Tenemos a un presidente que le gusta aparecer como un político que tiene agallas, coraje, que es defensor de la dignidad, de la independencia de México, pero que, por su actuación al mando del gobierno, a medida que pasa el tiempo, en vez de levantarse como una gran persona, su proceder lo desmiente y lo coloca muy lejos de lo que quiere representar.
¿A qué viene esto?, ¿por qué señalo lo anterior? Porque el presidente nunca acepta que en México hay problemas serios, muy graves, como es el caso de la inseguridad. Siempre señala que quienes le critican son conservadores y personas que solo buscan como oponerse a su Cuarta Transformación, y no acepta las observaciones y críticas a su gobierno, por lo tanto, las situaciones difíciles por las que se pasa no se les enfrenta correctamente.
Lo cierto es que los asuntos difíciles, por más que se quieran negar, estos brotan por todos lados; por ejemplo, recordemos como hace algunas semanas los medios de comunicación nacionales y extranjeros informaban que nueve de las 10 ciudades más violentas del mundo están en México y que una de ellas, que es Colima, ocupa el deshonroso primer lugar por ser la ciudad más violenta, con una tasa de 181.94 homicidios por cada 100 mil habitantes.
Significa que en México somos campeones en matar, en quitarles la vida a las personas, hay muchos homicidios. ¿No es indicativo esto de que las cosas andan mal?
El tres de marzo del presente mes en la ciudad de Matamoros, Tamaulipas, cuatro ciudadanos americanos fueron secuestrados, lo que se sabe es que, a los días siguientes, después de la protesta arrogante del gobierno americano, aparecieron, pero dos de los cuatro estaban muertos.
Nuevamente este hecho revela que la inseguridad no para y que este problema es más complejo de lo que parece, o sea, la simple actuación de bandas de criminales que se disputan el mercado de las drogas, venta de armas y tráfico de personas.
El gobierno americano, urgido de prestigio interno, empezó a exigir justicia al gobierno mexicano y es así como en pocos días se localizaron a los cuatro americanos, dos de ellos ya muertos.
Lo primero que piensa la gente común y corriente es que, si hubieran sido mexicanos, ni siquiera se le hubiera puesto atención al problema, y la prueba está en que hubo una joven trabajadora mexicana que murió por el enfrentamiento, de ella y de su familia que quedaron lastimados nada se dice, como si no valiera, toda la atención de la prensa se ha desviado a la exigencia de justicia de los americanos y al discurso de Andrés Manuel López Obrador acusando de intervencionistas a los gringos.
La actuación rápida del gobierno mexicano en este hecho para encontrar a los ciudadanos americanos dista mucho que decir de la lenta y nula actuación de la justicia mexicana ante los miles y miles de homicidios que suceden en todo el país, ante la petición de justicia de madres y ciudadanos mexicanos que quieren encontrar vivos o muertos a sus seres queridos.
Y entonces, ¿por qué este trato diferente de hacer justicia? El presidente, no se cansa de decir que es el representante de los pobres, está demostrando con su proceder que no le interesa corregir su política fallida de combate contra la delincuencia que sobre todo afecta a los más pobres. ¿Por qué solo se le hace justicia a los americanos y en cambio, de la mexicana víctima colateral de la violencia se le lanza al olvido?
El caso de secuestro en Matamoros demuestra que el gobierno sabe quiénes son los grupos delictivos, su estructura y dónde están, de tal manera que si quisieran parar la delincuencia presentarían mejores resultados. El problema está en que, como es señalado por analistas muy competentes, el negocio de las drogas deja muchas ganancias y se ha convertido en fuente de grandes utilidades para gente incrustada en la política de nuestro país y del lado americano.
Por eso se finge atacar la inseguridad, pero en el fondo se solapa y se le alienta, aunque nuestro país se desangre.
Y, por último, el poder sirve para probar si lo que dice un gobernante es cierto. El presidente mexicano niega que haya inseguridad, los hechos lo desmienten, pero no solo es eso, casos como el secuestro de los americanos nos permite ver que cuando los pobres exigen justicia el presidente se vuelve arrogante y desafiante, pero cuando el poderoso gobierno americano exige justicia, el presidente se vuelve sumiso y actúa rápido.
Los hechos ahí están, el pueblo debe de sacar sus conclusiones para conocer quiénes son sus verdaderos representantes.
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