Es de todos conocido el último capítulo de la tragedia de la Línea 12 del Metro, en el que la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, desconoce el tercer y último informe de la empresa noruega DNV, especialista internacional en el ramo, debido a que en ese informe se dice que una de las causas raíz del percance fue la falta sistemática de mantenimiento lo que ocasionó el deterioro también sistemático de la estructura del puente donde ocurrió el derrumbe.
Es decir, haciendo a un lado (sin desconocerlas ni justificarlas) las responsabilidades de los directamente involucrados. Si vamos al fondo, llegamos a que la política económica de la 4T, en primer lugar, la mal llamada austeridad republicana, al recortar absurdamente el presupuesto al Metro (propiamente desde el inicio del mandato del actual gobierno no ha habido dinero para cumplir con las normas básicas de seguridad, incluido el mantenimiento, llegando, así, a la catástrofe), esa política económica, repito, es la culpable, en última instancia, de la desgracia.
A esto debemos sumarle los recortes al sector salud que han dejado en el completo abandono a grupos sociales vulnerables como los niños con cáncer, los enfermos crónicos que requieren de medicamentos y tratamientos especializados y muy caros, los enfermos de VIH-SIDA, que han cobrado la vida de cientos de mexicanos.
Además, los recortes y el cierre de programas de beneficio social que, con el pretexto del combate a la corrupción, han dejado en el desamparo a millones de ciudadanos, y con ello, un crecimiento importante de la pobreza en nuestro país (se dice que en lo que va del gobierno de López Obrador el número de pobres ha crecido en más de 4 millones).
Suma y dale. La infraestructura pública, salvo las obras faraónicas de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), como el Tren Maya, el aeropuerto Felipe Ángeles, la refinería de Dos Bocas), está en su peor momento con cero nuevas construcciones y cero mantenimientos a las ya existentes.
El drenaje, el sistema de agua potable, la electrificación, los sistemas de riego, el arreglo y mantenimiento de escuelas, de clínicas, de hospitales, de canchas deportivas, el servicio de transporte local y externo, y, por último, la red de carreteras de nuestro país se encuentran en un estado de completo abandono y deterioro.
La infraestructura carretera mexicana tiene un rezago, según expertos, de más de 30 años; miles de comunidades en tiempo de lluvias quedan completamente aisladas de los centros administrativos, médicos y económicos (cabeceras municipales). Miles de caminos prácticamente intransitables; ni las autopistas se salvan de esta crítica situación; cientos de miles de baches inundan las carreteras; algunas de las presidencias municipales sólo cuentan con un presupuesto anual de 200 mil pesos para arreglo y bacheo de carreteras.
Y todo esto y más se lo debemos a la criminal política económica del gobierno de AMLO y la 4T que con el pretexto del combate a la corrupción y con su famosa austeridad no sólo está matando mexicanos (26 víctimas mortales de la Línea 12, cientos de niños con cáncer, cientos de enfermos crónicos), sino que está llevando al país entero al precipicio.
Los mexicanos debemos saber, con precisión y objetividad, lo que está sucediendo en nuestro país, debemos saber quiénes son los verdaderos culpables de las muertes comentadas más arriba y quiénes son los responsables del deterioro general de nuestro país.
En consecuencia, debemos organizarnos y luchar para exigirle a AMLO y compañía, que resuelvan los problemas importantes del país: empleo bien pagado a todos los mexicanos en edad de trabajar; obras y servicios para los pueblos y colonias marginados y un sistema impositivo progresista, proyecto que bien instrumentado sacará a México de el bache en el que se encuentra. Si esto no lo puede o no lo quiere hacer AMLO, ya no votemos por él y su proyecto, y pongamos un gobierno que sí sepa gobernar a favor de los mexicanos.
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