Seguramente todos estamos enterados de que el mundo entero padece una ola inflacionaria, es decir, una elevación generalizada de los precios de bienes y servicios indispensables para la subsistencia humana y, como no podía ser de otra manera, esta alza generalizada de los precios, también nos está pegando a los mexicanos, aunque, desde luego, no a todos por igual.
Sabemos que la desigualdad económica y social que prevalece en el país nos coloca a cada uno en una situación distinta, por lo que los más afectados son los sectores de menores ingresos, que muchas veces no alcanzan a cubrir ni siquiera el costo de los productos que integran la canasta básica y quienes ven cómo sus ingresos se encogen, pierden valor y compran menos cada día.
Importa saber que esta pérdida en la capacidad de compra afecta a los mexicanos más pobres, no así a los fabricantes de los productos, quienes no pierden, ya que el incremento en sus costos de producción debido a la inflación, no lo pagan con sus ganancias, sino que se lo cargan al consumidor, con lo que vuelven a empujar la inflación hacia arriba, por eso la inflación acaba provocando más concentración de la riqueza en pocas manos, más desigualdad y más pobreza para las masas trabajadoras.
De poco han servido las políticas que el gobierno federal implementó para que los sectores más pobres alcancen a adquirir los productos de la canasta básica -Paquete Contra la Inflación y la Carestía (Pacic)- o bien, el incremento al salario, cuyo poder adquisitivo también se ha reducido, porque un número importante de las familias de menos ingresos siguen sin poder cubrir sus necesidades básicas.
Según datos oficiales, durante la primera quincena de junio, la inflación disminuyó, ya que de acuerdo con el Índice Nacional de Precios del Consumidor (INPC) publicado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), la inflación en México tuvo el nivel más bajo en 27 meses, al ubicarse en 5.18 por ciento anual, frente al 5.67 por ciento con el que cerró en mayo pasado; sin embargo, Yucatán registró la inflación más alta del país, al tener 7.52 por ciento, seguido de Nayarit, Michoacán, Campeche y Sinaloa, quienes se encuentran encima del promedio nacional con seis por ciento. Las entidades que registraron menor inflación fueron Chihuahua y el Estado de México.
No es la primera vez que Yucatán aparece como uno de los estados con mayor inflación; recordemos que Mérida, ciudad capital, es la segunda más cara del país y que ha registrado la canasta básica más cara en distintas ocasiones; Juan Manuel Brito Segura, presidente del Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas (IMEF) Yucatán, declaró hace poco que “la inflación sigue siendo alta en la entidad y el alza en algunos precios de productos de la canasta básica llegó para quedarse y es algo que se debe asumir”.
De poco han servido las políticas que el gobierno federal implementó para que los sectores más pobres alcancen a adquirir los productos de la canasta básica -Paquete Contra la Inflación y la Carestía (Pacic)- o bien, el incremento al salario, cuyo poder adquisitivo también se ha reducido, porque un número importante de las familias de menos ingresos siguen sin poder cubrir sus necesidades básicas
“No se ha acabado la inflación, ayuda el tipo de cambio porque los productos de importación cuestan más baratos, ahí sí podemos ver ciertos ajustes, pero otros productos de la canasta básica como frijol, harinas, entre otros, que han tenido incrementos, así van a permanecer y hay que acostumbrarnos”.
Puntualizó que servicios y productos como la energía, el petróleo y gasolina que tiene precios más internacionales sí pueden ir a la baja, pero respecto a la canasta básica, van a seguir altos, sobre todo en aquellos productos que provienen o están conectados con situaciones especiales como el conflicto de Ucrania.
De acuerdo con el IMEF, la alta inflación en la entidad obedece también al impacto provocado por la movilidad de quienes vienen a vivir al estado, ya que la economía está sufriendo una transformación, pues aprovechando el nearshoring y las inversiones que están haciendo las empresas nacionales en Yucatán y los inversionistas yucatecos se propicia una demanda mayor de los productos, bienes y servicios, mismos que están limitados por la infraestructura y otros factores internacionales.
Sin embargo, los beneficiados con estos cambios en la economía e incremento de las inversiones no son los trabajadores, aunque el número de empleos crezca, a final de cuentas, los ganadores son los inversionistas, que encuentran suelo fértil que les reditúa enormes ganancias. Entonces, a pesar de que las autoridades estatales se vanaglorian por la seguridad, movilidad, desarrollo y las grandes inversiones que llegan al Estado, el número de pobres no disminuye y la inflación no cede para los pobres que son quienes la pagan.
Y esto es así porque la inflación es una manifestación del agotamiento irreversible de la globalización neoliberal existente en nuestro país, algo que no pueden curar con viejas recetas o por decreto -como lo hizo el presidente Andrés Manuel López Obrador-, tampoco trayendo inversiones al estado únicamente, se necesita una intervención decidida del gobierno con la instrumentación de mejores políticas públicas que disminuyan los padecimientos de los sectores yucatecos más pobres, encaminadas a resolver las necesidades de vivienda, salud, educación, obras y servicios como agua potable, electrificaciones, drenajes, insumos agropecuarios, proyectos económicos, por mencionar algunos.
Los yucatecos necesitamos saber que hoy es más urgente que nunca, no olvidar que la solución a los males del pueblo está en manos de ese pueblo resolverlos y para eso, todos debemos de ponernos en acción; organizarnos y luchar contra este panorama económico de crisis visible que asola la vida de los más desprotegidos. Urge una fuerza social organizada que luche contra la realidad económica que amenaza a millones de mexicanos.
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