MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

CRÓNICA | Los comerciantes gritaron: ¡justicia y trabajo!

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La capital de Puebla despertó el viernes 31 de enero con un aire diferente: el grito de un pueblo que, cansado de injusticias e impunidad, tomó las calles para exigir su derecho a trabajar en paz. Más de 15 mil comerciantes y transportistas, organizados en el Movimiento Antorchista, marcharon con dos objetivos claros: celebrar dos décadas de lucha incansable en el comercio y exigir alto a la violencia orquestada por la UPVA “28 de Octubre” en contra de los transportistas y de los propios comerciantes.

Los comerciantes marcharon para exigir paz, trabajo digno y justicia, uniendo a miles de voces de Puebla que, organizadas en el Movimiento Antorchista, exigieron ser escuchadas y respetadas.

Desde las primeras horas de la mañana, el ambiente estuvo cargado de expectativa, anunciamos la mega marcha de los 10 mil comerciantes antorchistas por todos los medios, las redes sociales y la propaganda, y se sentía el ansia de mostrar que no eran mentiras. Las columnas de comerciantes y transportistas comenzaron a reunirse en la Fuente de los Frailes, una zona muy conocida porque da acceso a la popular avenida Juárez. La disciplina y la organización características del antorchismo eran palpables.

Cuando se reunieron, a eso de las 9:30 am, no eran grupos dispersos ni voces aisladas. No, nada de eso. Se trataba de un solo contingente, una sola fuerza, una sola voluntad, entonando las consignas de la organización: “Antorcha en el comercio, tiene que existir. Y la defenderemos, hasta morir”, retumbaba en las calles.

Son muchas las historias que aquí se mezclan. Pero todas son historias de pueblo pobre, humilde, que busca honradamente llevar el pan a su casa, para sus hijos.

En el estado de Puebla hay 52 mil 803 personas que son vendedoras ambulantes de comida, siendo esta la tercera fuerza laboral más alta del país, de acuerdo a Data México, con cifras al primer trimestre de 2024. Estas son las voces de algunos de ellos. 

Isela Guerrero, que se unió a la organización hace un año, dijo: “Es difícil ser comerciante porque luego nos quitan o no nos dejan vender, el trabajo es escaso y luego no alcanza. Con la organización tenemos espacios, nos apoyan, nos dan permiso de trabajar”.

Alfonso Cuatcho, comerciante desde hace diez años, cuenta: “Yo vendo tambos, escaleras y flores. Antes allá donde estábamos había muchos problemas, pero la organización ayudó, ayudó mucho a los comerciantes”. 

Elsa Cortés: “Yo vendo flores desde hace diez años, soy comerciante. Y creo que esto que hace la Antorcha está bien. Vamos a seguir adelante, para buscar para la comida, el sustento”.

El 99 % de los ambulantes de Puebla están en informalidad laboral, eso significa que no cuentan con seguridad social ni ninguna otra prestación de ley.

Al frente de la multitud, abriendo paso tal torbellino de colores y energía, avanzaban los payasos de Urban Clow del zócalo capitalino que encabezaban la marcha de los 15 mil comerciantes antorchistas. No fueron 10 mil. Llegaron 15 mil a mostrar la fuerza antorchista. 

Con sus trajes extravagantes, zapatones y rostros pintados con exageradas sonrisas y cejas marcadas, daban el aire festivo a la protesta sin restarle ninguna fuerza a su mensaje. No eran sólo un espectáculo visual; gritaban con fuerza las consignas que se esparcían como un eco entre los manifestantes: “¡Veinte años de lucha del comercio popular, festejamos unidos y no nos detendrán!”.

Uno de ellos, con nariz roja y un sombrero ladeado, hacía equilibrios que parecían imposibles sobre una bicicleta diminuta diseñada para un niño. Cada pedaleo era un desafío a la lógica y cada metro avanzado desataba ovaciones entre los antorchistas que lo rodeaban. 

Entre risas, malabares y gritos de protesta, los payasos avanzaron, demostrando que la lucha no sólo es resistencia, sino también creatividad y alegría.

Con banderas rojas ondeando al viento y las voces cantando sobre la marcha, la marea humana se puso en marcha. ¡Y Puebla comenzó a temblar! Por la mañana, algunos columnistas de la prensa pagada por el gobierno afirmaban que Antorcha estaba desaparecida…

Quizá pensaron que pocos llegarían a la marcha. Se tuvieron que tragar sus columnitas. Porque sólo el comercio antorchista reunió a 15 mil, en un contingente que avanzó por la larga avenida Juárez, llenó el Paseo Bravo y no cabía en Reforma.

