Este fin de semana concluye el proceso electoral que por meses ha ocupado el actuar y pensar de la mayoría de la población. En el caso de los actores políticos, han hecho todo, dentro de la ley y fuera de ella (violencia electoral, manipulación, condicionamiento de programas, etcétera), con tal de obtener el voto de la gente.
En el caso de la gran mayoría del pueblo, se han limitado a observar estas “farsas” y a dejarse llevar por ellas para finalmente escoger, dentro de los ya previamente escogidos por los partidos, a quien habrá de representarlos y gobernarlos por un nuevo periodo.
Este proceso se repite cada cierto tiempo establecido por la ley electoral. Por años, se han sucedido, una tras otra, elecciones de diputados, senadores, gobernadores, presidentes y, sin embargo, las condiciones para la inmensa mayoría siguen esencialmente igual o incluso peor. Cabe entonces preguntarse: ¿representan las elecciones un medio para mejorar las condiciones del pueblo?
Existe un sistema de partidos, una “partidocracia”, donde pareciera que los partidos políticos son los “únicos” sujetos con derechos políticos.
Veamos primero la forma en que se realiza este proceso. En nuestro país, como en gran parte del mundo, para participar en nuestra llamada democracia, para ostentar algún cargo público y realizar propuestas, sólo se puede hacer a través de los partidos políticos.
Es decir, existe un sistema de partidos, una “partidocracia”, donde pareciera que los partidos políticos son los “únicos” sujetos con derechos políticos; la participación de la sociedad en general se reduce a elegir con su voto alguna de las opciones que ofrecen los partidos.
Así, son los partidos o los grupos políticos a su interior quienes se reparten las candidaturas acorde a sus intereses personales o de partido.
Veamos también a quién representan estos partidos, a qué clase pertenecen quienes los encabezan y, por tanto, a qué intereses responden. En la actualidad, nuestra sociedad se ha dividido en dos grandes grupos: ricos y pobres (explotadores y explotados), cuyos intereses son diferentes y contrarios. Mientras unos quieren seguir conservando en sus manos el poder económico para seguir amasando fortunas y concentrando la riqueza en unas cuantas manos, los otros sufren las consecuencias de este sistema: carecen de empleos y salarios dignos, no tienen acceso ni garantizados sus derechos básicos como el de vivienda, salud, educación, etc. Y son precisamente quienes ostentan el poder económico los que tienen el poder político, los que controlan el Estado y el sistema de partidos, y con estos y el resto de elementos que conforman la superestructura, mantienen el status quo.
Entre ellos, destaca la filosofía del liberalismo, que pone los intereses individuales por encima de la sociedad, el enriquecimiento personal y la acumulación de bienes a costa de lo que sea. Esta forma de pensar permea en todos los estratos sociales y siembra en las personas la idea del “hombre solitario”, el “individualismo”, y el rechazo a las organizaciones sociales y a la búsqueda de satisfacer intereses comunes.
Así, en los partidos políticos oficiales se aplica esta filosofía. Aquellos que buscan un cargo político lo hacen por intereses personales, buscando acrecentar sus riquezas y mantener las condiciones que les permiten hacerlo.
Ninguno de los partidos políticos oficiales actuales, del color que sea, busca resolver las necesidades más urgentes de las mayorías; al contrario, buscan mantener el neoliberalismo que hace crecer la pobreza, la marginación, la ignorancia, la violencia y la injusticia social en todas sus formas.
No, el actual proceso electoral no será el medio para lograr un verdadero cambio en beneficio de las mayorías. Las alternativas que nos ofrece la partidocracia son todas parte de la misma clase, defienden los intereses de un mismo sistema.
Ni uno solo de los partidos ofrece un plan de país coherente, que analice y encuentre solución a los males sociales bajo las condiciones en que nos encontramos. “Si realmente se quiere arreglar esta situación, el pueblo debe acabar con la partidocracia y él mismo elegir a sus candidatos y gobernantes, los cuales deben salir del mismo seno del pueblo y prepararse para que gobiernen mejor. La verdadera democracia organizativa y participativa requiere que el pueblo nunca se desorganice, vigile, participe y modifique si se equivocó al elegir”, señaló nuestro dirigente nacional, el maestro Aquiles Córdova:
“Tenemos que unirnos, crear una organización que cumpla dos tareas: una, que el pueblo elija a sus candidatos y vote por ellos; dos, el pueblo debe vigilar el desempeño de sus autoridades los 365 días del año. Sólo así se podrá convertir a México en un país progresista y con un desarrollo continuo donde se eliminen la miseria, el hambre y la violencia”.
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