MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

REPORTAJE | Comunidad Indígena Popular “Emperador Cuauhtémoc”, en plena zona urbana de Chilpancingo

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*Tras 17 años de lucha incesante logran la oficialización de la Escuela Primaria Bilingüe, que el IGIFE comenzará a construir este mes.

*Pobladores de las cuatro culturas originarias del estado de Guerrero, van por la legalización del predio donde viven.

Desde hace 17 años, pobladores de las cuatro culturas originarias del estado de Guerrero: Me’ Phaa, Ñuu Savi, Ñancue Ñmnda y Nahua, junto con afros y mestizos, comenzaron a habitar un predio ubicado al sur de Chilpancingo, fruto del Movimiento Indígena de los años 90, movimiento que en nuestro continente y en México cobró mucha fuerza, ya que en esa década se cumplían 500 años del encuentro cultural, social y político entre dos mundos: El Europeo y el ahora Americano. En nuestro estado, dicho movimiento estuvo representado por el Consejo Guerrerense 500 Años de Resistencia Indígena, Negra y Popular, quienes al surgir el Movimiento Zapatista en el estado de Chiapas, en 1994, se suman a respaldarlo y participar en marchas de apoyo, situación que preocupó al gobierno federal, que buscó la manera de frenar este apoyo otorgando beneficios para los indígenas de Guerrero, como obras públicas, carreteras, electrificaciones, etcétera, para las comunidades, consiguiéndose dentro de estos beneficios, un predio en Chilpancingo para migrantes indígenas.

El predio se consiguió a través del Instituto Nacional Indigenista en el año de 1994, nombrando de inmediato a Amador Cortés Robledo, responsable de darle forma al futuro asentamiento. Dado a que en esos años el predio estaba muy alejado de la mancha urbana, se dejó por muchos años y fue en el 2005, cuando se enteraron que dirigentes del entonces Consejo Guerrerense tenían la intención de venderlo, decidiendo retomar los trabajos de organización para habitar el espacio y evitar la venta que beneficiaría a unos cuántos dirigentes.

Ante esta situación, decidieron por consenso ocupar el espacio el 28 de septiembre de 2005 en honor a que en esa fecha, pero del año 1996, fue desaparecido un asesor del Movimiento Indígena y del Consejo Guerrerense, Gregorio Alfonso Alvarado López. Sin embargo, la decisión de ocupar el predio fue motivo de división entre personas que impulsaban este proyecto, que a 17 años, perdura aunque con pocos avances, a pesar que el área urbana que lo rodea se ha poblado de fraccionamientos que han dado plusvalía a esta parte de la ciudad.

Las personas que decidieron habitar esta comunidad y rescatarla de la intensión de vende el predio, le han dado vida y a pesar de ser una colonia irregular, han conseguido a través del trabajo comunitario, la introducción de la red de energía eléctrica, la red de agua potable, transporte a la Emperador Cuauhtémoc, en honor al último tlatoani mexica.

A la par de habitar la colonia, iniciaron la búsqueda de la oficialización de la escuela primaria, lo cual lograron tras 17 años de lucha continúa. En el 2020 lograron la Clave del Centro de Trabajo (CCT) y este año, para ser exactos a finales de este mes (febrero), el Instituto Guerrerense de la Infraestructura Física Educativa (IGIFE) iniciará la construcción del plantel, donde actualmente, cuatro maestros brindan atención a 64 niños, de primero a sexto grado, en el plantel que llevará el nombre: Escuela Primaria Bilingüe “Profesor Gregorio Alfonso Alvarado López” y se prevé que con la construcción del plantel, la matrícula se incremente.

Esta condición de migrantes de los pueblos indígenas, ubicados en un área urbana, ha sido motivo de interés de estudiantes, investigadores y universitarios.

Desde su creación (2005), esta comunidad pluricultural con una rica herencia cosmogónica que se ve reflejada en su vida cotidiana, en sus fiestas y en sus ceremonias, ha reivindicado con orgullo y dignidad su herencia indígena, manteniendo vivos los usos costumbres.

La comunidad tiene presencia nacional e internacional, al interesar a muchas personas la manera de trabajar, preservando la cultura ancestral, la medicina tradicional, la herbolaria, además cuenta con un temazcal de sanación y una danza prehispánica para darle gracias al universo, “ha tratado de trasladar el sentimiento, la palabra y el corazón de la vida de las comunidades indígenas, a un espacio geográficamente urbano. La Comunidad Indígena Poplar “Emperador Cuauhtémoc”, donde ninguna calle cuenta con pavimentación, situada a unos 25 minutos del centro de Chilpancingo, a través de la palabra, el canto, el trueque, la danza, el tlalmanalli, la medicina tradicional, el temazcal y la vida colectiva, ha tratado de mantener esa relación armónica con la madre tierra, con la naturaleza y el universo, como la tenían nuestros abuelos.

Ahora, van por la regularización del predio integrado por 160 lotes, “Morena ha declarado que los pueblos indígenas son prioridad, que primero los pobres, queremos ver esos discursos en la realidad”; aseguran que continuarán preservando la cultura de sus pueblos a pesar de estar asentados en la mancha urbana, por ejemplo, rescatando la medicina tradicional mexicana, también practican el trueque entre ellos, rinden culto a los elementos naturales (Tierra, agua, aire y fuego), destacando que los mexicas tomaban sol como energía creadora, el centro del cosmos, así lo interpretaron y así lo dejaron escrito.

Asimismo, los hablantes de náhuatl, mixteco, tlapaneco y amuzgo, se unen para practicar la danza como nuestros antepasados, que se mantenían prácticamente sanos porque se ejercitaban todo el tiempo. La danza prehispánica, es una forma de ofrenda que les permite estar en contacto con las deidades que se manifiestan en la naturaleza, al considerarla una forma de concentración en movimiento, con la cual, al ofrendar y pedir, canalizan su fuerza en el logro del objetivo. Los danzantes lucen ataviados con taparrabos, pectorales, rodilleras, brazaletes, coyoleras, escudos o chimalis, penachos y sonajas, además de las plumas que acompañan la vestimenta, generalmente de faisán, guacamaya, gallo, pavorreal o guajolote.

Así, al sonido del huehuetl, el teponaztli, el caracol, las flautas, entre otros instrumentos, crearon la música que armonizó y dio ritmo a esta danza, instrumento de adoración y medio para conectarse con la naturaleza y el cosmos desde la Comunidad Indígena Emperador Cuauhtémoc, desde donde se observa una gran imagen panorámica de Chilpancingo.

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