MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La Comuna de París

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La Comuna de París fue un acontecimiento histórico universal de la mayor importancia, consistió en el primer intento exitoso de la clase obrera de tomar en sus manos el poder político y ponerlo al servicio del proletariado y de las clases laborantes. Existió desde el 18 de marzo de 1871 hasta el 28 de mayo del mismo año, día en que cayó la última barricada defendida por un solo hombre, y último día de la llamada “semana sangrienta”.

De estudiar la Comuna de París -y sacar las conclusiones teóricas y prácticas pertinentes- se han ocupado los grandes maestros y guías del proletariado mundial y nacional: Carlos Marx, Federico Engels, el gran Lenin y nuestro querido maestro, el Ing. Aquiles Córdova Morán.

París, en los tiempos de la Comuna era la capital mundial de los negocios, del urbanismo y el placer refinado de la burguesía: la “ciudad luz”; la de los grandes boulevares; los grandes palacios, como el de las Tullerías; los grandes museos, como el Louvre; y los grandes monumentos como el Arco del Triunfo y la columna Vendome.

El 2 de diciembre de 1851, comenzó el Segundo Imperio en Francia, encabezado por Luis Bonaparte, también conocido como Napoleón el Pequeño, sobrino del gran Napoleón Bonaparte, lo que significó la explotación de Francia por una cuadrilla de aventureros políticos y financieros y el enriquecimiento, como nunca antes, de toda la burguesía francesa. Proclamado el Segundo Imperio, el reclamo de las tierras colindantes con Prusia tenía que llegar y llegó con la guerra Franco-Prusiana de 1870. El 2 de septiembre de 1870 el ejército francés fue derrotado y el emperador, Luis Bonaparte, fue hecho prisionero en Sedán. Dos días después, el 4 de septiembre, el Segundo Imperio se derrumbó y fue proclamada la República, pero a la cabeza de esta República se pusieron los legisladores burgueses, encabezados por Thiers, bajo el nombre de Gobierno de la Defensa Nacional (aunque más exacto sería llamarlos gobierno de la traición nacional). Empero, todos los parisinos y en su mayoría los obreros estaban armados y enrolados en la llamada Guardia Nacional.

París estaba sitiado por el ejército de Bismarck y el 28 de enero, vencida por el hambre, la ciudad se rindió, es decir, se rindió el gobierno de la defensa nacional, pero la guardia nacional formada por los obreros armados sólo firmó un alto al fuego, y quedó en poder de sus armas y cañones.

Thiers, como sabueso de la burguesía, se dio cuenta del peligro que representaban los obreros y el pueblo armados y decidió desarmarlos, para entonces, Thiers y su ejército se habían trasladado a Versalles, a 20 kilómetros de París. Desde allí ordenó el 18 de marzo un ataque con la orden de arrebatarle la artillería a los obreros, es decir, los cañones, pero los obreros no lo permitieron; esto significó la guerra entre la guardia nacional de los obreros parisinos contra el gobierno francés, encabezado por Thiers, con sede en Versalles.

Unos pocos días el gobierno de París lo constituyó el Comité Central de la Guardia Nacional, pero en seguida se lo cedió a la Comuna, órgano de poder nuevo, creado al calor de la lucha, formado por representantes de los distritos de París. La Comuna, sin tener un plan previo ni un manual de qué hacer, ni nada por el estilo, procedió mediante la iniciativa de las masas obreras a adoptar las siguientes medidas, entre otras: abolió la policía moral, abolió el ejército permanente, condonó los pagos de renta de viviendas que ocupaban los obreros, devolvió a los obreros los objetos empeñados en las casas de empeño, se fijó como sueldo  máximo de todo funcionario de la Comuna el de un obrero, separó la iglesia del estado y decretó la educación laica; sacaron a la calle y quemaron públicamente la guillotina, instrumento de muerte que lo mismo sirvió en el pasado para decapitar emperadores que revolucionarios, ordenó que se demoliera el monumento llamado la columna Vendome, hecha para celebrar los triunfos de Napoleón Bonaparte, la Comuna la echó abajo para proclamar la paz y la hermandad entre los pueblos y no la guerra, entregó las fábricas ociosas a los obreros, a los cuales se les organizó en cooperativas; prohibió el trabajo nocturno en las panaderías, suprimió las casas de empeño. Todos los funcionarios de la comuna eran elegidos por voto universal y removibles en cualquier momento.

“La Comuna tuvo que reconocer desde el primer momento -dice Engels- que la clase obrera al llegar al poder no podía seguir gobernando con la vieja máquina del estado; que para no perder de nuevo su dominación recién conquistada, la clase obrera tenía, de una parte, que barrer toda la vieja máquina represiva utilizada hasta entonces contra ella, y sustituirla por una máquina distinta, al servicio del proletariado”.

Por último, algo sobre el gran cambio moral operado en el París de la Comuna. Dice Marx “Maravilloso en verdad fue el cambio operado en la Comuna de París. De aquel París prostituido del Segundo Imperio no quedaba ni rastro. París ya no era el lugar de citas de terratenientes ingleses, absentistas irlandeses, ex esclavistas norteamericanos, expropietarios rusos de siervos, etc. Ya no había cadáveres en el depósito ni asaltos nocturnos, ni apenas hurtos, por primera vez se podía transitar seguro por las calles de París, y eso que no había policía de ninguna clase.

Las prostitutas habían encontrado el rastro de sus protectores, fugitivos hombres de la familia, de la religión y de la propiedad. En su lugar, volvían a salir a la superficie las auténticas mujeres de París, heroicas, nobles y abnegadas como las mujeres de la antigüedad. París trabajaba y pensaba, luchaba y daba su sangre; radiante en el entusiasmo de su iniciativa histórica, dedicado a forjar una sociedad nueva…

Frente a este mundo nuevo de París, se alzaba el mundo viejo de Versalles”… Fue este mundo viejo y podrido de Versalles, el mundo de la burguesía y sus lacayos, el que bañó a París y a sus comuneros en el mayor baño de sangre que registra la historia de las represiones, más de 30,000 fusilados sin juicio alguno, cuando los fusiles no se daban abasto, procedieron al ametrallamiento en masa; y luego al encarcelamiento y al destierro a trabajos forzados a los heroicos comuneros. Más de 50,000 muertos y desterrados fue la cuota de sangre que hubieron de pagar los obreros de París por su intento glorioso de “asaltar el cielo”.

Los mejores hombres de su tiempo, Marx, Engels, Victor Hugo, Arthur Rimbaud, Paul Verlaine, ensalzaron a los heroicos comuneros. . . a sus verdugos: “la historia los ha clavado ya en una picota”.

Epílogo: al concluir la Comuna, un obrero revolucionario, miembro de la Asociación Internacional de los Trabajadores, que dirigió Marx, y que fue electo funcionario de la Comuna de París, logró fugarse y como parte de su libro "Cantos revolucionarios", compuso un poema titulado "La Internacional", inspirado en los hechos de la Comuna. Ese himno, el cual musicalizó otro obrero francés, es hasta nuestros días el himno de los revolucionarios del mundo. Ese obrero se llamó Eugene Pottier, nacido en París.

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