Un presidente que habla todas las mañanas con un discurso a favor de los más pobres, que agrada a los pobres —porque a una parte de la población le llegan los programas sociales, y los que faltan mantienen la esperanza de que algún día sean beneficiados—, pero que también agrada a los más ricos porque mientras entretiene a la población aleja de la discusión el problema de la desigualdad, de la creciente pobreza y del aumento de la riqueza con un aparato propagandístico poderoso, es la fórmula perfecta.
México es de los países con mayor desigualdad en el mundo; por un lado, el número de mexicanos en pobreza y pobreza extrema sigue en aumento; nada detiene la caída de las condiciones mínimas para millones que se debaten en la completa penuria a pesar de los famosos programas federales que tanto presume el presidente.
Sigue en aumento el número de mexicanos que no cuentan con las condiciones mínimas para una vida digna, sin medicamentos, un pésimo servicio en los centros hospitalarios, despido de personal médico, falta de empleos bien remunerados, aumento de los productos de primera necesidad, inseguridad, sin programas de vivienda, sin servicios básicos, entre otros.
Por otro lado, los multimillonarios mexicanos han aumentado sus fortunas de manera escandalosa sin que nadie les ponga freno; gozan de todas las facilidades para acrecentar su riqueza, y la excelente relación de los presidentes de México con los poderosos no cambió: sus frecuentes reuniones en Palacio Nacional lo confirman.
El modelo neoliberal actual tiene como característica principal la concentración de la riqueza en unas cuantas manos y que no se apliquen mayores impuestos a estas grandes fortunas; por otro lado, que los trabajadores carguen con los aumentos tributarios.
Por eso las respuestas rápidas y agresivas contra las voces críticas del gobierno de López Obrador; porque le estorban, porque le descompone su contubernio con los poderosos; su discurso aparenta que está del lado del pueblo: por eso habla de que ya se acabó el modelo económico neoliberal y de que estamos en un nuevo régimen, sin molestarse en explicar en qué consiste y porqué ya no reina el neoliberalismo en México.
Veamos algunos datos para darnos una idea de la magnitud de la desigualdad.
La pobreza extrema y la pobreza han aumentado en todo México, de acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval). Esta institución mide la pobreza y da a conocer los resultados en el Informe Evaluación de la Política de Desarrollo Social, que refiere que hay 3.8 millones de pobres más en el país, al pasar de 51.9 millones en 2018, a 46.8 millones de personas en 2022, es decir, 36.3 por ciento de la población total del país, (según los datos oficiales amañados y respaldados desde Palacio Nacional).
Pero según otros investigadores, la verdadera cifra es de 97.7 millones de mexicanos que son pobres, cifra de México Evalúa, contra los 46.8 millones de personas en situación de pobreza a nivel nacional del Coneval.
El modelo neoliberal de AMLO tiene como característica principal la concentración de la riqueza en unas cuantas manos y que no se apliquen mayores impuestos a las grandes fortunas.
De acuerdo con la Red Latinoamericana por Justicia Económica y Social (Latindadd), entre los países de América Latina, México es el que tiene una mayor concentración de riqueza en unas cuantas manos y una de las economías que se resiste a aumentar impuestos a las enormes ganancias.
La política del gobierno morenista no es la de combatir la pobreza: es comprar lealtades, dar dádivas a cambio de obediencia; es renuncia a un verdadero desarrollo humano, negando derechos elementales; como vivienda digna, servicios de salud adecuados, educación de calidad y trabajo bien remunerado.
Si el gobierno de López Obrador no es partidario de impulsar una verdadera reforma tributaria, entonces el pueblo organizado debe tomar las riendas; exigir que se aumente la recaudación fiscal en los ingresos: mientras mayores ingresos, mayor pago de impuestos; que permita una recaudación fiscal para financiar la seguridad social y mejorar los sistemas de salud, educación y servicios.
México necesita un verdadero proyecto de nación, elaborado con la participación de todas las fuerzas progresistas, pero sobre todo con la inclusión de los trabajadores, creadores de la riqueza de la nación.
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