sido solamente política, sino que en muchas ocasiones ha pasado al terreno de la violencia, generando ya una larga lista de asesinatos, una larga lista de mártires que han perdido la vida a lo largo de estos 50 años de lucha social. 

El formato para exterminarnos lo conocemos bastante bien: primero se despliega una campaña mediática de desprestigio en los medios de comunicación nacionales y locales, todos los días, durante largos meses, años. Después, en el terreno político, se toman medidas para impedir nuestro desarrollo, para no dejarnos crecer ni organizarnos.

Finalmente, cuando todo esto no funciona, se pasa al terreno de la violencia. Y por supuesto, muchas veces los asesinatos de los dirigentes han sido maquillados como pleitos entre particulares para que no tengan consecuencias legales.

En el caso del Movimiento Antorchista Nacional, esa violencia ha cobrado más de 400 víctimas. Durante más de 50 años se nos ha perseguido incesantemente, pero hasta el día de hoy no lo han logrado. 

Nos han quitado la vida de compañeros muy valiosos, y eso sin lugar a dudas nos ha causado mucho dolor.

Pero no nos han exterminado. Y no nos han exterminado porque el movimiento ha logrado generar una mística de lucha entre los cuadros y militantes, y porque el maestro Aquiles Córdova, dotado de una extraordinaria capacidad de análisis y de oratoria, ha mantenido siempre encendida la llama de la conciencia, del coraje, de la resistencia entre los cuadros y militantes de la organización.

En este contexto es importante destacar la importancia de la pluma en manos del maestro Aquiles. La pluma en manos del maestro Aquiles no solamente se ha convertido en espada sino también en un formidable escudo que, sin exageraciones, nos ha permitido seguir con vida como organización.

En 1995 el Gobierno federal de entonces diseñó y ejecutó un plan para encarcelar a todos los integrantes del Comité Ejecutivo Nacional de nuestra organización. Me tocó ser parte de ese Comité.

Y también me tocó ser testigo de que cuando ya se había decidido la medida, fue el uso de la pluma por parte del maestro Aquiles lo que nos salvó de la cárcel.

Aquiles redactó entonces dos documentos de protesta y solicitó la solidaridad de varios periodistas que aún tenían influencia y algunos espacios en los medios de comunicación más importantes del país.

Al paso de unos días, los textos de protesta, publicados en varios medios, tuvieron el efecto de que el Gobierno diera marcha atrás en su decisión de encarcelar a los dirigentes de Antorcha.

Por lo dicho anteriormente queda claro que la pluma es, efectivamente, un arma de lucha social, siempre y cuando esté en las manos correctas y que, más allá de una habilidad para redactar documentos, el contenido sea una respuesta a las necesidades del pueblo.

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