Los antorchistas llegaron al Zócalo. No fue una protesta silenciosa ni tibia: fue un grito de dignidad, un eco ensordecedor que exigía paz y seguridad para los trabajadores del comercio y el transporte, así como espacios dignos de trabajo, quienes día a día enfrentan condiciones adversas para llevar el pan a sus hogares.

A la marcha se sumaron comerciantes de diversas áreas, reflejando la amplitud y la fuerza del movimiento antorchista. Desde el Centro, con sus distintos puntos de venta, hasta los tianguis de Bosques de Manzanilla, Bosques de San Sebastián, San Ramón, San Isidro y 2 de Marzo, los vendedores se unieron en una sola voz de protesta.

También participaron comerciantes de la 11 Sur y calle Atlixco, Misiones de San Francisco, San Jerónimo Caleras y Villa Frontera, así como los trabajadores de los mercados La Rivera Anaya, Amalucan y el de la 16 de Septiembre.

Los alrededores de los estadios, las periferias, Paseo Bravo, la Central de Abastos y la CAPU también vieron a sus comerciantes salir a las calles, demostrando que la lucha por el comercio popular abarca todos los rincones de la ciudad.

Las filas avanzaron con paso decidido demostrando que sólo organizado el pueblo podrá hacer frente a sus problemas y conquistar la justicia. En cada pancarta, en cada mirada, en cada gesto de esfuerzo y unidad, quedó claro que esta no fue una marcha cualquiera. Los transportistas, que han sufrido agresiones y hostigamientos en los últimos meses, marcharon con el rostro en alto.

Cuando la movilización llegó a su fin, la energía no se disipó. Francisco Machorro o Panchito, como le decimos de cariño, líder del comercio antorchista, tomó el micrófono y lanzó una demanda clara: “Exigimos espacios dignos de trabajo, alto a la persecución del gobierno contra los ambulantes y un freno inmediato a las agresiones de otras organizaciones contra nosotros. Nosotros somos una organización pacífica que solo quiere trabajar para llevar el pan a casa”. Y su mensaje resonó fuerte, porque era el sentir de miles de familias que ven en el trabajo honrado su mejor arma de resistencia.

Después, Juan Celis Aguirre, líder estatal de Antorcha, tomó la palabra. Su advertencia fue clara: “Si la 28 de Octubre vuelve a tocar a un solo antorchista, responderemos con una campaña estatal hasta lograr justicia”.

Su voz fue firme, inteligente y certera: “Antorcha lo que ha dicho a la gente del pueblo de México es que tenemos que hacer una sociedad más justa, porque hasta ahorita es que solo unos cuantos son los que tienen un chimngo de dinero y a nosotros, que somos los que trabajamos todo el día, los que somos asalariados, a nosotros nos toca una mísera parte. Y sin embargo, ¿quién mueve a México? ¿Quién hace que este país sea tan grande? ¡Los trabajadores! ¡Ustedes, compañeros! ¡La gente trabajadora es lo que hace verdaderamente fuerte a este país! El mundo está cambiando y una de las cosas que está exigiendo todo el mundo es que esa gran desigualdad, ese gran abuso que se cierne sobre todos los pobres de este país, se acabe. ¿Cuándo se acabará? Cuando Antorcha tome el poder”.

Celis Aguirre exigió al gobierno local y al gobierno estatal que a los comerciantes de todas las organizaciones se les den mejores condiciones para que puedan trabajar, siempre que se cumpla la ley. Pidió que se arreglen los tianguis, que se mande policía para disminuir los delitos ahí. 

Y exigió que a los ambulantes no los corran de sus zonas de trabajo, ni del centro de la capital o de la calle 5 de Mayo, ni de zonas en donde hay mucha gente. Por una razón: el comercio ambulante también solo quiere trabajar dignamente para alimentar a sus familias.

El mensaje fue contundente: la lucha no termina aquí. Esta marcha fue una prueba de fuerza, pero también un recordatorio de que la organización popular es la clave para alcanzar una sociedad justa: Antorcha dice no a la violencia, sí a la paz, sí al trabajo digno y sí a la unidad de los trabajadores.

Una de las asistentes fue María del Rosario Reséndiz Mata, quien agradeció la unión que hay en Antorcha: “Soy de San Ramón. Me uní con Antorcha porque solamente ahí encontramos soluciones al comercio. Aquí hay unión. Ser comerciante nos deja porque ganamos un sueldo por nuestro propio esfuerzo. Luego estar trabajando para alguien es feo, nos explotan (en otras organizaciones). Pero en Antorcha no”.

Y así, con el eco de consignas resonando en el centro histórico de Puebla, los 15 mil movilizados se retiraron con la certeza de que esta no será la última vez. Porque cuando el pueblo trabajador se organiza, su voz no se calla, su lucha no se detiene y su victoria es sólo cuestión de tiempo.

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