MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Desastre natural y político en Acapulco

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Todos tenemos que actuar y ayudar a nuestros hermanos de Guerrero que se encuentran en desgracia por el paso del huracán “Otis”, que los dejó ni con lo que traen puesto. Como podamos, pero hay que ayudar.

Pero también todos debemos saber y entender lo que sucedió y está sucediendo en Acapulco con este fenómeno natural y la respuesta del Gobierno Federal de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y su partido Morena, sin apasionamientos enceguecedores (ni a favor ni en contra), pues esas lecciones debe ayudarnos a modificar, para bien, nuestras futuras acciones.

Es un asunto que va más allá del prestigio mediático y las elecciones; se trata de salvar vidas, de evitar mayores tragedias y dolor, de enfrentar la crisis como nación y pensando, más que en los intereses políticos o económicos de los grupos de poder, en la gente, en su vida y su salud.

De otro modo, no seríamos honestos, legítimamente merecedores de credibilidad, y tampoco mereceríamos llamarnos humanos.

Hay dos aspectos que debemos considerar. El primero es el mismo huracán como fenómeno natural. Por supuesto que ningún humano es culpable de que sucedan los huracanes (y otros fenómenos naturales), ni de su fuerza destructora, ni de la ruta que sigan. Lo más que podemos hacer los humanos es observar de la manera más científica y hacer pronósticos, así como tomar medidas de prevención y de respuesta pensando, como ya dije, en la gente.

Aquí cabría destacar que este huracán “Otis” fue singular y lamentablemente diferente a todos los anteriores, pues en un brevísimo lapso de poco más de tres días apareció como tormenta tropical, pero pasó de huracán categoría uno a cinco, el más poderoso en la escala Saffir-Simpson, en solamente doce horas. Normalmente esto sucede en un lapso de días; desde que aparece, se forma, va creciendo y mostrando su evolución y posible ruta, de manera que las instituciones encargadas de su vigilancia y observación tienen tiempo de monitorear y hacer avisos. 

Los avisos que se entregaron al Gobierno de México cuando apenas era una depresión tropical, fueron desde el lunes 23 a las 9 am, y cuando confirmaron que ya era huracán categoría cinco fue siete horas antes de que golpeara con toda su fuerza destructora al puerto de Acapulco y se internara en el territorio de Guerrero: “Se prevé que ‘Otis’ se convierta en un potencialmente catastrófico huracán categoría 5 cuando impacte la costa sur de México, MUY TARDE ESTA NOCHE o temprano por la mañana del miércoles, por lo que se deben agilizar los preparativos para proteger la vida y pertenencias”, advertía el Aviso 11. 

Siete horas antes de la tragedia se notificó a AMLO que “Otis” ya era huracán categoría cinco, que ya era una amenaza, un gran e inminente peligro que requiere acciones inmediatas, y cuál sería su ruta. Sí, muy poco tiempo para tomar medidas, si se compara con los huracanes “normales”. Ya aclaré que eso no tiene remedio ni es culpa de nadie; el desastre natural, la tragedia, era inminente y enorme, como lo fue. Pero el desastre no tomó por sorpresa a los especialistas, por lo menos siete horas antes ya se sabía perfectamente cuál sería su poder destructivo

El Centro Nacional de Huracanes estuvo atento e hizo los avisos y alertas correspondientes; hicieron lo que debían y lo que podían, y se sabe que esos avisos llegaron oportunamente (tanto como era posible) a AMLO. 

La respuesta de AMLO fue diferente. Es cierto que siete horas es muy poco tiempo, pero ¿qué hizo él en ese poco tiempo, hasta antes de los trágicos hechos? Hasta donde se sabe, solamente publicó un breve comentario en redes sociales, y ya. 

Fuera de eso, fue como si no pasara nada: él se fue a dormir, la gobernadora de Guerrero Evelyn Salgado no estaba en su estado, la directora de Protección Civil no hizo nada (no se sabe si porque no le avisaron o porque no le importó).

No se tomaron medidas urgentes para avisar a la población para que se enterara y algo pudieran hacer para salvar sus cosas o sus vidas… ¡aunque haya sido un pequeño lapso, algo habrían podido hacer; alguna vida se habría salvado!

Se pudo haber asegurado la comunicación satelital, como lo dice el protocolo, pues se sabe que en estos casos las comunicaciones se ven afectadas, pero no se movió a las brigadas de Protección Civil o Secretaría de Salud o siquiera que para eso sirvieran los “servidores de la nación”, a quienes los mexicanos les pagamos sus salarios. Ni el Ejército ni nada para que ANTES del meteoro algo se pudiera hacer para protección de la población.

