Entre los primeros expedientes que se conocen del Supremo Tribunal de Justicia de Ario, primer juzgado de mexicanos para mexicanos, establecido -a impulso de José María Morelos en medio de la guerra de liberación nacional- el 7 de marzo de 1815 en esa población, se encuentran la queja de José Nazario Ruiz, un indio trabajador del Real de Minas de Zacualpan, contra Tomás Montero, el 28 de abril de 1815, concluido el 14 de octubre del mismo año en Huetamo. Otro es el caso de la señora María úrsula Céliz, vecina de Ario, quien acudió al Supremo Tribunal a solicitar protección para su hija, trabajadora doméstica, cuyas patronas le querían cobrar 25 pesos para permitirle separarse de su trabajo. Asimismo, Guadalupe Corona, vecina de Huandacareo, acudió a demandar a un sacerdote que pretendía apropiarse de su casa; todos fueron juicios celebrados el citado año. En la esencia del Tribunal estaba presente aquél principio declarado por Morelos: "Que todo el que se queje con justicia tenga un tribunal que lo escuche, lo ampare y lo defienda contra el fuerte y el arbitrario". Un obrero, una trabajadora doméstica y una vecina que sufrieron abusos y que acudieron esperanzados al tribunal para obtener protección, amparo, justicia. Los datos se pueden consultar en el libro "Ario de Rosales en la historia del Supremo Tribunal de Justicia", de Claudia González Gómez. Así, la nación que iba surgiendo de entre las balas enemigas, trataba de darle a su pueblo empobrecido una alternativa legal para que por ese medio y no por la violencia bruta, se hiciera justicia. No sabemos si aquellos tres ciudadanos agredidos por la opulencia y la riqueza quedaron satisfechos con las resoluciones de nuestro primer tribunal, pero llama la atención que fueran de condición humilde, de la más pobre clase social.
Han pasado 202 años desde que aquellos tres mexicanos reclamaron justicia a las instituciones del naciente México y los pobres se han multiplicado de seis millones que había en aquél tiempo a más de cien millones de pobres que somos ahora. Y los reclamos de justicia se han multiplicado por millones también. La patria que soñó Morelos finalmente no fue, no cuajó. La opulencia no se moderó, sino creció desorbitada, ofensiva. Las fuerzas del injusto y del arbitrario finalmente triunfaron: sólo así puede explicarse el crecimiento espantoso de la pobreza en México. El país fue gobernado alternativamente por los imperialistas y los republicanos, los federalistas y los centralistas, los invasores y los patriotas, los conservadores y los liberales; por carrancistas, obregonistas, cardenistas; por priistas, panistas, perredistas -hoy con vestimenta morenista-, y el resultado de todos sus gobiernos es la injusticia en su forma más aterradora: la pobreza, con todas sus secuelas.
En el Ario de hoy, cuna del sueño de justicia de Morelos, el peregrinar de los pobres continúa. En el Informe Anual sobre la Situación de Pobreza y Rezago Social 2010, publicado por el Coneval y Sedesol se indica que el municipio de Ario tenía en ese momento un 14.7% de su población en extrema pobreza y un 49.4% en pobreza moderada. El mismo informe, pero de 2015 reporta que la pobreza extrema se mantuvo igual, pero la población en pobreza aumentó a 64%. Si a ello se suman los grupos llamados eufemísticamente "vulnerables", tenemos que más del 96% de la población de este municipio de poco más de 35 mil habitantes es pobre.
Por ello cobran importancia las luchas que están desplegando los grupos de ese municipio organizados en el Movimiento Antorchista, luchas que tradicionalmente han terminado en exitosas pavimentaciones de calles, introducciones de electricidad o sistemas de agua potable y drenaje, en construcción de aulas o de caminos. Ahora, los antorchistas de ese municipio se encuentran empeñados en pavimentar otra calle más: la Seis de Agosto, de la colonia Obrera, para ello consiguieron etiquetar 2,5 millones de pesos de origen federal con apoyo de sus diputados antorchistas, labor para la cual acordaron con el edil Cenobio Hernández Lara la rehabilitación del drenaje de dicha vía, con una inversión de 200 mil pesos; igualmente están empujando por la construcción de 35 pies de casa para gente necesitada de techo; en el poblado Dr. Miguel Silva y en la comunidad de Los Negros impulsan la construcción de andadores a los lados de la carretera para que la mucha población que se ve obligada a caminar por la carretera ya no se exponga. Estos y otros objetivos son los que se plantean resolver los grupos antorchistas con su incorporación a la gestión de obras y servicios.
Son muchas las necesidades de una población tan mayoritariamente pobre, y además son tan monstruosas como la pobreza misma. Sólo que ahora hay un fenómeno social que hace algunos lustros no se presentaba: la gente de más humilde condición social se está uniendo a la organización popular más grande del estado y ello implica que, cada vez más, los gobiernos tengan que enfocar sus esfuerzos para solucionar los asuntos de los pobres a través de su única organización realmente efectiva: Antorcha. Esto conduce obligatoriamente a que, en ciertos lugares, cada vez más numerosos, las necesidades de la población mayoritaria se expresen a través de Antorcha, lo que hace a algunos presidentes municipales decir que "se le da mucho a Antorcha", lo cual es estrictamente cierto, pero ello, más que un pecado de los antorchistas, debe considerarse un acierto y una prueba de la efectividad de su organización; es una prueba más de hacia dónde deben dirigirse los pobres.
Y esta es la esperanza verdadera para México: la organización de los pobres, su unidad, su fraternidad y su lucha: esta es la única defensa del pueblo de México ante la creciente miseria centenaria. Sólo unidos fraternalmente, educados políticamente y en lucha los pobres podrán por fin dar término a la pobreza, tomando el poder político de la nación, cambiando de clase en el poder: 200 años de ricos en el poder, 200 años de empobrecimiento creciente, de fracasos como nación, de sometimiento al poder imperial norteamericano, ya fueron suficientes; ya no queremos más eso; es tiempo de que ahora gobiernen los pobres para los pobres, para que dejen de ser pobres y para que construyamos desde ya un México donde todos vivan en justicia social: hay que cambiar de clase social gobernante. De este esperanzador compromiso los antorchistas arienses darán muestra con su presencia combativa el próximo 23 de abril en Morelia, para conmemorar la muerte de Wenceslao Victoria Soto, fundador del antorchismo en Michoacán y lo harán como nunca nadie lo ha hecho en esta tierra michoaque: en el estadio Venustiano Carranza a las siete de la mañana: ¡aunque usted no lo crea!
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