Casi un tercio de la población en México sufre de inseguridad alimentaria moderada o severa. Esto significa que unos 35 millones de mexicanos llevan un día o más sin comer, no saben si podrán comer hoy o sacrificarán la cantidad o calidad de los alimentos.
El problema de la inseguridad alimentaria tiene muchas dimensiones, entre ellas la falta de planificación por parte del gobierno federal, por ello debe combatirse mediante un enfoque amplio y multidisciplinario.
Existe una relación muy estrecha entre el contexto socioeconómico en el que se vive y la inseguridad alimentaria. Los grupos más vulnerables al hambre crónica y la falta de acceso a alimento suficiente y nutritivo son las personas en situación de pobreza que habitan en zonas rurales; este problema es mayor si la población es indígena y si se agudiza, aún más, si trata de mujeres y niños.
Estos últimos se ven especialmente afectados por el periodo crítico que atraviesan, donde la ingesta adecuada de nutrientes es trascendental para su crecimiento y desarrollo en el caso de las infancias y mujeres embarazadas. Sufrir de inseguridad alimentaria puede provocar problemas de malnutrición como anemia, sobrepeso, obesidad, retraso en el crecimiento y emaciación. Si su situación no mejora estas condiciones adversas de salud pueden permanecer, evolucionar o empeorar en su adultez.

La inseguridad alimentaria tiene muchos escenarios; puede referirse a la falta de comida, pero también al consumo de productos de baja calidad. El hecho de que México tenga una alta incidencia de sobrepeso y obesidad, se debe, en gran medida, a que los alimentos con alto porcentaje de grasa, sodio, carbohidratos de rápida digestión y ricos en calorías vacías son, en general, más asequibles que los que permiten tener dietas equilibradas y ejecutar estilos de vida saludables.
Actualmente, los productores de frijol en nuestro país enfrentan una crisis severa en la producción de esta leguminosa. Si bien la cosecha de frijol del ciclo primavera-verano 2025 avanza, según datos oficiales, con un volumen superior del año pasado, generando una mayor oferta, se da un contexto de precios bajos para ellos, presionados aún más por la constante importación de este alimento desde Estados Unidos.
“En el campo, según muestran reportes, los agricultores reciben entre nueve y 12 pesos por kilogramo de frijol (dependiendo la variedad), monto que no alcanza para cubrir los elevados costos de producción a raíz del alza en los precios de fletes, fertilizantes y salarios. A lo anterior se suma la preferencia por el que es cosechado del otro lado de la frontera, que llega a la Central de Abasto a un precio final de entre 15 y 16 pesos por kilo.

Estos precios bajos no llegan al consumidor final, que paga hasta 400 por ciento más respecto a lo que reciben los productores. Según datos del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA), mientras el precio pagado al productor de frijol negro es de 10 pesos, en los supermercados se vende en casi 48 pesos el kilo, diferencia que queda en manos de los intermediarios”. La Jornada, 9 de diciembre de 2025.
Todas las variedades siguen esta tendencia, ya que el kilogramo de frijol pinto se paga al productor en 12.2 pesos por kilo, mientras que el consumidor lo paga a 39.9 pesos; en tanto, el que es claro se paga a 15 pesos mientras las familias lo deben adquirir a 55.8 pesos el kilogramo; en tanto, el kilogramo de frijol azufrado se paga al productor en 21.5 pesos, al tiempo que es ofertado al consumidor en 57.3 pesos.
Es urgente que el gobierno federal implemente medidas para solucionar el problema alimentario que aqueja a nuestro país desde hace décadas, pues el problema en lugar de disminuir aumenta, diezmando sobre todo a la población indígena del país. Según estudiosos del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (INCMN), el problema alimentario no podrá abatirse antes del 2050. La desnutrición que afecta a un millón 20 mil 613 niños menores de cinco años seguirán golpeando sobre todo a estados como Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Veracruz, Yucatán, Campeche, Hidalgo y Puebla.
Y que ya dejen de inventar cifras que no resuelven en lo más mínimo el problema alimentario de nuestro país.
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