Autonombrarse héroe nacional, por declarar su gestión (sin el fundamento contundente de los hechos y solamente por promesas) un hito en la Historia nacional a la altura de las hazañas de Miguel Hidalgo y/o Benito Juárez no sólo habla de una opinión de sí mismo exageradamente alta, sino también de una estrategia para colocar de tajo en una sola categoría a todos sus críticos que, por esta vía y en automático, se presentan como traidores a la patria y del progreso nacional. De este modo, nadie tiene derecho a disentir del discurso oficial porque el maniqueísmo articulado desde esta "justificación histórica" no entiende de matices, aunque, irónicamente, su pragmatismo político le haya permitido durante su campaña pactar lo mismo con actores políticos de la derecha que con intelectuales progresistas de la izquierda.
En efecto, un discurso donde toda renovación política -que muchos mexicanos anhelamos- gire en torno a su figura ha provocado algunas reacciones radicales por parte de algunos de sus seguidores; fomentando con ello, una proliferación de calumnias y linchamientos (mediáticos y físicos) en contra de sus detractores. Y es que aunque MORENA se declare como un proyecto de participación colectiva, no se puede negar que existe en ese partido un excesivo centralismo en la toma de decisiones por parte de Andrés Manuel López Obrador; por ejemplo, la vida democrática al interior de ese Movimiento político tuvo en varias ocasiones cuestionamientos serios (y de eso hay evidencia periodística suficiente); recordemos la asignación amañada de varios candidatos afines al jefe único morenista, en detrimento, en muchas veces, de la voluntad de la base partidaria: la imposición de Claudia Scheinbaum es sólo la punta del iceberg. Todo parece justificable porque han propagado la idea falsa de que Andrés Manuel es ya un héroe nacional. En este sentido, solamente así me explico su afán cansón de moralizar la política. Primero en discursos y ahora mediante la distribución de la Cartilla moral escrita por el maestro Alfonso Reyes, hace más de 70 años.
El documento, con todo, tiene más valor literario (quizás en la misma tesitura del Código de Hammurabi o del Huehuetlatolli de los antiguos mexicanos) que práctico. Y mi pesimismo no radica solamente en los bajísimos promedios de hábitos y comprensión de lectura de nuestra población sino, y sobre todo, en las condiciones paupérrimas en las que las que viven buena parte de los mexicanos; es decir, nadie puede profesar el bien sin cambiar simultáneamente sus condiciones materiales deplorables. Se acepta por varios estudiosos del tema que una personalidad agresiva o suicida -en casi todos los casos- es creada por ambientes hostiles o de marginación. La maldad no brota de la nada. La maldad brota de condiciones malas, así de sencillo.
Esto parece una verdad incontrovertible pero se olvida pronto. Para muestra: los medios de comunicación lanzaron un linchamiento mediático y unánime contra pobladores veracruzanos que rapiñaron ganado de un transporte volcado, hace pocos días. Frases como: "si robas, no te quejes por tus políticos, los mereces" o aún más: "bestias, animales, hijos de...", por mencionar las menos peyorativas. Y es cierto, en estricto sentido es un robo y, a diferencia de los que sí tienen influencias económicas poderosas en las cortes de justicia, pueden ser sancionados legalmente y señalados públicamente como inmorales. Pero este desgarramiento de vestiduras olvida, acaso a propósito, que los que robaron son, en su inmensa mayoría, gente humilde que comete este acto "vergonzoso" impulsado por la necesidad. No se percibe a ningún pudiente acaparando; y la brutalidad con que apañan lo ajeno revela una insatisfacción igualmente horrorosa. Pongamos a colación que México tiene las jornadas de trabajo más largas entre los países miembros de la OCDE y que, según la CEPAL, los trabajadores mexicanos obtienen uno de los salarios más bajos de la región. Aquí la pregunta: ¿sólo con aforismos morales se hace a los hombres buenos?
Desde luego que el presidente no puede atenerse solamente a discursos morales, debe combatir la pobreza en serio, esto es: abatir la marginación de fondo y no con programas asistenciales que apuntan al ignominioso cálculo electoral y a los dobles juegos políticos. De ser así, la publicación y distribución masiva del opúsculo moral de Alfonso Reyes tiene más el fin de perfilar al presidente como el paladín del bien y de todo lo patrio con la meta de incrementar la aprobación de su imagen pública que como parte de una campaña de verdadera educación política de las masas que lo ayude a combatir la miseria. Porque él ha propagado la explicación incompleta de que el estado desastroso de nuestro país se debe únicamente a una clase política corrupta; y su radicalismo parece menguar cuando se le solicita aplicar medidas prácticas para contener los efectos negativos del modelo económico imperante en el país: el neoliberalismo y que es, en nuestra opinión, la verdadera causa de esta inaudita injusticia social.
De ahí que consideremos urgente combatir a la pobreza en los hechos: generando empleo, con salarios bien remunerados, con una mayor orientación social del gasto público y una política fiscal auténticamente equitativa, donde paguen más los que más tienen; solamente así se generan condiciones para poder crear a un hombre bueno, en el sentido amplio de la palabra.
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