MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

En Nacajuca y alrededores, la muerte tiene permiso

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En días recientes, 8 y 9 de julio para ser precisos, trascendió a nivel nacional la noticia del bloqueo de la carretera Villahermosa-Nacajuca, por más de 24 horas por indignados pobladores de 12 comunidades, entre ellas El Guásimo, El Tigre y Saloya, pertenecientes al municipio de Nacajuca. El motivo, la contaminación del arroyo “El Zapote” por parte de “una planta de tratamiento de aguas congénitas” ubicada en el kilómetro 7.5 de la carretera Villahermosa-Nacajuca, conocida como “INASA, ahora Reind Química S. de R.L. de C.V., provocando una crisis ambiental y social que ha afectado a la comunidad de Saloya desde 2015”.

Según el Sistema Epidemiológico y estadísticas de Inegi y la Secretaría de Salud de Tabasco, entre 2014 y 2019 hubo un incremento del 15 % en casos de leucemia en áreas cercanas a fuentes de contaminación.

Medios noticiosos como la revista Proceso y N+, así como medios locales como Telereportaje y Tabasco Hoy, entre otros, dieron seguimiento a la información.

Se conoce como “aguas congénitas o de formación” al agua salada asociada a hidrocarburos como el petróleo o gas natural; este líquido, que se considera un subproducto no aprovechable, contiene sales disueltas y puede contener algunos metales.

Tabasco hoy, en su publicación del 12 de julio de 2024, asegura que, como resultado del tratamiento de tales aguas, la mencionada planta arroja al arroyo sustancias consideradas peligrosas, como:

“… el benceno, un conocido cancerígeno, el cual ha sido vertido en cantidades alarmantes, y la exposición a este y otros químicos como xileno y tolueno, ha desencadenado toda una serie de problemas de salud en la comunidad, sin que las autoridades desplieguen brigadas médicas en la zona”.

Esta situación ya ha cobrado la vida de animales de traspatio, de ganado mayor como vacas y hasta de personas como la señora Gela del Carmen Rivera Hernández, “quien falleció el mismo día en que los pobladores de El Guásimo iniciaron los bloqueos a la carretera”.

Los vecinos han manifestado que la empresa ha estado vertiendo contaminantes peligrosos desde hace trece años, prácticamente desde 2011, fecha en que obtuvo los permisos ambientales correspondientes; algo que ha quedado evidenciado en la Cédula de Operación Anual (COA), un reporte obligatorio para la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), en donde están registradas las excesivas descargas de grasas, aceites y sustancias químicas peligrosas.

La Dirección General de Impacto y Riesgo Ambiental (DGIRA) de la misma dependencia emitió resoluciones clave, como el identificado como MP-1385-06-11, que detallan las irregularidades cometidas por la planta, señalada por no seguir los lineamientos establecidos en su Manifestación de Impacto Ambiental (MIA), “lo que ha exacerbado la contaminación en la región”.

Los quejosos manifiestan además que el hedor que emana de las aguas contaminadas provoca náuseas, mareos y vómito, así como ardor de ojos, escurrimientos nasales, dolor de garganta, diarrea y fiebre, “dolencias que se han visto agravadas en personas con enfermedades crónicas degenerativas como diabetes mellitus, obesidad, hipertensión arterial sistémica, asma, entre otras”, tal como sucedió con doña Gela, que, de acuerdo con la versión de su hija Elvira, padecía diabetes e hipertensión:

“… pero a partir de que el ‘tufillo’ químico se volvió irrespirable, empezó con problemas de garganta y fuertes diarreas que la llevaron al hospital. Llegó al grado de que se le cerró su garganta y ya no pudo pasar alimentos”.

La investigación de Tabasco hoy abunda en la declaración del doctor Sergio Miguel Jiménez Sauz, responsable médico del lugar, quien en una reciente visita al Centro de Salud (Cesa) de la ranchería El Guásimo, reveló un incremento en los casos de enfermedades respiratorias y oculares de hasta un 150 % como el caso de infecciones, alergias, bronquitis, sinusitis y conjuntivitis, en niños y ancianos principalmente.

El médico agrega que según el Sistema Epidemiológico y estadísticas de Inegi y la Secretaría de Salud de Tabasco, entre 2014 y 2019 hubo un incremento del 15 % en casos de leucemia en áreas cercanas a fuentes de contaminación.

De 2015 a 2020, se reportó un aumento del 20 % en enfermedades respiratorias crónicas en comunidades aledañas a ríos contaminados. Entre 2016 y 2021, los hospitales locales registraron un alza del 25 % en enfermedades gastrointestinales atribuibles a la contaminación del agua.

“Pero no sólo El Guásimo está afectada, son al menos 12 comunidades, entre ellas la ranchería Saloya 2da y 1ra.; Arroyo; Lomitas; El Tigre; Corralillo; Mahahual; Jiménez; Sandial; Pastal; Hormiguero y Chicozapote, entre otras, lo que representaría una población de aproximadamente unas 30 mil personas”.

Desgraciadamente, el problema no acaba ahí. Asunción García Córdoba, delegado de la ranchería El Guásimo, ha advertido la urgencia de que la Comisión Nacional del Agua (Conagua) intervenga en el tratamiento de las aguas contaminadas de El Zapote, de lo contrario, con las lluvias que ya están presentes, subirá de nivel y obligará a abrir la llamada “compuerta de Jiménez” para desahogarlo.

Tal acción provocará que el agua contaminada llegue al río Samaria, lugar donde se encuentran ubicadas las potabilizadoras El Mango y Planta Oxiacaque, y eso significa que se estaría poniendo en riesgo la salud y la vida de unos 500 mil tabasqueños de la zona conurbada de los municipios Nacajuca, Jalpa, Paraíso, Comalcalco y Centro, que consumen esa agua.

Hasta el momento no se sabe a ciencia cierta si la planta tratadora de aguas congénitas suspendió sus actividades; solo se sabe que el día del bloqueo carretero se presentó al lugar de los hechos Alfonso Pérez del Ángel, inspector de la Secretaría de Bienestar (a quien los encargados de la empresa ni siquiera le abrieron la puerta) para clausurarla “hasta que se realice una inspección en sus instalaciones para determinar si son o no los responsables de la contaminación”.

La Conagua y Semarnat brillaron por su ausencia. Es decir, de nada sirvieron las más de 24 horas de plantón y bloqueo carretero de los afectados.

Los habitantes de El Guásimo, El Sandial, El Tigre y el ejido Bandera, así como el resto de las doce comunidades afectadas, saben que la única forma para lograr sus objetivos es organizarse y luchar por sus intereses comunes.

Ellos recuerdan seguramente que, en las pasadas inundaciones, tuvieron que tomar las calles, igual que ahora, para ser escuchados e incluidos en el censo que les daría derecho a recibir el apoyo gubernamental por el desastre de aquel trágico año 2020. 

Este año, desgraciadamente, no será la excepción. Más, bien, en la medida que entendamos que es a nosotros a quien conviene estar unidos por siempre y para siempre, menos posibilidades habrá de que los problemas nos tomen por sorpresa.

A los encargados de cuidar el medio ambiente y nuestra salud, mientras no les afecte de manera directa, seguirán tranquilos, sin inmutarse; igual que siempre.

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