Seguramente el futbol nació en cuanto nuestros ancestros tuvieron la capacidad de caminar en sus dos extremidades inferiores. Esto se deduce por la facilidad con que cualquiera, al caminar, patea una lata, una piedra o lo que aparezca en su camino. Tal vez podamos decir lo mismo del béisbol, en donde a la pelota se le golpea con un trozo de madera, una leña, material más antiguo que la misma humanidad; y ni hablar del atletismo, cuyas disciplinas como saltar, correr, lanzar objetos, etc., tienen que ver con la lucha del hombre por la conservación de su vida. Es decir, los deportes empezaron a surgir en cuanto la humanidad comenzó a poblar la tierra. Los deportes son, por tanto, patrimonio de todos los hombres y mujeres. Nacieron como una de las primeras manifestaciones democráticas del mundo.
Pero en el devenir de los tiempos, con la división clasista de la sociedad, también los deportes se dividieron, quedando establecidos como patrimonio privado de los privilegiados que no necesitaban trabajar para vivir. De esa manera, los deportes se convirtieron en objetos de lujo.
¿Quién puede practicar el deporte? No el pueblo, no quienes deben salir de sus viviendas desde muy temprano y regresar hasta muy tarde o noche, agotadas sus fuerzas, agotadas sus energías en la fábrica, en el taller o en la misma calle, para beneficiar a los patrones.
El capitalismo, que todo lo convierte en mercancía, ha convertido a los deportes en eso mismo, una mercancía. Si tienes dinero, paga para practicar lo que te gusta; si no tienes, ahí está la televisión para que mires a otros jugar. Si tienes algo más, ve a los estadios, ahí pagarás por ver a "tu" equipo. En cualquiera de los casos, embriágate, compra un "souvenir", gasta, porque si no, el negocio pierde.
Los gobiernos federales y estatales, por su extracción de clase, por su pertenencia a los grupos privilegiados, muy pocas ocasiones voltean a ver las necesidades deportivas de la población trabajadora. Las escuelas, en donde supuestamente se forma al "futuro ciudadano de la patria", no tienen condiciones para hacer deportes. Claro, existen excepciones, y son algunas que se encuentran en los centros urbanos, o sea, en las grandes ciudades; en las escuelas de las periferias podemos ver el olvido en que se tiene a las clases trabajadoras. Ni qué decir de las escuelas de las zonas rurales. Como ya lo hemos dicho, el deporte organizado, con establecimientos, alimentación y entrenadores de calidad, es privilegio de quienes puedan pagar.
¿Quién hace algo por volver a hacer del deporte una actividad democrática, una actividad que practiquen todos, en las mismas condiciones, sin distinciones de clases? Parece que nadie, pero sí hay quien hace algo. Ese es el Movimiento Antorchista Nacional.
Desde hace cerca de 30 años el Movimiento Antorchista viene impulsando entre el pueblo el deporte, no sólo realizando torneos, sino gestionando para que se construyan estadios equipados, centros de alto rendimiento con entrenadores certificados, albercas, pistas, etc., y todo sin que le cueste un solo peso a quienes quieran practicar. Las Espartaqueadas Deportivas, junto con las culturales, ya atraen a más de 20 mil deportistas cada año, en los encuentros fraternos que se realizan en el pueblo de Tecomatlán, Puebla.
Uno de los deportes que más equipos atrae es, sin duda, el futbol. No puede ser de otra manera, si es el más mediático de los deportes, el negocio que más dinero mueve alrededor del mundo.
A pesar de su enorme carga mediática, que atrae multitudes que lloran, rezan, se desgarran las vestiduras...y consumen, el futbol, como todos los deportes, puede y debe servir para que los niños, jóvenes y viejos del pueblo fortalezcan no sólo su salud, sino su temple y su inteligencia.
Es en este contexto que el Movimiento Antorchista ha decidido realizar su PRIMER TORNEO NACIONAL DE FUTBOL, los días 23, 24 y 25 de junio, en la Ciudad de México. Estamos seguros que desde esta primera experiencia, el pueblo saldrá ganando.
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