MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

El mercado, la ganancia y la carestía

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En una colaboración anterior, tuve la osadía de explicar, grosso modo, la forma en que los precios de las mercancías suben debido a que su verdadero valor sube, y prometí describir también cómo las fluctuaciones del mercado hacen, a su modo, subir los precios. Recordaré al amable lector lo que yo describo a modo grotesco y deficiente lo ha regalado al mundo, de manera detallada y científica, el maestro del proletariado mundial Carlos Marx. En su obra cumbre, El Capital, él analiza a detalle las leyes que determinan el funcionamiento de este sistema económico y social. 

Al analizar la mercancía y cómo se determina su valor, Marx aclara, entre muchas otras cosas, el mecanismo mediante el cual los empresarios capitalistas se quedan con el trabajo no pagado al obrero, y que esta apropiación del trabajo ajeno se realiza cada jornada, creando un sistema de acumulación de valor (es decir de trabajo humano) en las manos de unos cuantos, de una clase privilegiada y parásita que se ha convertido en lo que en nuestros días vemos como un puñado de millonarios acaparadores de la riqueza, del poder y de los destinos de las naciones y las gentes. Ellos son los beneficiarios de este sistema, ellos son quienes odian a Marx, lo deforman, lo calumnian y difaman.

Pero Marx era un científico, y demostró que este mecanismo de sustracción de valor de las manos de los obreros y su transferencia a las de los capitalistas, se realiza sin necesidad de que estos engañen a los compradores con precios falsamente elevados, sin triquiñuelas ni engaños; que el sistema da para que, de todos modos, los ricos se hagan cada vez más ricos y los pobres más pobres, aún sin necesidad de que aquellos cometan abusos arbitrarios en el mercado. Pero eso no quiere decir que esos abusos no se cometan… y suceden.

En efecto, los precios no suben solamente porque el verdadero valor de las mercancías crezca, sino que pueden subir o bajar, a pesar de que el valor de la mercancía siga siendo el mismo. Marx admite en un estudio anterior que existen las fluctuaciones temporales en el mercado que se reflejan en el aumento o disminución de la oferta y la demanda, y que estos, a su vez provocan variaciones de los precios por encima o por debajo de su verdadero valor.

Así, al crecer la demanda efectiva de una determinada mercancía sin que crezca al mismo ritmo la oferta de esta, los precios de esa mercancía suben en el mercado; hay más gente buscando ese producto, y este no alcanza para todos los que lo buscan, y su precio en el mercado crece, se encarece. Y viceversa, al decrecer la demanda efectiva de una mercancía, su precio en el mercado tiende a bajar; hay mucho producto y la gente no lo busca, su precio cae, se abarata. 

Aquí debemos aclarar que, para saber la verdad acerca de la subida o caída del precio de algún producto, se debe hacer un análisis concreto, para determinar en qué proporción se ha encarecido por que se ha incrementado su verdadero valor (ha incrementado el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción), o porque se le ha agregado valor (por el transporte, empaque, conservación, desde su lugar de producción hasta el lugar donde está el consumidor), o por simple variación de oferta-demanda o competencia entre productores. Pero en todos los casos, la reparación del daño o corrección de la distorsión de manera consciente es, en el sistema capitalista, casi imposible de realizar, y sucede solamente por las leyes ciegas del mercado mismo, que actúa como un poder superior a los mismos hombres que lo quieren controlar. 

Cuando crece la demanda de un artículo, sube de precio, los capitales se mueven de las áreas menos productivas hacia las que están generando más ganancia, e invierten en la producción de esa mercancía, haciendo que aumente su producción, por lo que la oferta crece y se iguala a la demanda, hasta que los precios bajan y vuelven a coincidir con el verdadero valor de la mercancía. E igual sucede con el decremento de la demanda, hay más producto de determinada mercancía de los que el comprador busca, se abarata, por lo que los mismos productores disminuyen la oferta de la misma (se deja de invertir capital en esa rama y se disminuye la producción), hasta que se vuelve a equilibrar con la demanda, y los precios nuevamente se acercan hasta coincidir con su verdadero valor. En el proceso pueden pasar años, quebrar empresas, crecer el desempleo y la pobreza, y, por qué no, estallar guerras, caer soberanías. surgir hambrunas, morir gente y otras tragedias por el estilo. 

Pero hay algo que es una constante en cualquier tipo de decisiones de productores, mercaderes, empresarios, capitalistas e inversores, así como en las instituciones que representan sus intereses en las estructuras de poder, sean del tipo que sean, incluidas las políticas: se debe garantizar y proteger la ganancia.

Y todo lo que suceda, al final, es gracias al mercado, o es su culpa y de nadie más, las gentes que salieron ganando en el proceso solamente supieron “ponerse del lado correcto de la ecuación”, no son culpables de los muertos de hambre ni de las vidas segadas en guerras o exprimidas en maquiladoras neo-esclavistas. ¡Oh no!, esas buenas gentes no tienen nada que ver con el desempleo, ni con la inflación que le impide a las familias comer, aunque sea tortillas y frijol, ni con el desabasto de medicinas y los muertos por el coronavirus, ni sus ganancias por la venta de vacunas o de alimentos tienen ninguna mácula vergonzosa,  ni los nuevos millonarios que surgieron precisamente en esas áreas de la producción tienen ninguna culpa, ni son culpables de los bloqueos a naciones enteras impidiendo su desarrollo igualitario o bloqueando sus productos en el mercado mundial, más baratos, para que los amigos puedan vender los suyos que son más caros.

Y todo esto es solamente una pequeña parte de lo que Marx llamó anarquía de la producción y vaticinó, desde entonces, que el destino del capitalismo era procrear en sus propias entrañas su misma destrucción, pero solamente para generar, al mismo tiempo, la solución a todos sus problemas y parir un nuevo sistema que no tendría estas taras. 

Por lo pronto, ya podemos ver con ojo más crítico la actual situación de inflación que está golpeando a los mexicanos, sobre todo a los más pobres (a los ricos ya vimos que en realidad les beneficia), y entender porque sucede, así como comprender si las medidas que está aplicando el gobierno son o no las adecuadas y, en su caso, cuáles serían las posibles soluciones a corto y a largo plazo. Eso intentaremos en la siguiente oportunidad.

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