MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Es posible un mundo sin imperialismos

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Es muy cierto que las causas e intereses de fondo en las guerras no son claros al inicio, que son ocultados por una avalancha de propaganda y eso es lo que está sucediendo con la actual situación de Ucrania: el pueblo mexicano, como la mayoría de los del mundo, está siendo víctima de un alud de información distorsionada para justificar la continuidad de las agresiones al pueblo ruso, cuyos hechos hoy visibles forman parte de un proceso de los últimos 100 años.

Suena exagerado, pero no lo es: existe una continuidad y una misma raíz entre la actual situación y la que sucedió inmediatamente después del triunfo de los soviets en 1917 en Rusia hace poco más de un siglo, cuando de 1918 a 1921 la naciente URSS fue invadida por 14 potencias imperialistas con muchos métodos similares a los de hoy: armando, proporcionando ríos de armas a ejércitos mercenarios, finalmente derrotados, pero que dejaron al novato país literalmente devastado: estamos hablando de los intereses del imperialismo, encabezado por Estados Unidos y Gran Bretaña, que desde entonces ha visto amenazado su dominio sobre el mundo, primero por la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS) y luego por una Rusia independiente, que se ha recuperado social y militarmente a una velocidad asombrosa después de la catástrofe de la URSS en 1991. Esa capacidad de recuperación y vitalidad de la sociedad rusa siempre ha sido vista con temor por los ideólogos y políticos más reaccionarios del mundo entero.

Luego de que los ejércitos nazis fueran derrotados por aquella URSS en mayo de 1945, salvando al mundo del fascismo por las siguientes siete décadas, los imperialistas del mundo parieron en 1949 a la tenebrosa Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), guerrerista estructura militar concebida como ariete tanto para someter a los países europeos a su hegemonía como para mantener a la URSS, y ahora a Rusia, bajo constante amenaza y, finalmente, destruirla en muchos países pequeños y dominables: el instrumento favorito fue de nueva cuenta el nazismo y el odio con que emponzoña a los pueblos. Siempre lo ha sido. Luego de extinguida la URSS, después de pocos años de duda, y a partir del ascenso del presidente Putin al poder, Rusia decidió jamás volver a someterse a los dictados yanquis y británicos y construir una sociedad económica y políticamente independiente. Así, el impulso soberano de dos naciones, Rusia y China, ha construido en los hechos sociedades cuya viabilidad y éxito económicos y sociales nadie puede cuestionar racionalmente hoy en día, con sistemas de vida no dirigidos por la burguesía mundial, con problemas desde luego, pero que no necesitan del imperialismo, que han demostrado al mundo que los humanos podemos vivir perfectamente sin imperialismos de ningún tipo: y eso es estratégicamente el golpe más terrible que jamás le hayan dado a Estados Unidos y sus aliados. Es como una bomba nuclear de ideología, nacida de transformaciones reales, que destruye los fundamentos del pensamiento burgués, del que sea: liberal y neoliberal, nazista o socialdemócrata. Démonos cuenta, ciudadanos: el mundo no necesita ser dominado por Estados Unidos para lograr progreso y desarrollo. Eso le han enseñado al mundo China y Rusia, independientemente de que se esté de acuerdo o no con sus sistemas económicos.

Por ello la burguesía imperialista necesita desesperadamente impedir que los trabajadores del mundo se den cuenta de esos “malos” ejemplos y para lograrlo recurren a la mentira, al desprestigio mediático y la difamación como armas preferidas: así lo han hecho siempre contra todos los pueblos que se levantan en lucha por su progreso y desarrollo, todas sus agresiones necesitan la mentira para justificarlas, desde inexistentes “incidentes de Tonkin” hasta inventadas armas químicas masivas y hoy, en Ucrania, una “invasión” que en realidad es un enorme y arriesgado esfuerzo por detener el genocidio que las fuerzas nazis, financiadas descaradamente por la OTAN,  llevan a cabo en Ucrania desde hace ocho años y detener su necesaria consecuencia: una próxima agresión la nación rusa, otra más o, al menos, frenar y reducir el crecimiento de la fuerza de la bestia otánica. 

La historia de las agresiones imperialistas demuestra que no es posible hallar ni así tantito de honestidad en esas fieras. Tenemos que advertirlo a quienes nos alcancen a escuchar: no debemos creer ni una micra a las declaraciones de los imperialistas. Por eso hoy, con toda su inmensa maquinaria de televisoras, radiodifusoras, impresos y redes, de la que son dueños, se esfuerzan por confundir al mundo y presentarle sólo su versión de los hechos en Ucrania. Estamos hablando de miles de medios de comunicación, de una tupida red que nos mete sus mensajes por todos los poros del cuerpo social, nos abruma y desmoviliza desde su origen mental cualquier intento de resistencia: cito uno de tantos valiosos ejemplos que el reciente artículo de Aquiles Montaño Brito proporciona: “Los seis supergigantes de la comunicación [Time Warner, Disney, NewsCorp, NBC Universal, Viacom y CBS] controlan el 70% del negocio [informativo] en todo el planeta y son propietarios de unos mil 500 periódicos, mil 100 revistas, dos mil 400 editoriales, nueve mil emisoras de radio y mil 500 cadenas de televisión. “Ellos son los que deciden qué tenemos que ver en la televisión, cuál es la agenda y qué tema es más noticia que el resto”. (20+) Aquiles Montaño - Publicaciones | Facebook . Y toda esa descomunal maquinaria manipuladora de información está al servicio de los más negros intereses del capital, torciendo los hechos ante nuestros ojos y oídos cientos de miles de veces al día. Sólo así logran confundir a los pueblos y que haga suyas ideas que van contra su misma naturaleza. Sólo así podemos comprender por qué no desean la competencia de las agencias noticiosas RT y Sputnik, o no dejan ver a los europeos programas tan esclarecedores como “Ahí les va”, de la periodista Inna Afinogenova: porque desnudan sus trampas y engaños. Es una guerra informativa despiadada, insolentemente provocadora y deshonesta, que presagia la misma intensidad cuando sus promotores pasen abiertamente al uso de las armas. 

Hace varias décadas, otro ruso señaló que el mal del siglo XX era la superficialidad. Y en efecto, acostumbramos no meternos a profundidad, como los buzos, a investigar el fondo de los asuntos sociales. Nuestros pueblos no saben cómo funciona la sociedad y evadimos el esfuerzo de pensar y el de pensar para hacer pensar. Ese mal se ha extendido al siglo XXI, eficazmente inoculado antes y ahora por la maquinaria de manipulación mental imperialista. Ese mal es el más preciado tesoro de los que quieren dominar el mundo y extraer de él todas sus riquezas, aunque su afán de ganancias nos lleve a la extinción. Urge curarnos de dicho mal hasta por propia supervivencia, urge que la clase más humilde y despreciada sepa qué es y como se desarrolla la sociedad, desde lo más básico en el seno de la producción hasta la comprensión clara de los intereses de clase que impulsan al imperialismo a amenazar la existencia de nuestra especie y de todo ser vivo en la Tierra. Sólo armados así, con un conocimiento científico de nuestra realidad, y con el método dialéctico de entender y actuar, podremos rechazar para siempre la mentira y el engaño con que hoy se nos pretende presentar como “la más obligada y noble respuesta de las democracias” a la más grande amenaza que jamás hayan tenido los pueblos del mundo por los imperios y sus mercenarios nazis. 

P.S. En la fotografía, el pueblo de Donetsk celebra el segundo año de su declaración de independencia.

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