MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La libertad del mercado y la de la humanidad

image

Traté de exponer, en una colaboración anterior, cómo los estudios del genio y humanista Carlos Marx le permitieron a la humanidad entender con cabalidad cómo en la sociedad capitalista se produce la ganancia mediante la explotación del trabajo ajeno, cómo se fabrican los millonarios y cómo, para ello, debe ofrendarse a la pobreza a millones de seres humanos.

Traté de destacar que en el proceso no serían necesarios el engaño y la especulación, que el sistema de libre empresa y trabajo asalariado puede de todos modos concentrar la riqueza en manos de una clase privilegiada sin el robo y abuso, pese a lo cual estos se daban, pues de ese modo los capitalistas hacen crecer su ganancia y porque se los permite el mismo sistema, es su misma esencia, de manera que los problemas económicos provocados precisamente por la competencia y el libre mercado, solo se podían corregir como un proceso ajeno a la voluntad de los mismos actores, en el que sucedían una serie de calamidades. La competencia, el libre mercado o, como la llamó Marx con precisión, la anarquía de la producción, es el verdadero monstruo que provoca esas calamidades.

Me detengo de nuevo en esto, pues estoy convencido de que su comprensión permitirá ver mejor la Inflación que estamos viviendo, sin ser especialista, e interpretar mejor lo que proponen y hacen los empresarios, opinadores expertos y funcionarios de todos los niveles.

Evidentemente, un empresario a la hora de declarar ante el público, dirá que su empresa es necesaria y se justifica porque produce bienes necesarios para la sociedad, genera empleo, promueve el crecimiento y el desarrollo del país y otras lindezas por el estilo y, además, quedará contento sabiendo que no ha mentido. Pero en sus adentros, a sí mismo, se dice que lo que produce su empresa es dinero, y que sí hace crecer, pero su bolsillo.

Marx explicó en su polémica con John Weston (JW), miembro del Consejo de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), sobre los criterios para apoyar u oponerse a un incremento en los salarios, cuando JW sostenía que el incremento en los salarios sería una medida en contra de los mismos obreros, pues el capitalista cobraría esa pérdida de ganancia en la venta, ofreciendo menos producto por el mismo precio para recuperar el salario extra dado al obrero. Marx le contestó: “¿Qué artimaña permite al capitalista devolver un valor de cuatro chelines por cinco? La subida de los precios de las mercancías que vende. Ahora bien; la subida de los precios o, dicho en términos más generales, las variaciones de los precios de las mercancías, y los precios mismos de estas, ¿dependen acaso de la simple voluntad del capitalista o, por el contrario, tienen que darse ciertas circunstancias para que prevalezca esa voluntad? Si no ocurriese esto último, las alzas y bajas, las oscilaciones incesantes de los precios del mercado serían un enigma indescifrable”.

Antes, explicó que “indudablemente, la voluntad del capitalista consiste en embolsarse lo más que pueda. Y lo que hay que hacer no es discutir acerca de lo que quiere, sino investigar su poder, los límites de ese poder y el carácter de esos límites”. Marx lo hizo, descifró el enigma y lo expuso en su teoría del valor, de la que ya hablamos anteriormente.

Ese es el límite material que acota las pretensiones de ganancia del capitalista. El precio de las mercancías no se establece arbitrariamente, debe corresponder al verdadero valor de la misma, cuya magnitud tampoco se establece a capricho, y no ajustarse lo hará fracasar de un modo u otro. Pero el capitalista es persistente, tiene voluntad, inteligencia y valor, para arriesgarse e intentar, hasta donde se le permita, adecuar los límites y aumentar sus ganancias.

Pero para ello necesita libertad de acción, necesita que en el mercado fluyan las mercancías todas con completa libertad, sin intervención de ninguna autoridad ajena a la simple competencia entre libres productores.

Suena bien esto que han llamado el libre mercado, competencia, que no son sino unas formas bonitas de llamar a la ley del más fuerte, a la lucha descarnada y despiadada entre productores y comerciantes, para cautivar y atrapar al consumidor, lucha sin cuartel y sin códigos morales, en la que los conceptos de honestidad, decoro, respeto y honor no caben, solo cabe el poder del más mañoso, inescrupuloso, vil y miserable, pues los otros son estorbos en la selva del mercado. Es cierto que los capitalistas también son consumidores, pero entre gitanas no se leen las cartas y cuando pueden hasta se ponen de acuerdo para fregar al consumidor final, mientras ellos salen aumentando sus ganancias.

¿Por qué las empresas suben los precios por encima de su verdadero valor, cuando crece la demanda de algún producto?, en base a su libre voluntad, pues saben que al consumidor no le va a quedar más remedio que comprar caro. “… un incremento en la demanda agregada mayor a los bienes y servicios que la economía puede producir, causa un incremento en los precios, ya que hay mucho dinero persiguiendo a pocos bienes. Lo que sucede en este caso es que muchos consumidores compran más bienes y servicios que antes, al notar este fenómeno las empresas incrementan los precios de sus productos, lo que causa inflación” (EDUCA.BANXICO.ORG.MX/RETOBANXICO2020). ¡Ah, pero el mercado es libre!, el consumidor también lo es de no comprar caro (y morirse de hambre, por ejemplo), y esperar a que la libre competencia vuelva a ajustar la oferta a la demanda y los precios regresen al valor real de la mercancía. Mientras tanto, que nadie se atreva a intentar ponerles reglas a sus deseos, pues eso ya no sería libre mercado, sino dictadura socialista.

La elevación de la competencia a valor universal ha producido una transformación política y cultural en la sociedad que hace que, hoy en día, las formas que adquiere rebasen lo racional. No es posible detallarlas en tan poco espacio, ni necesario, pero nombraremos algunas: especulación, escases premeditada de productos, quiebre de pequeñas y medianas empresas, monopolio, inflación, mercantilismo, manipulación medios de comunicación, reducción de costos rebajando la calidad del producto a niveles cada vez más peligrosos e inhumanos, o a costa del medio ambiente, o de los proveedores de materias primas (si se dejan), o de los salarios de los obreros, es decir explotación, hambre, desempleo, enfermedad, desarraigo, emigración, ignorancia, alcoholismo, drogadicción, suicidio, globalización o proteccionismo según convenga, exportación de capitales buitres, bloqueos económicos a los enemigos, uso de la violencia, de la inteligencia y el poder del Estado lacayo del capital, del crimen organizado, intervención de naciones débiles proveedoras de materias primas o mano de obra barata, presiones políticas, revoluciones de colores, asesinato, guerra comercial, guerra armada… todo se justifica por defender el alto principio del libre mercado… y la ganancia.

La competencia es la fuerza coercitiva que impone las leyes del capital a los individuos y a la sociedad en su conjunto, a la humanidad entera, que se ha visto así presa de los intereses del capital. ¿Y qué se ocuparía para liberar a la humanidad de semejante cárcel? También lo dijo Marx. Pero eso lo veremos en una siguiente oportunidad.

0 Comentarios:

Dejar un Comentario

Su dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados *

TRABAJOS ESPECIALES

Ver más