MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

El Che, un Don Quijote de carne y hueso

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“Si todos fuéramos capaces de unirnos, para que nuestros golpes fueran más sólidos y certeros, para que la ayuda a los pueblos en lucha fuera aún más efectiva, ¡qué grande sería el futuro, y qué cercano!”

Che Guevara

Al Che, cuya imagen palidece hasta volverse casi totalmente desconocida ante los ojos de las nuevas generaciones, se le identifica con esa imagen en blanco y negro, en la que aparece con el cabello desordenado cubierto por una boina en la que brilla una pequeña estrella en la parte frontal. Pero Ernesto Guevara de la Serna, ese médico argentino, nacionalizado cubano, rebelde por naturaleza, que en sus tiempos de estudiante se dice que recorrió toda América del sur montado en una bicicleta motorizada, es mucho más que eso.

El desconocimiento de la vida y obra del Che Guevara ha sido cuidadosamente inducido para borrar el ejemplo de un guerrillero abnegado y rebelde.

El desconocimiento de la vida y obra del Che Guevara no es casual; ha sido cuidadosamente inducido para borrar de la mente de los jóvenes el ejemplo de ese guerrillero abnegado que, sin haber nacido en aquel país, luchó con Fidel Castro en la revolución cubana para derrocar al dictador Fulgencio Batista, títere del imperialismo norteamericano que mantenía a la mayor de las Antillas convertida en un centro de diversiones y de negocios para magnates nacionales y extranjeros mientras la mayoría de la población se debatía en la más espantosa miseria.

Y si nos referimos a los jóvenes, es porque la memoria del Che, a quien ni su asma crónico fue capaz de limitarlo en su guerra de guerrillas, en la que pequeñas células de campesinos rudimentariamente armadas que atacaban y huían infligiéndole el mayor daño posible al ejército enemigo al que finalmente vencieron, fue inspiración de movimientos estudiantiles en los años 60; desgraciadamente, esas luchas juveniles fueron capitalizadas por la izquierda oficial y despojadas de sus causas populares.

“…Su padre ha sido un hombre que actúa como piensa y, seguro, ha sido leal a sus convicciones…” En esta frase tomada de la carta a sus hijos se sintetiza la personalidad del Che Guevara como un hombre de principios, congruente entre el pensar y el hacer, sin dobleces ni hipocresías; capaz de luchar contra sus limitaciones físicas y espirituales para cumplir con el deber: “Estudien mucho para poder dominar la técnica que permite dominar la naturaleza” aconseja en su carta.

Sin embargo, su actuar no se limita a impulsos momentáneos o pasajeros; cuando recomienda “sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo”, demuestra con hechos ser el primero en poner ese ideal como guía de su conducta personal; ya que después del triunfo en Cuba, renuncia al cargo que el nuevo Gobierno emanado de la revolución le ha conferido para impulsar la lucha en otros países de Latinoamérica e incluso del continente africano.

Aún no cumplía los 40 años de edad cuando fue asesinado en Bolivia; pero su fructífera existencia le dio sentido a la vida de jóvenes de diferentes épocas, principalmente de los países que antes se conocían como “del tercer mundo” pero que ahora les llaman eufemísticamente “países en vías de desarrollo” o “emergentes”.

Los imperialistas, no conformes con cegar la vida de uno de los principales protagonistas de la revolución cubana, intentan hasta el día de hoy acabar con el proyecto de nación que idearon Fidel Castro y el Che Guevara, porque su ejemplo es un poderoso imán que atrae las ansias de cambio de los pueblos, y porque les demuestra que el enemigo no es invencible; que el enemigo tiene puntos débiles.

Esta es la razón por la que invierten miles de millones de dólares en la difusión de ideas para desviar la atención; ocultan en montañas de propaganda la imagen de estos héroes de carne y hueso y los sustituyen por héroes de papel.

Nos hacen creer que hoy en día, no hay absolutamente nada en el mundo por el que valga la pena luchar; nos arrebatan las banderas de libertad, de justicia y equidad y colocan en nuestras manos falsas banderas de inclusión y tolerancia, protección animal o ambiental que ni ellos respetan y que dejan intocada la estructura de la sociedad actual. 

Y si eso no funciona, la drogadicción cuyo crecimiento y propagación fomentan, hace el trabajo final de castrar de nuestro ánimo todo tipo de rebeldía y oposición al actual estado de cosas.

Inoculan en nuestra mente la creencia de que ellos son invencibles, son eternos y nada de lo que hagamos acarreará un cambio; “desmoralizan a la juventud rebelde”, como dice Néstor Kohan del portal La Haine, “ganando la guerra sin siquiera combatir”.

Por eso en este 57 aniversario del asesinato del Che Guevara conviene honrar su memoria, retomar sus ideales y enarbolar con más ímpetu la bandera de la justicia social que está haciendo falta en nuestros días.

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