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La banca central en México: entre la excelencia técnica y los desafíos sociales

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Iniciado el año, la revista británica The Banker, otorgó el reconocimiento “Banquera Central del Año 2024 para América” a la gobernadora del Banco de México, Victoria Rodríguez Ceja. La revista especializada en asuntos financieros internacionales mencionó entre sus razones para brindar este nombramiento el “adoptar una postura monetaria proactiva y establecer de manera oportuna y efectiva una tasa de referencia consistentemente enfocada en llevar a la inflación a su meta de 3%, además de realizar un importante esfuerzo por comunicar las razones por las que se requería una postura restrictiva” (véase el comunicado de prensa del Banco de México del 3 de enero de 2024).

Como es común en las cuestiones financieras, el manejo extremadamente técnico del lenguaje y las sofisticadas operaciones han reducido el público interesado a un puñado de tecnócratas entendidos, directores ejecutivos y financieros de bancos privados, instituciones financieras internacionales, bancos centrales, ministros de finanzas, etc. De esta suerte, la noticia referida pasó sin pena ni gloria para la mayoría de los mexicanos. No obstante, la cuestión no es ajena a los intereses de las mayorías, pues hoy por hoy, el Banco de México es quizá la institución más importante en la conducción de la política macroeconómica del país. Por ello, trataremos de explicar cuál es la significación de este reconocimiento, y qué es lo que se está reconociendo.

De forma un poco simplificada, la justificación de este nombramiento referida en la cita del primer párrafo alude al firme compromiso que el Banco de México ha mostrado hacia el control de la inflación, para lo cual se ha adherido puntualmente a un esquema de política monetaria que se conoce como “Régimen de Metas de Inflación”. Este esquema plantea, principalmente, que para que la inflación baje a su nivel deseado (de 3%) el banco central debe aumentar la tasa de interés a la que éste ofrece préstamos a los bancos comerciales. Al hacerlo espera que las tasas de interés del sistema bancario en general aumenten, de tal forma que pedir prestado se haga más costoso. Tanto si el crédito es para financiar el consumo o la producción, mayores tasas de interés previenen a las personas y las empresas de endeudarse. El resultado final es la disminución o contención del consumo, la inversión, y de forma aparejada, de las importaciones y el gasto en general que conforma lo que se denomina la “demanda agregada”. La contraparte de esta restricción en la demanda es que se provoca una contracción en la producción y, por ende, en el empleo. De ahí el calificativo de “postura restrictiva” que se le da a esta estrategia.

Esta práctica se sostiene en la justificación teórica de que la causa de la inflación es un exceso de la capacidad de compra de la población en general respecto a la cantidad de bienes y servicios ofrecidos por una economía en un determinado periodo. Por tanto, la solución está en eliminar esa capacidad de compra excedente, retirarla de la circulación, transformarla en ahorro incentivado por mayores tasas de interés. Esta es la línea de acción que siguen hoy más de una veintena de bancos centrales en el mundo, y en la que ha destacado nuestro banco central desde su adopción formal en México en 2001, y con especial apuro en el reciente periodo inflacionario ocasionado por la crisis económica de covid-19. Si bien el Banco de México redujo inicialmente su tasa de interés de 7.13% (cuando se notificó el primer caso confirmado de covid-19 el 28 de febrero de 2020) hasta un 3.96% fijado a mediados de junio de 2021, a partir de entonces inició una racha alcista sostenida hasta llegar a 11.35% a finales de junio de 2023.

Lo que se premia es este manejo de las tasas de interés, al cual se le atribuye la disminución de la inflación de un máximo de 8.7% en septiembre de 2022 a 4.6% actualmente. No obstante, el éxito atribuido no es tan claro, sobre todo si se considera que la inflación fue causada en un inicio por la interrupción de las cadenas de suministro global, y se ha sugerido que las empresas multinacionales que venden al consumidor aprovecharon el ambiente de alta inflación para elevar ventajosamente sus precios al tiempo que se reestablecía el consumo. Por otro lado, el alza de las tasas de interés elevó, como era de esperarse, el costo del crédito al consumo, pero no por ello la población dejó de adquirir créditos de este tipo, lo que explica en parte un año récord de ganancias bancarias por este concepto en 2022.

En suma, esta política monetaria presenta elementos antipopulares, como la contracción de la economía y el empleo, mientras que deja incólumes los efectos distributivos del proceso inflacionario y de las tasas de interés. Este reconocimiento que parece premiar la excelencia profesional y administrativa de una institución aparentemente neutral esconde en realidad intereses sociales que tienen que ser dilucidados con mayor profundidad más allá del lenguaje técnico-esotérico. 

Tania Rojas es economista por El Colegio de México e investigadora del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.

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