El artículo que hoy quiero compartir con ustedes, mis amables lectores, se refiere a una denuncia pública que muy pocos medios de comunicación han abordado. Es uno de esos temas que toda la vox pópuli conoce.
El pueblo tabasqueño tiene derecho a obras públicas de calidad, a un gasto público bien ejecutado y a que la corrupción no siga impidiendo su desarrollo.
Tabasqueños cansados de lo mismo han perdido la fe y la esperanza de un cambio, durmiendo el sueño de los inocentes, permitiendo que las adversidades les roben su capacidad de reacción. Por lo anterior, desde este primer párrafo, invito a todos mis seguidores a pronunciarse en contra de cualquier injusticia que vivan.
Somos millones de pobres los que sufrimos las consecuencias de los malos gobiernos, cuya ambición parece no tener fin, asemejándose a un vampiro que no parará hasta obtener la última gota de esfuerzo de un pueblo que ya no aguanta tanta demagogia y robo al erario público (conjunto de bienes, ingresos y rentas de un Estado o de una administración pública; también se le conoce como tesoro público). En fin, así está la situación, abordaré el caso.
Iniciaré refiriéndome a la obra de rehabilitación de alumbrado público en la Laguna Encantada, ubicada en Gaviotas Norte: 52 luminarias y 6 reflectores con tecnología LED, 40 postes metálicos y suministro de cableado, además de algunas bases de concreto para las luminarias, por la “módica” cantidad de 2 millones 337 mil 938 pesos.
Esto fue referido en primera persona por algunos compañeros que llegaron al evento, engañados con la falsa promesa de que serían atendidos en sus peticiones por la autoridad municipal, y corroborado por los datos publicados en el portal del Ayuntamiento de Centro.
Los mencionados vecinos, espantados por los montos que públicamente se declaraba que habían gastado en la obra, no dejaban de comentar a diestra y siniestra lo exagerado del presupuesto gastado en dicha rehabilitación.
“Qué lejos quedaron aquellos tiempos en que, mediante un comité de obra, cada colonia supervisaba que la inversión pública y la calidad de los trabajos realizados correspondieran al monto asignado”, comentaban algunos.
Mucha gente se retiró molesta del evento, en primer lugar, porque fueron acarreados con mentiras por los dizque “asesores de los delegados”, que impedían a toda costa que la muchedumbre se acercara a molestar a la funcionaria municipal. En segundo lugar, por el trato despótico de los empleados del ayuntamiento, que terminó por enfadar a la gente, que se retiró discretamente, pero refunfuñando en su interior contra dichos funcionarios.
Por mi parte, sólo les comenté que este tipo de empleados, en lugar de ayudar a su jefa, sólo le complican su trabajo. En cuanto a los montos de la obra, un profesional del tema me comentó: “¡Qué bárbaro! Ni hablar, lo que se ve no se juzga”.
¿Por qué me refiero a este caso? El pasado 13 de marzo, el periódico Tabasco Hoy publicó en sus páginas principales: “Derrocharon más de 25 mil millones de pesos en obras sin concluir: mercados cerrados, hospitales abandonados y carreteras inconclusas, la herencia de gobiernos anteriores”.
En la primera parte de este reportaje comentan: “Autopistas fantasma, hospitales saqueados, mercados sin abrir y parques que no existen: ese es el panorama que dejaron como herencia gobiernos pasados en Tabasco. Las grandes promesas de infraestructura se convirtieron en monumentos a la ineficiencia y la corrupción. ¿Quién se beneficia de estos fracasos? ¿Por qué ningún funcionario ha rendido cuentas? Las cifras son demoledoras: en mercados sin abrir se han gastado más de 341 millones de pesos, en parques que no existen, otros 33 millones, y en proyectos de infraestructura que nunca se completan, miles de millones de pesos más”.
Y “aún hay más”, como diría un exconductor de un programa de televisión que en paz descanse. La misma nota declara:
“El despilfarro es monumental; por ejemplo, en Centro, las obras de drenaje pluvial, anunciadas después de la gran inundación de 2007 para mitigar las inundaciones, han quedado a medias, con calles que siguen anegándose tras cada lluvia intensa. Hospitales como el de Cárdenas requieren otros 600 millones para su conclusión y buen funcionamiento”.
En cuanto a mercados sin concluir, comenta: “El mercado de Gaviotas Norte ha recibido una inversión de 177 millones de pesos, pero aún no tiene fecha de entrega”.
Por mi parte, no abundaré más en el caso, porque los resultados están a la vista: cientos o miles de personas que pasan por el malecón de Gaviotas Norte se dan cuenta de que se trata de la construcción de un mercado sin terminar, totalmente cerrado al público y sin probable fecha de apertura.
No me detendré, por tanto, a enumerar las obras que se encuentran a medias o de las que se desconoce su paradero, pero sí quiero dejar claro que las cosas no pueden continuar igual; es preciso que el gobierno en turno tome cartas en el asunto.
No olvidemos que dichas obras se hacen con el dinero de los impuestos de los tabasqueños o con la ganancia de la extracción del petróleo, así como la explotación de otras riquezas naturales.
Este sufrido pueblo tabasqueño tiene derecho a tener buenas obras públicas que le permitan un mejor nivel de vida, que el gasto público sea bien ejecutado en obras que de verdad lleguen a la población. Porque lo que de fondo se nota es una gran corrupción que no se corresponde con sus famosísimas frases: “No robar, no mentir, no traicionar”.
¡Qué lejos han quedado esos postulados de la 4T! Es triste nuestra realidad, estimados lectores: nuestro estado, con tantos recursos naturales, pero tan lejos del desarrollo social. Al parecer, no sólo ocupamos el primer lugar en desempleo a nivel nacional, sino también un lugar importante en corrupción.
Por mi parte, les exhorto a no dormir el sueño de los inocentes; hay que despertar y darnos cuenta de que somos dueños de nuestro destino, que la clase pobre tiene derechos ya conquistados en una revolución, derechos que debemos defender para no perder lo ya ganado en batalla, como el derecho a la educación: necesitamos más escuelas y que efectivamente la educación sea laica y gratuita; derecho a la salud: requerimos hospitales donde no dejen morir a los enfermos por falta de medicamentos; derecho a la vivienda.
Urgen viviendas dignas para los tabasqueños, que, al no tener empleo, están condenados a vivir en cuartuchos de mala muerte; obras de infraestructura: al parecer, nos hemos conformado con vivir en continuas inundaciones.
Urge un plan hídrico que rescate los espacios que se inundan en colonias y rancherías que no merecen vivir en este constante calvario.
En fin, mis estimados lectores, es urgente rescatar nuestros derechos; de lo contrario, como pueblo, en lugar de caminar hacia el progreso, caminamos como el cangrejo.
Recordemos esa trillada frase: “El pueblo unido jamás será vencido”. Ánimo, compañeros, la unidad entre la clase obrera y nuestro espíritu de lucha es lo único que nos puede llevar a recomponer nuestra patria.
¡Que nadie se quede sentado ignorando la problemática social! Juntos podemos transformar este país.
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