Para hablar de la muerte en nuestras culturas creo que, ante todo, es importante tener un punto de partida que pueda ayudarnos a transitar sobre este tema sin temor de perdernos en generalidades o lugares comunes, en torno de la muerte o desaparición de las culturas indígenas en el territorio nacional mexicano. Aunque este tema ha sido ampliamente estudiado por historiadores y antropólogos, considero que hace falta insistir en un aspecto central que se refiere a que la desaparición de cosmovisiones originadas en nuestro territorio es, en última instancia, un hecho que presagia la muerte de las culturas locales.
Es oportuno señalar que, a pesar de que hemos sido testigos de la desaparición de muchas lenguas y culturas indígenas, no estamos frente a un hecho consumado. Afortunadamente, sobreviven aún algunas de las culturas, lenguas y tradiciones indígenas en muchas comunidades, grupos y etnias dentro de nuestro territorio nacional.
El ejemplo más reciente de la vigencia de las culturas indígenas lo tenemos, sin lugar a duda, en la emergencia de los movimientos de resistencia originados por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas desde inicios del año de 1994. En este caso, hay que señalar la manera en que el EZLN ha impactado a la conciencia mundial.
La rebelión de los indígenas de Chiapas marca una nueva etapa que nos muestra las posibilidades de los sectores marginales de una sociedad para hacer públicas no sólo sus demandas sino, también, un proyecto construido desde abajo: véase, por ejemplo, el impacto global que han tenido los Acuerdos de San Andrés. Este acontecimiento también nos alerta sobre las amplias posibilidades para que otros grupos rurales o urbanos de la sociedad civil mexicana puedan convertirse en interlocutores dentro de la discusión sobre la manera en que se incorpora la sociedad mexicana.
El rostro de la cultura mexicana que conocemos hasta nuestros días se erige a partir del sincretismo cultural, que responde tanto a la herencia de los preceptos de las religiosidades católicas como a los núcleos culturales que sobreviven de nuestras culturas autóctonas. Es decir, este sincretismo nos dice que somos una tercera cultura que no es la española, pero tampoco es la indígena. Esta premisa, grabada en una losa en las inmediaciones del templo mayor, marca un cierto punto de partida y tal vez se podría considerar la segunda génesis de la cultura nacional. Sin proponerme enunciar una posible definición de lo que sería esta cultura nacional, así como tampoco entrar al espinoso tema de la identidad de los mexicanos, considero que podemos tomar esta convención como un referente necesario.
Hoy podemos decir que la cultura mexicana, al igual que muchas culturas indígenas, también está en riesgo de desaparecer. Las amenazas no son recientes, aunque en los tiempos actuales se agudizan inexorablemente, pero esto es producto de las enormes influencias externas provocadas por la globalización y por los repetidos esfuerzos de las clases dirigentes por borrar cualquier rasgo que interfiera en la inserción de nuestra economía en el escenario mundial. Lo que está en juego es la pérdida de valores culturales, sociales, que propician el desvanecimiento de tradiciones, costumbres y actitudes culturales. Dimensiones que expresan la naturaleza de una historia nacional y que han sido sustento de la soberanía e identidad nacional, pero que, día a día, son oscurecidas por los intereses del capitalismo neoliberal y por los patrones culturales de las potencias económicas en esta llamada era de globalización.
Los Gobiernos mexicanos, tanto el actual como los anteriores, no han querido enfrentar este problema. A pesar de que, en las políticas de las administraciones priistas, había algunas referencias a lo que entonces era llamado “el problema indígena”, nunca fueron más allá de buenas intenciones y, en la práctica, se trató de mantener segregada a la población nacional con estas características. Hasta el momento, el Gobierno de Morena deja que ver que la cultura no le importa qué ha decaído impávidamente, al contrario, hace lo necesario para que éstas desaparezcan, por ello, es necesario que el pueblo se organice y luche por sus raíces y sobre todo, que gobierno para él, de no ser así, estamos condenados a este capitalismo rapaz.
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