MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

El pueblo victorioso

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"...que la hora llegue a su horario en el instante puro, y el pueblo llene
las calles vacías con sus frescas y firmes dimensiones."

Ahora que hago el intento de escribir con cierta regularidad, confirmo lo fácil que resulta caer en lugares comunes, por lo que pregunté a un conocedor del tema si con mi método no estaba cometiendo el crimen de quienes hacen referencia a obras literarias en sus escritos, para alimentar su necesidad de reconocimientos, con elogios a una erudición adornada con flores que no se han cultivado en su jardín. La inesperada respuesta me dio ánimo para continuar con mis escritos: "Al escribir, hacerse de un estilo propio es de las cosas más difíciles", dijo. Mis aspiraciones no llegan a tanto, pero hay ocasiones en que encuentro en las frases de estos hombres y mujeres que han obtenido en obsequio la virtud de atrapar en sus palabras el pasado, el presente y el futuro, un inmejorable aliado para expresar lo que yo no podría hacer mejor.

Los versos con que inicio, son del poema "El Pueblo Victorioso", que pertenece a "Canto General", del gran poeta chileno Pablo Neruda, obra que relata en verso la historia de América Latina. Es el recuerdo, el dolor hecho poesía. Es el testimonio de lo que no debe olvidarse, de lo que debe latir en el corazón de los hispanoamericanos, como queda latiendo el dolor de una herida que no cierra. Recorrer los más de 200 poemas de esta joya de la literatura universal, es conocer mejor al continente y abrevar en raciones versificadas el dolor, la indignación, el coraje del poeta, y al mismo tiempo el orgullo, orgullo que tanta falta le hace hoy día a quienes hemos heredado la tarea inconclusa que defendieron nuestros héroes.

El poema todo es un canto victorioso, esperanzador, hecho con la firme confianza de que los mares humanos tarde o temprano han de invadir con sus olas a toda nuestra geografía para hacer justicia de una vez y para siempre a este continente, cuyo desarrollo natural fue truncado tan brutalmente por la conquista a manos de otros pueblos.

Y la profética obra de Neruda tiene hoy más vigencia que nunca: el continente entero vive convulsionado y nuestro México no es la excepción. Esa latente necesidad de inundar las calles con sus frescas y firmes dimensiones, aprisionada en los versos del poema, necesidad que ha tenido constantemente el pasado de trocarse en futuro, y que en la época de Neruda no sólo era un deseo, sino una urgencia, para los mexicanos es hoy la única posibilidad que tienen para pedir justicia social, así lo demuestra el hecho de que quince mil familias quintanarroenses hayan esperado inútilmente durante todo lo que va de la administración estatal que está por terminar, que sus necesidades de obra social fueran atendidas.

¿Qué ha pasado con nuestra sociedad, para que a quienes piden la elemental satisfacción de sus derechos constitucionales, se les considere como a enemigos del estado a los que hay que bloquear con todo el poder del aparato gubernamental? ¿Qué hará la creciente masa de pobres que no tienen servicios de salud, educación de calidad, vivienda, salario bien remunerado y para colmo de males ni siquiera se atiende? ¿Qué le queda?

Durante cuatro largos años, los representantes de estas familias hicimos incontables gestiones, y sólo después de dos años obtuvimos la firma de una minuta de acuerdos por un monto de 54 millones de pesos en materia de obra social; a dicho compromiso tuvimos que sumar otros dos años de espera sin poder concretar ninguna de las obras pactadas, para que después de otras tantas reuniones y gestiones, se redujera tal minuta a un nuevo acuerdo por un monto de 30 millones de pesos, firmado el pasado mes de septiembre, poniendo como plazo 45 días para cumplir la mayoría de los compromisos. Y después de todo ese tiempo, casi nada se ha cumplido y la administración se termina en unos cuantos meses. E insistimos, ¿qué le queda al pueblo de Quintana Roo organizado en antorcha campesina, después de tal cerrazón?

Sólo le queda volver los ojos al pasado para llenarse de orgullo; le queda escuchar atento a esos hombres y mujeres que, como Neruda, hace tiempo le ofrecieron el único camino para mejorar sus condiciones de vida; le queda inundar las calles de consciencias y el ambiente de sus cantos y sus cantos de exigencias; le queda elevar la voz para erigirse victorioso. Si nuestras autoridades no cumplen los compromisos que beneficiarán a miles de familias pobres, cuyo bienestar debiera ser su principal preocupación, entonces al pueblo, como proféticamente señalaba el poeta, le ha llegado la hora del instante puro.

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