Las apariencias son engañosas en la mayoría de los casos, o como decía Marx: si la forma de manifestación y la esencia de las cosas coincidieran directamente, toda ciencia estaría de sobra. En la forma exterior los fenómenos no siempre nos dejan ver su verdadera esencia, lo que realmente son y, en muchas ocasiones, resulta muy doloroso palpar los resultados después de haber tomado alguna determinación solamente guiados por lo que esos fenómenos aparentan ser, es decir, por lo atractivo que parecían.
La desesperación puede inducirnos a cometer errores, como sucedió en las pasadas elecciones federales, en la que el hartazgo de los ciudadanos en contra del gobierno de un partido que ejerció el poder por más de 70 años, los orilló a elegir otra opción que adoptó el disfraz de ser la verdadera alternativa de cambio para beneficiar a los pobres y que al final resultó ser que eran personas de ese mismo partido, sólo que bajo un color y un slogan diferentes.
En estos últimos años, hemos sido testigos del crecimiento de los delitos que tienen como sello distintivo el uso de la violencia. El incremento se presentó principalmente en el robo en sus diferentes modalidades, lesiones dolosas, violaciones y en los homicidios. Los datos de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP), institución gubernamental, señalan que, en el primer cuatrimestre de 2023, hubo un incremento de o.26 por ciento en los homicidios dolosos con respecto al mismo periodo del año anterior.
Especialistas en la materia consideran que este sexenio, de Andrés Manuel López Obrador, se proyecta como el más violento de los últimos 80 años en nuestro país: a casi cuatro años y medio de gobierno de la autodenominada cuarta transformación, los homicidios registrados suman 151 mil 822. Aún falta año y medio para que termine, lapso en el cual, si continúa el promedio de 28 asesinatos por cada 100 habitantes y se sigue abrazando a los criminales, seguramente superará los 210 mil al finalizar el periodo de gobierno rebasando los 156 mil 066 muertos del sexenio de Enrique Peña Nieto.
No se trata de un invento para desprestigiar a un gobierno que se desacredita a sí mismo y no requiere de ayuda para ello, sino de una dolorosa realidad que se vive y que provoca un daño irreparable a muchas familias al mismo tiempo también es fuente de una incertidumbre generalizada en los padres de familia y en los jóvenes, ante la elevada posibilidad de perder la vida, lo más valioso que tenemos.
La pobreza también ha aumentado: hoy somos 78 millones, 536 mil 236 de menesterosos, un 62 por ciento del total de la población actual. En 2018, al inicio del sexenio morenista era de 55.8 por ciento; es decir, la cifra se incrementó en 6.5 puntos porcentuales.
Con respecto a la llamada clase media, el gobierno reconoce que seis millones de personas que se encontraban en ese sector pasaron a incrementar las filas de los pobres. A casi 30 millones de personas no les alcanza para comer a pesar de que ciertos sectores de la sociedad, identificados como capital político más que como de alta vulnerabilidad económica, han sido objeto de los apoyos directos bajo algún programa social. El incremento al salario mínimo, ha demostrado su inutilidad para resolver las carencias económicas ante la inflación que mantiene a ciertos productos de la canasta básica como el pollo, tortillas, aguacate y papa, con un aumento constante.
A los únicos que les ha ido bien y, por lo tanto, no tienen razones para modificar la situación actual, han sido a los grandes empresarios, quienes incrementaron sus fortunas, algunos en el rango que va desde los 8 mil 840, hasta los 8 mil 200 millones de dólares -como Carlos Slim, Germán Larrea, Ricardo Salinas y Juan Beckmann-, y no parece que su tendencia se vea afectada por algunos imprevistos. Las revistas especializadas en ese rubro, como Forbes, señalan que sólo 33 multimillonarios han aumentado sus ganancias en lo que va del presente 2023.
El peligro que acecha a los mexicanos es que esta situación tan desfavorable para los pobres continúe; que la violencia, la ola imparable de crímenes, la inseguridad, los feminicidios, los asesinatos por motivos políticos, la migración ante la falta de oportunidades, las ciudades controladas por el narcotráfico, el cinismo como forma de hacer política, el voraz enriquecimiento de unos cuantos a costa de la miseria de la mayoría trabajadora, se incrementan como resultado de la aplicación de un proyecto político que promueve la cúpula de la Cuarta Transformación, oculta tras un partido que se hace llamar la esperanza de México.
Por tal motivo, debemos aprender, hoy más que nunca, de las amargas experiencias de nuestro pasado inmediato. No podemos cometer nuevamente el mismo error; estaríamos condenando a nuestras familias a padecer por más tiempo estas calamidades económicas, políticas y sociales que se han vivido en lo que va del sexenio de Andrés Manuel López Obrador. Es urgente modificar desde ahora la dolorosa realidad de nuestra patria; no podemos permitir más muertes de nuestros hermanos, más desaparecidos, más mujeres violadas, más opresión política, más autoritarismo.
Se acerca el momento de mostrar nuestro desacuerdo con un proyecto que no ha traído nada bueno para los hambrientos y si, en cambio, mayores riquezas para los que tienen los estómagos saciados, los grandes ricachones.
Hoy todavía contamos -mañana quien sabe- con la posibilidad del sufragio como una herramienta democrática para modificar pacíficamente el rumbo de nuestro país. En las elecciones que se avecinan, las del Estado de México, ya no podemos dejarnos engañar por las ilusiones, debemos tomar en cuenta los lamentables frutos de la política morenista, valorar el daño que ésta ha ocasionado a los pobres y decir ¡no más¡, con un voto unánime que demuestre nuestra inconformidad con la situación actual y con quienes nos han traído hasta aquí.
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