Es común que, entre sus terribles dolores, a los pacientes con cáncer se les suministre como sedante morfina para que sobrelleven su padecimiento. Pero es un error pensar que por desaparecer el dolor desaparece con ello la enfermedad.
Algo similar pasa, opino, con la relativa “satisfacción” de muchos que votaron razonando: “sean los gobernantes como sean, si me dan, aunque sea poquito lo demás no me importa; al cabo que todos son iguales, pero éstos siquiera me dan algo”. O bien: “es cierto que los otros me daban obras, pero ni modos que les diera un bocado a las obras”. Entonces, “mejor así”.
Al gastarse tanto del dinero que paga el pueblo de impuestos, etcétera, y ya sin fondos públicos, el Gobierno nos está endeudando a todos los mexicanos pidiendo dinero prestado a los bancos privados y a la banca mundial.
Nadie en su sano juicio está en contra de los apoyos sociales del Gobierno para la población vulnerable, todos estamos de acuerdo en que son necesarios. El asunto es que por sí solos, estos no curan la pobreza, así como la morfina no quita el cáncer; y peor aún, mal manejados los apoyos la perpetúan y agudizan, como si un paciente porque ya no siente el dolor dejara de lado los medicamentos oncológicos.
Sobre los apoyos directos lo insensato o perverso es su uso manipulador de conciencias y de votos, porque al comprar, coaccionar, o amedrentar con ellos, se acaba con el voto libre, por ejemplo.
Por otro lado, al gastarse tanto del dinero que paga el pueblo de impuestos, etcétera, y ya sin fondos públicos, el Gobierno nos está endeudando a todos los mexicanos pidiendo dinero prestado a los bancos privados y a la banca mundial, cuya deuda tendremos que pagar sin remedio, incluso los adultos mayores que hoy reciben muy alegremente el apoyo.
Si además tomamos en cuenta que esa falta de recursos es la que se pretexta para dejar a los pueblos y colonias pobres sin obras ni servicios varios de primera necesidad, como el agua, la luz, la salud, la vivienda, la educación, el empleo y el pago de buenos salarios que le garanticen las tres comidas diarias a las familias, etcétera, la cosa se agrava; quedando expuesta así una realidad verdaderamente dramática, pues la primera obligación de cualquier Estado en el mundo entero es la de garantizar la vida y seguridad de la población, materias en las que ya vimos, si no se cierra a propósito los ojos y las entendederas, este sexenio está quedando muchísimo a deber, tanto por pandemia como por inseguridad, por citar dos ejemplos.
Gastarse pues el recurso solo en apoyos sociales y una que otra obra faraónica, equivale a prenderle lumbre a la casa de uno para poder calentarse. Hace falta, por ejemplo, que el Gobierno se ocupe de cuestiones como el crecimiento económico del país, el cual venía siendo en otros gobiernos de más del 2 % y ahora ni siquiera al 1 % se llega, pues si no hay riqueza producida no hay nada qué repartir.
Sin embargo, como dijo el clásico, haya sido como haya sido está consumado el hecho y todo parece indicar por la forma en que se obtuvo este resultado de “carro completo” mediante la tan difundida como documentada “elección de estado” por las características que la rodearon, que vamos en el mismo sentido que hasta ahora; aunque al variar los personajes se abre la posibilidad de algunas enmiendas, por mínimas que sean. Habrá continuidad.
Pero el problema sigue ahí, ahí está la pobreza insultante de la inmensa mayoría de los mexicanos, lo que hace necesario preguntarnos: ¿Qué tenemos que hacer los pobres para salir de este atolladero? ¿Qué necesita corregirse?
Yo creo que primero habrá que darnos cuenta de que el problema a resolver en primer lugar es el de terminar con el periodo neoliberal para evitar la creciente y excesiva concentración de la riqueza en pocas manos, no sólo de palabra como hasta ahora, sino en los hechos; entendido éste como el modelo económico impuesto al mundo hace poco más de 40 años por el imperialismo en su etapa de capitalismo salvaje, hegemónico, representativo del mundo unipolar; que deja todo a las libres fuerzas del mercado no sólo la producción sino también la distribución y el consumo de la riqueza social.
Pero el mercado no la distribuye, sino que concentra por sus leyes inmanentes y así, al ser la riqueza una magnitud dada, finita, si no se reparte equitativamente no alcanza para todos.
Por eso al tiempo de procurar un mayor desarrollo económico general, el Gobierno debiera, dentro del sistema actual, garantizar una mejor distribución de lo producido, cambiando, por lo pronto, sólo el modelo económico por uno más justo y equitativo mediante medidas concretas factibles y necesarias como son: el empleo para todos, mucho más allá del cacareado “incremento en los índices” de empleo y más allá incluso del “pleno empleo”; salarios “reales” bien pagados y no sólo esos vaciladores aumentos “nominales” que pronto se vuelven humo con la inflación, tal como lo estamos padeciendo; una política de cobro de impuestos donde paguen más los que más tienen, los más favorecidos, los más ricachones, porque son los que más pueden aportar cuanto necesite el Gobierno para programas sociales y todo, es decir para garantizar cumplir con todas sus obligaciones; y por último, una redistribución en el gasto social, que ya expliqué más arriba cuando mencioné algunas de las necesidades apremiantes del pueblo pobre que somos la mayoría en nuestro país.
Y eso lo puede hacer, y lo debe hacer el Gobierno si realmente se preocupa por el desarrollo de México y de los mexicanos. Pero quien puede hacer que esto se vuelva realidad y no sólo buenas intenciones somos precisamente los ciudadanos, y para eso debemos exigir al nuevo Gobierno en cuanto tome posesión que cumpla con lo que prometió, con todos los apoyos directos comprometidos, pero también que lo haga sin menoscabo de cumplir con su obligación de garantizar todo el demás desarrollo integral y verdadero de los niveles de vida de los mexicanos.
Si los pobres lo entendemos y hacemos uso de nuestros derechos y libertades para salir a la calle como un solo hombre a exigir que el Estado Mexicano garantice la vida digna de seres humanos que nos merecemos, las cosas van a mejorar sustancialmente, eso está garantizado por cuanto que, como reza nuestra Carta Magna, la soberanía radica en el pueblo, y por tanto, sus representantes son sólo sus mandatarios, como se les llama a quienes reciben un mandato.
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