Y vuelve la burra al trigo. El 28 de febrero, para cerrar con broche de oro el segundo mes de 2022, aun cuando la economía de los mexicanos sigue afectada por la “cuesta de enero”, a través del Diario Oficial de la Federación (DOF), el Gobierno federal, el autodenominado como la Cuarta Transformación, mal dirigido por el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador anunció la cancelación oficial del Programa Escuelas de Tiempo Completo (PETC) para sustituirlo por el de “La Escuela Es Nuestra”.
Esta nueva decisión del gobierno tendrá como consecuencia, según datos del diario El Financiero, que un aproximado de 3.6 millones de niños y adolescentes pierdan el acceso a la educación y el apoyo de alimentación del que dependían; aunado a ello perderán las 3.5 horas en promedio de educación extra que recibían gracias a este programa que beneficiaba a 170 mil escuelas ubicadas, sobre todo, en las zonas que presentan mayor índice de carencias.
Esta nueva eliminación de un programa trae consigo consecuencias que terminan por golpear, como siempre, a los más desprotegidos, a la gran masa de mexicanos que tendrá, una vez más, que buscar la forma de satisfacer sus necesidades, mismas a las que el gobierno les está negando el acceso, pues para muchos niños y niñas, el alimento que recibían dentro de las escuelas de tiempo completo era el primero y, en muchas ocasiones, el único que tendrían durante el día.
Esto se suma a las demás políticas y recortes electoreros que, desde 2018, han sido implementadas por el presidente, Andrés Manuel López Obrador, quien no solo quitó el apoyo que las madres solteras tenían con las guarderías infantiles y los comedores comunitarios, ahora también, los millones de mexicanos que podían ir a trabajar mientras sus hijos continuaban en la escuela, tendrán que arreglárselas por sí solos, dejando otra vez a los niños sin supervisión en las casas, o, en el peor de los casos, teniendo que renunciar a las horas laborales que pudieran garantizarles un ingreso extra para la mínima manutención de ellos y sus familias.
En lugar de ello, entran nuevamente los apoyos clientelares disfrazados, como siempre, de ayudas para el pueblo, pues el programa que sustituye a las escuelas de tiempo completo tiene el mismo trasfondo que todos los programas implementados anteriormente: dar dinero en efectivo para garantizar la simpatía de los mexicanos y, con ello, tratar de que el poder siga siendo del color guinda; de Morena.
No solo se eliminó un programa que, de cierta manera, aminoraba el hambre e impulsaba la educación entre niños y jóvenes, sino que se puso en su lugar otro al que se le empiezan a asomar también las irregularidades y maniobras. La Auditoría Superior de la Federación (ASF), reportó que del presupuesto entregado en 2020 al programa La Escuela es Nuestra (LEEN), no se ha encontrado la documentación que acredite la aplicación de 552 millones de pesos, además de que no existe la comprobación de otros 12.1 millones de pesos que fueron asignados a 71 beneficiarios.
La forma del manejo de este recurso es bien conocida: se entregará el dinero a los padres de familia para que sean ellos quienes se encarguen de “construir” y “rehabilitar” la infraestructura educativa, pero como ya mencionamos arriba, nada garantiza que ese recurso sea bien aplicado y, sobre todo, que se hagan las cosas con la calidad necesaria para el buen rendimiento de nuestros infantes. No puede dársele un bisturí a un arquitecto pretendiendo que opere el cerebro de una persona, y asimismo, no puede dejarse la edificación de obras a quienes no tienen el conocimiento básico para hacerlas.
Queda evidenciado, por enésima ocasión, que es otra de las tantas maniobras para que el señor presidente, a través de sus “maravillosas” ocurrencias, aplique la filosofía de Poncio Pilatos y se lave las manos, argumentando que el recurso existe, pero que ya no dependerá de él la calidad de lo que se haga y construya; así como se ha querido deslindar de los millones de muertes que ocasionó su mal manejo de la pandemia de covid-19.
Este nuevo programa se ha presentado en el peor momento histórico de la educación, luego de que la pandemia trajo como consecuencia el rezago educativo y la deserción de millones de niños y jóvenes, problemas que difícilmente podrán ser combatidos.
El regreso a clases presenciales en escuelas que además fueron vandalizadas y que no reciben ningún tipo de apoyo para garantizar la salud de niños y maestros, traerá como consecuencia también que difícilmente se haga frente a los nuevos retos que se presentarán.
La educación en México ha sido degradada, arrumbada a un segundo plano; queda más que evidenciado que al gobierno de la Cuarta Transformación poco, o mejor dicho nada, le interesa la formación de nuevos académicos que el día de mañana ayuden a que nuestra sociedad se vuelva más fuerte tanto científica como tecnológicamente, lo cual nos deja a merced de los países más ricos y con capacidad de seguir explotando los cerebros y la mano de obra de millones de trabajadores.
Queda un reto, uno más, impuesto por la 4T, al que el pueblo humilde y trabajador deberá hacer frente: deberemos exigir con un grito en el que se unan todas las voces para que el gobierno respete la educación, que no juegue más con la historia y el aprendizaje de nuestros niños, que garantice que las instituciones brinden la educación oportuna para todos, por igual. No queda de otra.
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