MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Ganó Trump ¿y ahora qué?

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La guerra electoral entre Hillary Clinton y Donald Trump nos dejó una lección invaluable porque se trató del enfrentamiento entre fuerzas descomunales. Me refiero al enorme poder que demostraron los medios de comunicación, no sólo en Estados Unidos, sino en el mundo entero, para presentar al candidato que no era de sus preferencias como el más malo, el malísimo, mientras que por contraste, si no hablaban bien de la candidata de sus sueños, sí se las ingeniaban para colocarla como la más preferible y menos peligrosa. En el mundo capitalista y, por tanto, en México, prácticamente no hubo medio influyente que hablara bien de Donald Trump. Ese es el poder inmenso de los medios de comunicación, así se modela la opinión pública, así se crean mercancías fabulosas, personajes "históricos", organizaciones "democráticas" e "imperios del mal" o, si se requiere, se ocultan tramas macabras para desatar guerras asesinas. Esa campaña nos debe haber dejado aterrados por la capacidad de manipulación del género humano y nos debe confirmar en que las ideas dominantes son las ideas de la clase dominante.

Ni la señora Clinton ni el señor Trump eran buenos para el pueblo de México, sus diferencias eran las diferencias de dos grupos de poder gigantesco en el seno del imperialismo y nadie en su sano juicio podría creer que con alguno de ellos, nos habría ido mejor. En fin, ya ganó Trump y ahora se dispone a llevar adelante su programa de gobierno para enfrentar la grave crisis –terminal en mi opinión- en la que se encuentra sumido el imperialismo. La sobreproducción de mercancías y la fabulosa acumulación de ganancias que ya no podían invertirse, fueron atendidas desde finales de los años setenta mediante la política neoliberal, se abrieron las fronteras para el libre movimiento de mercancías y capitales y se elevaron escandalosamente los niveles de endeudamiento pero, a la postre, los remedios se convirtieron en nuevas enfermedades y se desató una nueva crisis de sobreproducción que apareció al principio como crisis financiera en el año 2008.

Durante el reinado de la política neoliberal nadie se ocupó de la distribución de la riqueza. Mientras que durante el período de 1948 a 1972, todas los deciles (por posición económica) de la población norteamericana experimentaron mejoras muy parecidas en sus niveles de vida, entre 1972 y 2013, en la era del libre mercado, el 10% de más abajo experimentó un descenso en su ingreso y el 10% de más arriba, lo mejoró como ningún otro sector; completando: en Estados Unidos, el ingreso promedio de un trabajador es ahora más bajo que hace 40 años y el ingreso del 90% más bajo de la población se ha mantenido estancado durante más de 30 años. Mientras existió la Unión Soviética, el imperialismo tuvo contrapeso, cuando desapareció se desquició su ambición por la ganancia. Ha-Joon Chang dice que "según el Economic Policy Institute, un think tank de centroizquierda con sede en Washington, entre 1979 y 2006...el porcentaje de los ingresos nacionales que se concentró en el uno por ciento con mayores ingresos de Estados Unidos, aumentó más del doble"; contundente.

Donald Trump es un instrumento para acabar con el neoliberalismo, al menos para disminuir sensiblemente las características que han sumido al imperio en esta nueva grave crisis; nadie se confunda, la política de Trump es otro intento para lograr la sobrevivencia del imperialismo. Recuerdo ahora, como referencia, que ya hace algunas semanas informé acerca de que influyentes economistas del cuarto de guerra ideológica del Fondo Monetario Internacional, cuestionaban dura y públicamente las políticas neoliberales. Está llegando a su fin la corriente de los eminentes teóricos de la clase en el poder que habían llegado a considerar a la economía como una rama de las matemáticas y, cobra imponente, irrefutable actualidad la ciencia de Carlos Marx que en su tiempo y ahora se ha servido del método más moderno y eficaz: la dialéctica.

El poderoso grupo que impulsa a Donald Trump, sabe muy bien que la libre exportación de capitales, ha posibilitado invertir fácilmente en países con salarios miserables para aumentar la competitividad, entre otros, doy como ejemplos a Bangladesh y a México y, ahora, las mercancías producidas a bajo costo por los trabajadores de esos países huéspedes, entran libremente a los Estados Unidos. Donald Trump pretende que los capitales norteamericanos que han emigrado al extranjero paguen impuestos o regresen a los Estados Unidos para dar empleo a los trabajadores blancos que están muy irritados, precisamente por eso ha planteado que se revisen o cancelen, según el caso, varios acuerdos internacionales, como el Tratado de Libre Comercio. Consecuentemente, a medida que se logre que se retiren de los países en los que se han instalado los capitales, habrá mayor desocupación; ojo: pueblo de México. La medida se complementa con el cierre de la frontera con México (terminar la construcción del muro que lleva una tercera parte) y la expulsión de los trabajadores que hasta ahora compiten por los empleos con los trabajadores norteamericanos. No debe haber dudas: sí habrá más, muchas más dificultades para emigrar a Estados Unidos a trabajar, sí habrá más dificultades para enviar dinero desde allá (se habla de cobrar impuestos a las remesas) y sí, claro, habrá más expulsiones de trabajadores mexicanos.

¿Y cuáles son las medidas del gobierno mexicano para enfrentar la emergencia? Pues como no sea el programa "Bienvenido a casa paisano" del Instituto Nacional de Migración que consiste en modulitos para brindar información y unos cuantos pesos de apoyo a unas cuantas gentes, no veo ningún otro. No veo que ya se haya estimado en cuánto van a disminuir las remesas y cuántas familias van a resultar perjudicadas, no veo que se hayan estimado los regresos por zonas, ni en cuánto van a impactar en la cantidad de desempleados y qué alternativas reales, útiles, se les van a proponer. No hay, pues, más que declaraciones anestésicas y demagógicas. Y el problema está encima.

¿Qué proponemos los antorchistas? Proponemos: uno: empleo para todos; dos: salario digno; tres: incremento al gasto público en servicios elementales e infraestructura y, ¿cómo? ¿con qué? aumentando sustancialmente los ingresos del gobierno haciendo que paguen impuestos los grandes capitales que ganan más, mucho más y que, hasta ahora, o no pagan, o pagan muy poco u obtienen solícitos y cuantiosos perdones de sus obligaciones fiscales. Nos queda claro que ello no puede lograrse solamente con declaraciones, para lograrlo, en un primer momento, es necesario aumentar de manera apreciable la capacidad popular para influir en las decisiones del gobierno, la organización de los pobres de México tiene que crecer, pues así como durante la época neoliberal en Estados Unidos, nunca se tomó en cuenta el problema de la distribución de la riqueza social producida, en México, de manera simétrica, tampoco interesó realmente a nadie en las esferas oficiales, el empobrecimiento de las grandes masas, el pueblo nunca contó, simplemente se le impusieron las políticas neoliberales. Y como siguiente paso, habrá que disputar por la vía democrática el poder de la nación ¿Por qué habría de ser impensable o imposible que una fuerza popular gobierne México en beneficio del pueblo? No es ni impensable ni imposible. Simplemente, será. ¿Tan loco es vuestro amo –le dijo el del Verde gabán a Sancho Panza- que teméis, y creéis que se ha de tomar con tan fieros animales? "No es loco –respondió Sancho-, sino atrevido".

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