MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

El recurso del bombardeo táctico y estratégico

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El medio más letal descubierto y perfeccionado para destruir a un enemigo sin sufrir pérdidas es el bombardeo, que puede dividirse en dos clases, táctico y estratégico. De acuerdo con el historiador Thomas Hippler, el primero consiste en emplear aeronaves bombarderas en el marco de operaciones específicas, como la conquista de un territorio, la destrucción de alguna posición enemiga precisa, la invasión de un puerto, en las que se emplean en conjunto las fuerzas aéreas, navales y terrestres.

En cambio, el bombardeo estratégico es la doctrina del uso de la fuerza aérea por sí misma para derrotar al enemigo a través del bombardeo de puntos clave en su retaguardia, cuya supresión conduzca a domeñar con unos cuantos golpes la voluntad del atacado (Hippler, Governing from the skies).

El táctico nació primero. Se utilizó en algunas campañas previas al conflicto mundial de 1914: en el bombardeo italiano sobre la ciudad libia de Ain Zara, durante las campañas de la guerra Italo-turca de 1911; en 1912, en el marco de la Primera Guerra de los Balcanes, los búlgaros bombardearon la ciudad turca de Adrianópolis, y en mayo de 1914 durante la Revolución Mexicana, cuando Venustiano Carranza ordenó a un aeroplano el brevísimo bombardeo sobre Mazatlán, que serviría para asegurar ese puerto.

En esos episodios, cada vez que se empleó el lanzamiento de explosivos desde las aeronaves se recogieron buenos frutos; por ello, el uso del bombardeo táctico fue extendiéndose y con la Primera y la Segunda Guerra mundial se industrializó la fabricación de bombas y aeroplanos, cada vez más destructivos, en todos los países guerreristas. Así, en la primera mitad del siglo XX se popularizó el empleo progresivo de operaciones conjuntas, en las que los beligerantes mezclaban los proyectiles de sus zeppelines o aviones con sus fuerzas navales y terrestres. 

Por otra parte, la teoría del bombardeo estratégico fue hija de las circunstancias de las guerras mundiales. Y es que la observación de los efectos destructivos, sin réplica inmediata, que provocaban las bombas inesperadas que caían del cielo sobre los combatientes y civiles de la primera guerra mundial, posibilitó la idea de librar una guerra prácticamente sin guerrear.

Giulio Douhet (1869-1930), un militar italiano, notó el progreso que implicaba la combinación del avión con las bombas o las armas químicas, y se erigió como principal teórico del bombardeo. En su obra El dominio del aire (1921) sostuvo que una guerra podía ganarse de un solo golpe si se privilegiaba el empleo de la aviación; a su ver, el Estado debía intensificar la fabricación de bombarderos que, bien provistos con bombas explosivas e incendiarias y gas tóxico, fueran empleados masivamente en contra de “la infraestructura, la industria, y las ciudades del enemigo”. 

El lanzamiento masivo de explosivos se proyectaba, así, detrás de las líneas enemigas y, en teoría, esto paralizaría de manera abrumadora al contrincante en el frente: en la medida en que su país, su población, sus bases de financiamiento y abastecimiento quedaban en llamas, bajo los proyectiles enemigos, la nación incendiada quedaba reducida a la alternativa única de detener su guerra y firmar una paz cómoda para el enemigo incendiario. El pilar del bombardeo estratégico es, en resumen, la destrucción violenta y acelerada del país del otro desde el aire, desde un punto relativamente inalcanzable, lo cual permite al vencedor imponer su voluntad sin grandes pérdidas (Thomas Hippler, op. cit.).

Esta clase de bombardeo no fue implementada por el ejército italiano de los días de Douhet. Fueron más bien los contrincantes imperialistas de la Segunda Guerra Mundial, especialmente Alemania, Japón y Reino Unido, quienes pusieron en práctica por primera vez los puntos de vista de aquel teórico militar en contra de sus correspondientes enemigos. Pero el grado de destrucción se amplió aún más cuando los Estados Unidos adoptaron la doctrina del bombardeo estratégico entre 1944-1945. 

La primera experiencia norteamericana, en este sentido, fue la destrucción total de la ciudad industrial alemana de Dresde bajo los proyectiles de Inglaterra y Estados Unidos (13-15 de febrero de 1945). Si bien los cálculos iniciales hablaban de varias decenas y hasta centenas de miles de muertos, ahí se ha identificado la muerte de alrededor de 25,000 personas. 

