Fue en mi etapa de preparatoria cuando la encargada de la Casa del Estudiante Ricardo Flores Magón me pidió que leyera un artículo sobre la inflación en nuestro país. Ahí fue cuando, por primera vez, tuve la oportunidad de leer la revista Buzos de la Noticia.
No podré decir que me enamoré de ella a primera vista, pero sí noté algo diferente, pues no era común escuchar o leer puntos de vista distintos a los que uno veía en la televisión o en los periódicos.
El semanario Buzos, que sigue superándose cada día, es un referente local, nacional e internacional.
En sus hojas se leían las cosas desde otra perspectiva, muy diferente a la que muchos daban por cierta. Iba contra corriente, como el salmón, que nada contra la corriente para volver al lugar donde nació y reproducirse.
Desde ese momento, cada semana tenía la oportunidad de acceder a sus materiales, a su tan famosa y muy leída Sociedad Anónima, que, desde que tengo memoria, es autoría de Carlos Mejía. Cuando decidí estudiar periodismo, inmediatamente vino a mi mente la idea de estar en el equipo de la revista Buzos, aprender y practicar junto a quienes hacen esta editorial y a quienes siempre están actualizados en temas tanto locales como internacionales.
Y fue posible. Me adherí al equipo de trabajo de la revista Buzos, conocí a quienes colaboraban de manera central y a quienes, desde otros estados, participaban en la elaboración de cada número, de cada semana.
Tuve la fortuna de conocer al director de la revista, el maestro Pedro Zapata Baqueiro, quien semana a semana me enseñó parte del oficio que, con el tiempo, se convirtió en mi profesión. Mi estancia en la revista fue de gran aprendizaje, de muchas aventuras y enseñanzas, de presión y también de muchos regaños.
Pero hay algo que quiero recordar especialmente: la oportunidad que me dio la revista de viajar hasta Guatemala para cubrir el tema de la migración. Conocí en carne propia el proceso, la odisea que viven las familias que recorren miles de kilómetros en busca de una vida más justa.
Ahí entrevisté a una docena de migrantes, funcionarios y mexicanos que estaban a favor y en contra de este fenómeno, síntoma de la sociedad capitalista. Fui testigo de las redadas de un gobierno que se decía “humanista” pero que nunca lo fue, como el actual tampoco lo es.
Mi visita a los campos de caña en el estado de Morelos dejó una marca importante en mi vida. A pesar de que conocía en carne propia el trabajo de este sector, pude ver cómo se avecinaba una crisis para quienes se dedicaban a la caña.
Los ingenios iban a ser vendidos, y los que más sufrirían serían quienes apenas tenían una parcela donde cultivarla. Don Francisco me dijo que apenas le alcanzaba para el abono de su tierra y que ese año no sería bueno para ellos.
Tendrían que sembrar frijol y un poco de maíz para tener qué comer los meses siguientes. La crisis ocurrió tal como lo predijo la editorial de ese número: las consecuencias fueron inevitables, como lo advirtió el maestro Zapata en su artículo.
Recuerdo esa parte de mi vida porque, justamente esta semana, se celebra el 25 aniversario de esta revista, de la cual me siento muy orgulloso de haber sido parte.
Este semanario, que sigue superándose cada día, es un referente local, nacional e internacional. Su proceso y su oferta de análisis son únicos en su tipo, con una visión diferente.
Sé que hoy se siguen formando jóvenes periodistas en este medio, que sigue avanzando y que no ha descansado ni una sola semana en estos años, ni en Semana Santa ni en las fiestas decembrinas. Por ello, mis más sinceras felicitaciones por estos 25 años de vida, por seguir informando y analizando la realidad de nuestro mundo.
Gracias, equipo de Buzos, por seguir navegando contra corriente para alcanzar la verdad y mostrarnos, en cada una de sus páginas, un mundo diferente.
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