Las declaraciones de los integrantes de la 4T, principalmente del presidente, Andrés Manuel López Obrador y del secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, al conocer el fallo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), que invalidó la primera parte del “Plan B” de su reforma electoral consistieron como reacción, en dar a conocer ahora su llamado Plan C.
No sin antes haber despotricado en su mañanera contra la SCJN, como acostumbra todos los días, ni tardo ni perezoso, dijo lo que sigue, dados los resultados, es echar a andar ahora su Plan C.
El Poder Judicial “no tiene remedio, está podrido, actúan de manera facciosa”, declaró en Palacio Nacional. Y de inmediato instaló un plantón con unos cuantos deschavetados morenistas, en la entrada del recinto judicial, que día y noche insultan a los ministros con palabras obscenas y misóginas, en especial contra la ministra presidenta Norma Lucía Piña Hernández.
Tres semanas con ese agresivo y vergonzoso circo, encabezado por porros morenistas y gente de la tercera edad utilizada vilmente para realizar estos eventos políticos de su partido Morena. Continuando con su plan, llamó a los integrantes de su movimiento a trabajar para obtener, nuevamente, mayoría calificada en el Congreso de la Unión en las próximas elecciones de 2024, con el objetivo de aprobar las reformas constitucionales necesarias, sin obstáculos, porque la mayoría simple no lo permite.
Para reformar la Constitución se necesitan 334 diputados. ¡Hay que ir por los 334 en la próxima elección! En eso consiste su Plan C. “Cuando se vaya a votar, que se piense en eso”, dijo López Obrador. “Si no se fortalece el Congreso y si no se tienen las dos terceras partes, el presidente queda atado”, remató.
Vaya pues, la forma de imponer sus intereses personales y de grupo a los más de 95 millones de mexicanos que conforman la lista nominal de electores. Su objetivo es, de antemano, robarse la elección para que una de sus corcholatas favoritas, Claudia Sheinbaum, Adán Augusto o Marcelo Ebrard, con un INE a modo, la SCJN a modo y las Cámaras de diputados y senadores a modo.
En esas condiciones la votación de los ciudadanos sería una farsa, no tendría sentido pues no se votaría absolutamente nada. Todo estaría planchado por López Obrador. Como sabemos, son expertos en la compra de votos, en la repartición de despensas, camisetas, sombreros, cubetas, en todo, incluidos los votos de electores fallecidos y el robo de urnas.
De ser necesario, recurrir a los balazos, porros apostados en las casillas, representantes de casillas presionados a que renuncien el día de la elección y sustituirlos con morenistas, toma de juntas distritales, quema de papelería electoral, gobernadores morenistas utilizando recursos económicos para compra de votos, y cuanto delito electoral se les ocurra desde este momento.
Parece que los mexicanos están frente un ente gigante, intocable para ponerle un alto definitivo. Parece que no hay haber forma de acabar con semejante abuso de poder de los morenistas, que lo único que han hecho bien es destruir al país y sus instituciones, acrecentar la corrupción, apoyados en el ejército, acrecentando la inseguridad, los crímenes de todo tipo y utilizar el circo mañanero para marear a los ciudadanos que no critican los excesos de López Obrador.
No solo hay que seguir denunciando públicamente todos los males generados por Morena que, como plaga, contaminan y azotan a México, hay que organizar y educar políticamente a la gran mayoría de mexicanos.
La oposición se olvida de convocar al gran gigante que está dormido que es el pueblo de México, que, si bien está desarticulado, dividido y sumido en los innumerables problemas cotidianos que les impone la extrema pobreza en que lo ha hundido el régimen lópezobradorista, se debe tomar en cuenta al pueblo organizado, con el que ningún plan, ni A, ni B o C, nuevamente saldría victorioso López obrador para seguir destruyendo a México.
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