Poco después, en ese mismo año, las tropas estadounidenses del océano Pacífico bombardearon (utilizando napalm, sobre todo) 64 ciudades japonesas. Comenzaron con Tokio, en donde desaparecieron 17 millas cuadradas de ciudad bajo las explosiones que cayeron durante la noche del 9 al 10 de marzo. No obstante, las coronas del bombardeo estratégico se vieron el 6 y el 9 de agosto, bajo la forma de un par de enormes champiñones de humo y fuego: las dos bombas atómicas que destruyeron las dos ciudades enteras de Hiroshima y Nagasaki, y exterminaron 250,000 vidas en esas dos jornadas y los lugares mantuvieron grados muy altos de radiación por décadas. 

Esto marcó un nuevo umbral de la violencia. Por un lado, se alcanzó el escenario que teorizaba Douhet, porque Japón se rindió inmediatamente después de ese desastre.  Por otro lado, el resto de los Estados combatientes vieron con terror las capacidades de Estados Unidos y aquellos que tuvieron la energía suficiente, impulsaron programas de desarrollo de armas nucleares para defenderse –especialmente la Unión Soviética que necesitaba protegerse de Estados Unidos. El desarrollo de las armas nucleares, el arma perfecta del bombardeo estratégico, no se ha detenido desde 1945. Para 2022 se estima que Rusia posee alrededor de 5,977 cabezas nucleares (“nuclear warheads”), Estados Unidos 5,428, China 350, el Reino Unido 225, Francia 290, Pakistán 165, India 160, Israel 90 y Corea del Norte 20 (“Status of World Nuclear Forces”, en https://fas.org/issues/nuclear-weapons/status-world-nuclear-forces/).

De la misma manera, el portal de 20minutos estima que con ese arsenal se podrían destruir al mismo tiempo todas las ciudades del mundo, lo que conllevaría la muerte inmediata de la mitad de la población mundial.  y aún sobrarían 1,500 bombas (en https://www.20minutos.es/noticia/4966328/0/esto-pasaria-todas-bombas-nucleares-estallaran-vez/). Precisamente esta destructividad de las nuevas bombas, así como el hecho de que las posean Estados enemigos, son las razones que explican su empleo limitado desde 1945. En las guerras posteriores a este año  se ha optado más por el bombardeo táctico, pero sin dejar de lado el bombardeo estratégico en cuanto el atacante lo considera necesario. Por ejemplo, entre 1965-1975 Estados Unidos y sus aliados dejaron caer más de 7 millones y medio de toneladas de bombas durante sus intervenciones en Vietnam, Laos y Camboya. Esto significó ¡más que el doble de bombas lanzadas en Europa y Asia durante toda la Segunda Guerra Mundial! (véase https://storymaps.arcgis.com/stories/2eae918ca40a4bd7a55390bba4735cdb)

Ahora bien, en la guerra Occidente por conservar la hegemonía mundial de Estados Unidos en contra de Rusia y China, los enfrentamientos directos se están librando en en el teatro de operaciones de Ucrania. Observamos combates en los que chocan sendas combinaciones enemigas de artillerías, infanterías, fuerzas navales y aéreas de la Federación Rusa y de Ucrania, en los cuales destacan principalmente los bombardeos tácticos sobre objetivos muy precisos, como el de conquistar las regiones prorrusas del Donbass, apoderarse de un puerto en el Mar Negro, etc. Pero las bombas nucleares siguen guardadas. 

A pesar de que los rusos poseen varios miles de ellas y pueden paralizar de un golpe único no ya al ejército ucraniano, sino a todo este país y a todos los estados que integran la Organización del Tratado del Atlántico Norte, no lo han hecho. El presidente Vladimir Putin sabe claramente cuáles son las implicaciones de ese medio y lo emplea como carta de disuasión amenazadora, pero no efectivamente. Desplegar un bombardeo nuclear en la conflagración de la actualidad significa el fin del mundo y la Federación Rusa no necesita hacerlo por la simple razón de que no está perdiendo (de hecho ya se anexó una parte de Ucrania). Ha cambiado el rostro del conflicto: la necesidad de recurrir al bombardeo estratégico nuclear para ganar esta guerra que Occidente pierde de manera acelerada está ahora en manos de la OTAN.

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