MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Globalización y pobreza, ¿hasta cuándo?

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Con el señuelo de que mediante la inversión extranjera habría transferencia de tecnología y que los niveles de productividad del trabajo de los países atrasados alcanzarían a la de los países desarrollados en un tiempo récord, y las promesas de desarrollo económico, crecimiento del empleo y de los salarios de los trabajadores, muchos países en desarrollo se adhirieron a la globalización sin cortapisas.

Como es bien sabido, México se metió de lleno y de cabeza a reformar las leyes y reglamentos, a firmar acuerdos de libre comercio, etcétera, para refrendar su compromiso y exigir su derecho como miembro pleno del mundo más globalizado. La antesala de este viraje fue una crisis económica en la que los desequilibrios de las finanzas públicas y del sector externo fueron las gotas que hicieron imposible mantener el modelo de desarrollo basado en el incremento del gasto público. La globalización, un mundo sin fronteras para las mercancías y los capitales, prometía ser el mejor escenario para el desarrollo económico pues prometía una cancha pareja en la que ganaba el mejor. Al libre comercio, que se le revivía de los anales del siglo XIX, se le añadió la desregulación del capital financiero.

Hace unos días la Organización Mundial del Comercio (OMC) dio a conocer el ranking de las economías con más importaciones y exportaciones de mercancías intermedias. México se halla entre las diez primeras economías importadoras, y en cambio, no está ni siquiera entre las 15 primeras economías exportadoras de bienes intermedios. Es así porque la industria que se desarrolló en México al calor de la globalización se dedica a ensamblar partes; partes producidas en el extranjero, con base en tecnología y diseños extranjeros.

Como muestra de ello, la industria automotriz instalada en México, la mayor parte de ella de capital extranjero. Esta industria es la de mayor exportación en el país (41% del valor de las exportaciones y 25% del empleo del total de las manufacturas); gracias a ello, México se ubica entre los primeros productores y exportadores mundiales de automóviles y autopartes. A pesar de esto y los años que lleva ya instalada, de todo el valor del producto exportado, en promedio, solo 20% se produce en México (y en este indicador, este sector también es señero).

La globalización, este modelo económico en el que los dueños del capital exigen todos los derechos sobre el producto social, se ha enfrentado a diversas crisis que, si bien han puesto en entredicho su viabilidad, ha logrado sortear, por el momento. Ejemplo de estos escollos son, la crisis económica de 2008, llamada como Gran Recesión por ser la más grande en la historia moderna del mundo por la pérdida de riqueza que significó y el número de países que tocó; así como a la crisis política que parecía configurarse con el Brexit y el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos; entre las más sonadas. Todas ellas no son, sin embargo, sino expresiones de la crisis más inmanente de la globalización, la crisis social configurada por la híper-concentración de la riqueza mundial, que provocan el incremento de la pobreza y la marginación en el mundo. Y hasta ahora, las crisis no han acabado con el modelo de la globalización porque hace falta una fuerza social que le ponga la cruz. Esta fuerza social no puede ser sino la de los trabajadores que sufren los abusos de los dueños del capital mundial.

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