MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La lucha de “realidades”

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El universo está lleno de contradicciones: se encuentran a cada paso que damos; parece a primera vista que nada a nuestro alrededor tiene sentido. Incluso dentro de nosotros la vida está en lucha constante con la muerte; dentro de nosotros conviven constantes tanto el placer como el sufrimiento.

El conocimiento científico nos ayuda a entender la lógica detrás de este aparente caos, a entender los procesos internos que se van desarrollando dentro de cada individuo. Sólo el análisis serio y claro de las aspiraciones personales, correlacionadas con las aspiraciones de nuestra clase social nos permite fijar metas alcanzables y realistas.

Ahora bien, el origen de estas contradicciones son las condiciones materiales a que estamos sujetos como individuos; nuestro entorno influye de forma determinante sobre cada uno de nosotros desde que adquirimos conciencia de nosotros mismos y al tener relación permanente con la materia y los cambios que ocurren en ella, nuestro organismo comienza a sintetizar la información y a adquirir conocimiento nuevo.

Ningún individuo, independientemente de su origen de nacimiento viene al mundo con conocimientos y juicios previamente establecidos, estos son adquiridos en el transcurso de su vida y están siempre sujetos a las leyes materiales de nuestro universo. 

La moderna sociedad no ha logrado, aun con todos los avances científicos, otorgar al individuo las condiciones materiales para que pueda desarrollarse de forma saludable, de manera que cada generación nueva supere realmente a las generaciones precedentes. Únicamente ha hecho que los viejos sistemas de opresión ideológica adquieran nuevas formas; maneras mucho más sutiles de hacer su labor, que se mantienen en colaboración directa con la ideología dominante de nuestra sociedad. 

Los movimientos sociales han dado las herramientas para que el conocimiento científico pueda ser aplicado al mismo individuo como actor de la historia.

Sin embargo, en estos tiempos vamos viendo cómo las contradicciones se van agudizando; la realidad concreta y evidente se va distanciando cada vez más de nuestros razonamientos enseñados e inculcados desde la más tierna infancia a través de todos los conductos posibles.

Nuestra conciencia individual se va transformando obedeciendo a nuevas circunstancias y va adquiriendo forma de conciencia colectiva, que se refleja en cada uno de los actos que como individuos realizamos a lo largo de nuestra jornada.

Nuestra época parece mostrar el triunfo de la ideología dominante; a primera vista parece que la conciencia colectiva es prácticamente inexistente y lo que vemos de conciencia individual es más apegado a pequeños propietarios que a verdaderos desposeídos. En otras palabras pareciera que el entorno con todas sus contradicciones no es capaz de generar el cambio en el individuo que permita el despertar de la conciencia colectiva; el rompimiento con las aspiraciones contradictorias que se generan en cada uno de nosotros, pero incluso en estos escenarios el conocimiento científico es la herramienta que nos permite entender de forma precisa las causas detrás de estos fenómenos. 

Los movimientos sociales han dado las herramientas para que el conocimiento científico pueda ser aplicado al mismo individuo como actor de la historia, pero no como un títere ausente y carente de razonamientos, sino como el único capaz de tomar en sus manos lo presente y convertirlo en su futuro. No es un actor pasivo; es un agente activo transformador de la realidad. 

De todas las acciones realizadas por cada uno de nosotros son las realizadas con conocimiento de causa las que nos permiten una verdadera transformación, son las acciones genuinamente revolucionarias, generadoras del cambio, impulsoras del movimiento. Las demás acciones, al estar sujetas e influenciadas por la ideología dominante, sufren una transformación que muchas veces degenera en aspiraciones alienadas de la realidad, proponiéndonos ideas o conceptos ajenos a nuestras necesidades objetivas, presentándose como acciones contrarrevolucionarias. 

Son revolucionarias cuando obedecen a una dirección clara, fundamentadas en un análisis científico y crítico de nuestra posición individual dentro de la sociedad. Al conocer estos planteamientos, las aspiraciones se vuelven de carácter colectivo y las mismas interacciones con la realidad se transforman obligándonos a actuar no como individuos, sino como colectivos.

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