Nada.

Es sorprendente y hay quienes se molestan porque se dice, pero hay que decirlo: no hicieron nada, sino hasta DESPUÉS de la catástrofe. ¿Y después, qué hicieron AMLO y los funcionarios y apoyadores de la “cuarta transformación”?

Haciendo a un lado las grotescas anécdotas del jeep atascado en el lodo, o el hecho de que tardó más de nueve horas para llegar a Acapulco (“Otis” golpeó Acapulco a las 0:30 horas; él salió hasta las 10 am, después de su conferencia mañanera) y se quedó ahí unos minutos para regresarse volando a CDMX, o los intentos por presentar a un presidente al que se le va el apetito, por el dolor y la preocupación, tampoco hubo una respuesta acorde a la tragedia, ni en tamaño ni en oportunidad.

El sectarismo de AMLO estorba y hace daño, pero no nos debe detener. Nuestros hermanos de Guerrero necesitan apoyo y lo llevaremos abriendo paso, a codazos si es necesario.

A nosotros no nos van a engañar ni a contentar con un proverbio: se ocupaban respuestas inmediatas que no hubo. Puntualizaré lo principal para demostrar esto.

Sin el Fonden, que AMLO eliminó pese a las protestas, era imposible usar recursos frescos e inmediatos, como sí se podía estando este, que para eso era.  

Tardó en llegar el presidente, pero tardó más la ayuda efectiva: no hubo ni del Ejército, ni de Protección Civil, ni de la gobernadora o la presidenta municipal. Por ello, ante la ausencia de autoridad y de ayuda, los saqueos a las tiendas (chicas y grandes) se multiplicaron.

La gente estuvo las primeras horas, las más cruciales, completamente sola. Los cadáveres estuvieron días pudriéndose en las calles y en las casas, porque no había quien los levantara.

Después de los primeros días, ya hay ayuda, pero es abrumadoramente insuficiente y se concentra en la ciudad, mientras las colonias marginadas y rancherías están sin atención.

AMLO ya anunció un plan para Acapulco, con una supuesta inversión de más de 60 mil millones de pesos. Pero estos recursos se ejercerán, previo padrón levantado, ahora sí, por los “siervos”, y ya se sabe que eso no es sino clientelismo y uso político, y más específicamente electoral de la tragedia y de los recursos públicos, corrupción de Morena y abuso de poder del presidente. Mientras, la gente de los lugares apartados, que se quedó sin nada (literalmente), sufre hambre, sed, y enfermedades.

Y si alguien intenta ayudar, AMLO los rechaza equivocadamente, argumentando corrupción y politiquería. Quiere que cada átomo de apoyo que llegue a los damnificados pase por sus manos para que se lo agradezcan. Y habrá quien hasta le bese la mano. Pero ese deseo de que así parezca no hace sino entorpecer la ayuda y causar más dolor.

Los diputados de Morena, Verde Ecologista y Partido del Trabajo, aprobaron sin moverle una coma el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación que propuso AMLO, en el que no se destina ni un solo peso para atender la tragedia.

Un humanista de verdad habría modificado el PEF, recortado recursos a las megaobras que son un barril sin fondo, para destinarlo a esta causa. Ni AMLO ni sus diputados levantadedos lo hicieron ni oyeron las voces que se los proponían. Impusieron su malhadada mayoría en el Congreso demostrando que no la merecen y que se les debe quitar.

AMLO se equivoca: esta NO es la primera tragedia que golpea a los mexicanos. México es una nación poderosa, enorme, experta por necesidad en estas tragedias, solidaria y dispuesta a entrarle a las peores situaciones; ya lo hemos hecho, sin necesidad de que AMLO y Morena vinieran a hacer demagogia. Su sectarismo —que eso es— estorba y hace daño, pero no nos debe detener. Nuestros hermanos necesitan apoyo y lo llevaremos abriendo paso, a codazos si es necesario.

Los Antorchistas de Guerrero han estado desde siempre al lado del pueblo y ahí están sufriendo con nuestros compañeros los estragos del desastre natural que no tiene remedio, pero también sufriendo el desastre político con la demagogia y abuso de AMLO y de Morena en el Gobierno. No olvidemos que este desastre político sí tiene remedio.

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