El concepto de Transformers inició en 1983: primero como juguetes japoneses que tuvieron un gran éxito comercial y se extendieron por todo Japón y el mundo entero; luego pasaron a películas de dibujos animados, que tuvieron y siguen teniendo enorme éxito y, por tanto, produciendo jugosísimos dividendos.
Este fenómeno mexicano, de transformarse para seguir siendo lo mismo, surgió en 1989 cuando priistas inconformes abandonaron su partido y se propusieron formar otro.
Teóricamente se trata de robots que tienen la capacidad de transformarse en formas alternativas como vehículos y animales; es decir, que, según el deseo o necesidad que tenga quien lo usa, podrá cambiarlo de forma.
Dicho de otra manera: es una cosa pero puede ser otra y aun cuando cambie de apariencia es el mismo personaje; en lenguaje mexicano podríamos decir “es lo mismo pero más barato”.
El símil viene a cuento porque en México todos somos testigos de que, sin ser robots sino personajes reales, de carne y hueso, eso sí se da en la vida real y además con toda la conciencia de que algunos políticos son capaces de transformarse fácilmente en lo que no eran, sin dejar de ser lo que son.
Este fenómeno mexicano, de transformarse para seguir siendo lo mismo, surgió en 1989 cuando priistas inconformes abandonaron su partido y se propusieron formar otro. Entre los primeros que emprendieron esta moda estuvieron: Cuauhtémoc Cárdenas, Ifigenia Martínez, Andrés Manuel López Obrador y otros quienes, inconformes con su partido, hicieron su primera traición al PRI para formar el PRD.
Años después, en 2011, hicieron su segundo cambio de forma: dejaron al PRD para formar Morena. Este cambio les resultó más exitoso pues, aunque perdieron las elecciones, el ejemplo camaleónico hizo que muchos políticos mexicanos consideraran más provechoso seguir su ejemplo y, por tanto, una gran cantidad de ellos echaron por la borda su militancia anterior y se propusieron a imitar la conducta de los primeros Transformers con tal de seguir gozando de los beneficios del poder.
Siempre supieron que al hacerlo tenían que renunciar a principios personales y políticos; a discursos, convicciones (si acaso los tenían), siglas y color del partido al que habían pertenecido. Se les hicieron ofensas personales, pero nada de eso les importó con tal de no vivir fuera del presupuesto gubernamental.
El proceso se aceleró en proporciones nunca antes vistas y, después de 2018, cuando Morena ganó las elecciones por la Presidencia de la república, casi todos los políticos se dieron cuenta de que dicho partido se había convertido en hegemónico y que lo haría por muchos años, por lo que no tenía caso ser opositor, seguir peleando o combatiendo contra él, y que lo más conveniente era sumarse a él, lo cual hicieron sin ningún remordimiento ni escrúpulo.
¿Cuál es el resultado actual? Que la inmensa mayoría de las masas populares de Morena, así como la cabeza de dicho partido, son nuevamente los mismos que anteriormente fueron priistas o dirigentes de otros partidos. Su conducta, comportamiento, forma de hacer política y sus vicios y deformaciones siguen siendo los mismos, pero ahora con un ropaje y color de partido distinto.
¿Qué es lo que se impone con lógica ineludible? Que los priistas dejaron de oponerse a un enemigo que no pudieron combatir y, siguiendo la vieja sentencia de “si no puedes con tu enemigo, únetele”, se pasaron al bando ganador y, aun cuando no han cambiado su esencia, son lo mismo pero con el ropaje de Morena.
Por eso siguen siendo diputados, senadores, presidentes municipales y funcionarios públicos o bien candidatos a los mismos cargos públicos que anteriormente tenían y peleaban. Para ellos, la única diferencia es el partido que los cobija y postula.
Los ejemplos sobran: Alejandro Murat, Eruviel Ávila, Alejandra del Moral y una serie infinita de fauna política que anteriormente militó y defendió al PRI o a otro partido y ahora dicen ser convencidos morenistas.
Sirva la anterior reflexión para que el pueblo noble y bueno de México no tenga la mínima confianza en los políticos que desde siempre lo han manipulado y utilizado, sin ayudarlo realmente, y se proponga formar una verdadera y auténtica organización popular que responda verdaderamente a los intereses populares.
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